Era un día gris, Yellow y yo no éramos novios todavía (lo sé, una putada). El sol parecía que no tenía ganas de salir, las clases transcurrían y al pasar el tiempo la lluvia no tardó en llegar. A la hora del recreo mientras todos los estudiantes se refugiaron en los salones, yo intentaba de convencer a Yellow de que saliera a mojarse.
—¡Vamos Yellow! No seas amargada es un poco de lluvia y nada más.
—Ya te dije que no, no me quiero mojar y mucho menos enfermar. —Sentenció ella sin dudar.
—Eres una amargada. —Alegué
—No soy una amargada. —Replicó ella.
—«No soy una amargada» —La remedé como si fuera un niño de cinco años. Ella frunció el ceño pero a pesar de ello, no pudo evitar sonreír ante mi infantil alegato. —Bueno si no quieres mojarte allá tú ¡Amargada!.
Me quité el jersey del uniforme. Mientras lo hacía como suele pasar en estos casos, las capas de ropa se pegan, por unos segundos dejé mi atlético abdomen al descubierto ante los ojos de Yellow. Ella no pudo evitar mirarme con cierto aire de asombro, a simple vista parecía un chico delgado que no tenía nada de músculo.
—¿Qué haces?— Preguntó.
—Es bastante obvio no lo crees.—Respondí
—Ah ya...— Yellow puso los ojos en blanco.
—Es broma —Dije resoplando. —Solo sentí algo de calor.
—¡¿Calor?! Pero si está haciendo un frío de muerte.
—Pues yo no lo siento así, tengo calor y ya. —Insistí.
—Eres raro.—Expresó Yellow con extrañeza.
—Acostúmbrate, tarde o temprano tendrás que soportar estas rarezas día tras día. —Suscité de forma coqueta.
Ella se sonrojo.
—Si claro. Es más probable que te enfermes antes de que yo haga eso.— Dijo ella con una poco creíble convicción.
—¿Segura? —Le dije arrinconandola contra la pared y poniendo mi boca casi tocando la de ella. Yellow se puso nerviosa, veía en su rostro una expresión de querer comerme la boca a besos. —No estés tan segura. —Le susurré al oído, ella se estremeció.
Tome mi jersey y lo guarde en mi mochila. Me arremangue mi camisa blanca y saque las manos por fuera del techo. Puse mis manos como si fuese a tomar agua del bebedero, al sentirlas llenas me giré hacia Yellow y se la arrojé empapándole el rostro.
—¡Idiota!.— Gritó enfadada.
—Tenías la cara roja, quizás era algo de fiebre y bueno tenía que bajarte la temperatura.— Bromeé sonriendo, mientras Yellow se sacaba el agua de encima.
—Me la vas a pagar. —Amenazó.
—¿Qué vas a hacer? —Inquirí tomándola de las manos. —No eres capaz de hacer nada porque eres una chica miedosa, le temes hasta a la lluvia. —Continúe provocando para que hiciera algo al respecto.
—Con que soy una chica que vive con miedo ¿No? —Yellow se libró de mis manos de manera brusca y dio media vuelta.
—Yellow, lo siento, era una broma por favor no te molestes. —Expresé reconociendo que lo que había hecho fue una estupidez o al menos eso pensé. Después de unos pasos Yellow se detuvo y al rato giró hacía mí tirándome agua. Eché a reír y levanté mi mano derecha con los cinco dedos levantados, los puse frente a ella y empecé a bajarlos uno por uno. Al bajar los dos primeros Yellow preguntó.
—¿Qué? —Preguntó extrañada.
—Será mejor que corras, cuando esta mano llegué a cero iré a por ti. Te quedan tres. —Le advertí.
—¿Es en serio?
—¡Dos! —Amenace con más fuerza. Yellow empezó a correr.
Ella tenía el uniforme deportivo así que le era fácil huir de mi. Empecé a perseguirla, yo era más veloz que ella, pude haberla atrapado cuando quisiera pero hacerlo me parecía aburrido. Corriendo tras de ella se me ocurrió que podía "obligar" a Yellow a salir al patio de juegos. Correteamos el uno tras el otro llamando la atención de un sin fin de amargados que habían olvidado que incluso en los días de lluvia uno podía divertirse. Después de un rato había conseguido que Yellow saliera al patio.
Eramos ella y yo bajo la espesa lluvia bajo la mirada de todos. La adrenalina de la persecución mantenía nuestros cuerpos cálidos. Estábamos extasiados por el momento, las frías gotas de lluvia que nos empapaban de pies a cabeza hacían más notable nuestra agitación.
—¿Si ves? Unas gotas de agua no hacen daño. —Expresé agitado.
Ella sonrió.
—¿Esto era todo lo que ibas a hacer? ¿Correr detrás mío hasta el cansancio? Pensé que harías algo más. —Dijo Yellow desafiante.
Sabía bien que ella deseaba que yo hiciera algo más pero qué no sabría decirlo.
—¿¡Acaso qué quieres que haga!? —Grité exigiendo una respuesta.
—¡No lo sé! ¡Sorpréndeme!.
Me acerqué a ella y la tomé de la cintura.
—No me provoques. —Le advertí.
—¡Uy! que miedo. —Resopló escéptica. —¿No será que tienes miedo de hacer alg...— La interrumpí besándola. El PRIMER BESO desde que le había dicho que la amaba y se sintió como el primero de verdad. Ya no eran dos bocas entrelazadas, un simple roce de labios; era el vaho de nuestras almas mezclándose por primera vez.
El beso duró hasta que sentimos la mirada de todos puesta sobre nosotros. Tomé de la mano a Yellow e hice una reverencia al público que nos observaba, ella se sonrojo y yo no podía evitar sonreír. Todos los estudiantes estallaron en gritos, chiflidos, melódicos «aww» de parte de sus amigas y bromas de mis amigos. Lo que antes era un instituto lleno de estudiantes fúnebres y aburridos, se convirtió en una anarquía que les hizo mandar al diablo la amenaza de la enfermedad y salir a divertirse con nosotros.
Ni la campana, ni los profesores pudieron hacer algo al respecto. Reinaba el caos y yo era el líder de esa revolución, solo el cansancio y el frió podía vencernos y así fue, no hubo figura de autoridad que nos hiciera entrar en razón; en especial por los más pequeños que no atendía a razones de ningún tipo. No hubo más clase ese día, el resto del horario se resumió a escuchar las anécdotas de nuestros maestros (cosa que agradezco, ese tipo de enseñanzas son las más valiosas).
Yellow y yo fuimos los últimos en volver a las aulas. Ella decidió pasar el resto del día conmigo, ya en mi salón podía ver como temblaba, los dientes castañeteaban y de manera inútil trataba de calentar sus manos frotándolas la una con la otra. Me dirigí a mi mochila y tomé mi jersey.
—Toma. —Le dije dándole mi jersey que aún conservaba algo de calor.
—No puedo hacerlo, tú estás temblando.
—Venga ya, por ti fue que lo guardé. Que me enferme yo es una cosa pero no voy a dejar que tú te enfermes por mi culpa. Te amo tontaca, no dejaré que nada malo te pase... —Yellow no rechistó, ni replicó, sabía que era inútil discutir conmigo. Tomó mi jersey con su temblorosa mano, se quitó su abrigo y se puso mi aún cálida prenda.
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Sigamos Caminando: ¿Usas Converse?
Teen Fiction¿Qué tienen que ver un par de Chucks color negro con mi primer amor? Año 2009, tenía catorce años de edad y odiaba usar los zapatos formales del uniforme estudiantil, así que en un acto de rebeldía ante las directivas del colegio en que estudié, de...