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No tuvieron demasiado tiempo para continuar jugando a los amantes apasionados con Lissandro, tras la llamada que tuvo que hacerle a Clara. Principalmente, porque demoró más de la cuenta y ya para esas alturas, la cabeza de Lucho estaba tan concentrada en el extremo norte de la playa (a.k.a. La zona prohibida) que no había lugar para el erotismo. Así que coordinaron con el resto del grupo, buscaron un restaurante cercano y optaron por almorzar.

Tadeo se había dormido en los diez minutos que estuvieron acomodando sus cosas en la habitación. Tenía los ojos rojos y su expresión de zombie no colaboraba.

- ¿Por qué no te dormiste en el viaje? - le preguntó Lissandro.

- No me gusta dormir en el auto - se defendió Tadeo. Luego procedió a agarrarse la cabeza. - Diablos, tengo mucha resaca. Tienen que conseguirme una cerveza pronto.

La jaqueca de Tadeo no se curó durante todo el almuerzo, pero no importó, ya que el entusiasmo y euforia estaba concentrado en ir a la playa apenas terminaran de pagar la cuenta.

Lucho percibió que Xavi estaba más callado de lo usual, probablemente dolido por haber quedado fuera de la habitación, pero no se dejó inquietar ni por su angustia ni por sus miradas asesinas que le lanzaba cada vez que hablaba.

Más tarde, en la playa, Tadeo había recuperado un poco de su sobriedad y miraba a todos con un pote de protector solar en la mano, como si estuviera a punto de comentar algo de vital importancia.

- Me pondré el protector solar y me echaré a dormir una siesta - argumentó. - ¿Podrían darme vuelta cada media hora? ¿A quién le gusta cocinar?

- A mí - afirmó Ernesto. - Pero no pienso comerte.

- Sólo vigila que no me queme - solicitó Tadeo y se echó a la luz del sol.

Lucho pensó que Tadeo realmente necesitaba un poco de sol en su piel pálida, aunque no era tan blanca como la de Ernesto. El chico parecía un vampiro, así que tal vez conseguía dorarse un poco en el transcurso de aquellos días.

Abandonaron a Tadeo en su inrgeso al mundo de los sueños y se fueron al mar. Turistas, playa, agua, diversión, chicos y chicas llamativos, familias disfrutando del verano. Ernesto, que había olvidado su importante papel de cocinero, se iba detrás de cualquier muchacha de bikini que quisiera seguirle la conversación, para volver a los pocos minutos frustrados por no haber conseguido que la muchacha no saliera huyendo o amenazara con llamar a la policía.

De vez en cuando, en lo más hondo, Lissandro se acercaba por detrás de Lucho y apoyaba su entrepierna en las nalgas del muchacho. Eras unos segundos de intimidad, donde Lucho poco a poco recuperaba el deseo de lo que realmente fue a hacer en aquel viaje. Y sus ansias de sexo comenzaron a convivir con su incertidumbre por el misterio de los turistas desaparecidos.

No obstante, cuando vio un muchacho caminar hacia la zona prohibida, su mente volvió a centrarse, atraída por aquel lugar.

- Está entrando - señaló Lucho a Xavi y a Lissandro.

- Tal vez es el dueño - dijo Xavi, con indiferencia.

- ¿Sigues con eso? - preguntó Lissandro, que ni siquiera miró al muchacho que caminaba hacia la vegetación.

- Si el chico sale de allí, me convenceré de que era una mentira - afirmó Lucho. 

La Zona Prohibida en la PlayaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora