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Si Lucho necesitaba alguna confirmación más sobre la existencia de las sirenas, la acababa de obtener de la propietaria del terreno. Sintió una puntada de adrenalina. Era un descubrimiento maravilloso, aunque aterrador al mismo tiempo.

- Entonces es lo que era... - dijo Tadeo, mirando hacia los costados de la casa donde el bosque tomaba una forma siniestra.

- Lo único que puedo aconsejarles es que no entren en el terreno prohibido - afirmó la anciana. - De esa manera, van a estar fuera de peligro.

<<En estos momentos, estamos dentro del terreno prohibido>>, pensó Lucho con desesperación.

- Pero hay turistas que desaparecieron...

- Bahía Ausente es un pueblo místico - respondió la anciana, apoyándose sobre el marco de la puerta. - Conviven aquí, todo tipo de criaturas. Algunas muy buenas y otras... Bastante malas. La sirena habita este terreno, porque este predio da hacia el mar.

- Pero si está asesinando gente, ¿por qué no hizo nada? - preguntó Lucho.

- Porque es mi hija - afirmó la señora.

Lucho y Tadeo intercambiaron una mirada de confusión.

- ¿Su hija? - preguntó Lucho. - ¿Quién es usted? ¿Ursula?

La anciana lo lapidó con la mirada. Entendió la referencia.

- Esto no es un cuento de Disney, querido - afirmó. - Aquí no hay finales felices.

La anciana ya no los miraba a ellos. Sino detrás de ellos.

Automáticamente, los dos jóvenes se giraron y vieron una criatura que se interponía en el camino para que pudieran salir del lugar.

- ¿La ves? - preguntó Tadeo, con un temblor en la voz.

- Lo veo - afirmó Lucho. 

La Zona Prohibida en la PlayaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora