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Todos estuvieron de acuerdo que lo mejor que podían hacer era adelantar la partida. Los ánimos no estaban para otra cosa. Tadeo continuaba con la piel roja, Xavi directamente perdió la capacidad de habla y entró en una especie de autismo, Lissandro volvió a estar enojado apenas se pasó la adrenalina por el monstruo que mataron, encerrándose en la habitación más un pedido de minutos a solas, y Lucho tenía tantas emociones en su cabeza que consideró empezar terapia.

El único que no estuvo de acuerdo fue Ernesto, que volvía para el desayuno para encontrarse que todos habían armado sus bolsos.

- Me desilusionaron - se lamentó.

- Al menos tuviste sexo - lo alentó Tadeo.

- Pero podría haber tenido más sexo - dijo Ernesto.

- No es bueno ser tan ambicioso - dijo Lucho, queriendo agregar una broma a la que a nadie le hizo gracia.

- Bien, daré una última recorrida a la playa y luego nos iremos, ¿de acuerdo? - dijo, resignándose.

Salió de la habitación sin siquiera preguntar los motivos por los que querían adelantar la partida. A Ernesto no le importaba comprender por qué sus amigos le estaban arruinando los planes. Era obvio que no tenía intenciones de compadecerse de cualquiera fuera la miseria que sufrieron. Lo único que le interesaba era que le arruinaron las vacaciones y estaba enojado por ello. Lucho no pudo menos que darle la razón.

- Xavi... - quiso decir Lucho.

- No me vuelvas a dirigir la palabra - dijo Xavi, incorporándose de la cama y acercándose hacia la puerta. - Mi mejor amigo no me habla por tu culpa.

Y como si estaba esperando cualquier excusa para salir de la habitación e ir a llorar al exterior, el muchacho también se fue.

- No creo que fuera tu culpa - dijo Tadeo.

- Tampoco lo creo - respondió Lucho. - Pero tú sabes cómo es la cosa. Es más fácil culparme a mí que hacerse cargo de sus deseos.

Tadeo torció la boca, también resignado a que probablemente aquella sería la última vez que viajarían juntos con su viejo grupo de amigos.

- Así que mataron a la sirena - dijo, entonces.

- Así es - respondió Lucho. - No fue tan difícil como hubiera creído.

- Era una sirena - afirmó Tadeo. - No parecen difíciles de matar. 

La Zona Prohibida en la PlayaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora