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Se detuvieron en la estación de servicio, en la entrada del pueblo. El calor del verano y la brisa que llegaba desde la playa, le brindó una hermosa sensación de bienestar a Lucho. De todas las veces que había formado un grupo de amigos para ir de vacaciones, éste era el que más tranquilo lo encontraba. Quizá porque estaba Lissandro a la cabeza.

Se acercó a Tadeo, quien descanzaba en el portal de la estación de servicio con una cerveza en la mano, mirando hacia el horizonte.

- Tengo mucha resaca - le confesó, en cuando llegó.

- ¿Y la vas a calmar con más cerveza? - preguntó Lucho.

- Obvio - afirmó Tadeo. Le extendió la lata. - ¿Quieres?

- Esperaré hasta la cena - afirmó Lucho.

- Para esa hora, ya habilitaremos la marihuana.

- No creo que en el hotel pase inadvertido.

Tadeo lo analizó como si le hubiera hecho la revelación del año.

- Diablos - maldijo entonces. - Tendríamos que haber ido a una cabaña. ¿De quién fue la idea de ir a un hotel?

- Mía - dijo Xavi, apareciendo de la nada detrás de Lucho. - Si veníamos de vacaciones, no me gusta estar limpiando mi mugre ni haciendo mi cama. Prefiero ser atendido como rey, porque creo que me lo merezco.

- Oh, mi Lord - se burló Tadeo. - ¿Dónde fumaremos?

- Tendrás miles de lugares aquí para fumar y pasar inadvertido - sentenció Xavi y Lucho tuvo que reconocer que estaba de acuerdo.

Tadeo, como si además de estar ebrio, estaba predispuesto a brindarle a los demás una situación de incomodidad, le extendió su lata a Xavi y se dirigió hacia los baños de la estación de servicio. Lucho y Xavi se quedaron a solas, con la sublime incomodidad y tensión que podría desencadenar en golpes ante el menor intercambio de palabras.

- Sé que no nos conocemos mucho - dijo Xavi, intentando cortar el hielo. - Pero intentemos pasarla bien.

- Te pones tenso cuando no estoy - afirmó Lucho. - ¿Por qué?

- Lissandro es mi mejor amigo y me molesta cuando alguien aparece intentando ocupar mi lugar - afirmó Xavi.

Lucho estaba a punto de decir que dudaba mucho que el lugar que él ocupaba fuera el mismo que el de Xavi, pero se llamó al silencio. Dejó que el chico continuara con su explicación.

- Pero me pidió que deje de hacerte la vida imposible - continuó Xavi. - Así que intentaré dar lo mejor de mí.

- ¿Ya somos mejores amigos? - preguntó Lucho, que no podía tomarse en serio semejante premisa.

- No te burles - intervino Xavi.

Pero Lucho estaba lejos de llamarle la atención fastidiar a Xavi, en especial cuando era tan sencillo y cuando tendría una semana para hacerlo. En ese momento, lo único que le interesó fue las imágenes que había en la vidriera del shop de la estación de servicio.

- Mira esto - le indicó a Xavi, señalando a sus espaldas.

Xavi se giró y también analizó el cartel que tenía enfrente.

- Desaparecidos - afirmó Xavi.

- Es extraño, ¿no? - dijo Lucho. - Al menos cinco personas desaparecieron de Bahía Ausente en este verano. Todos turistas de otras localidades.

- Oh, vamos - Xavi adivinó el camino que quería tomar Lucho. - No sigas con eso que te contaron. No hay sirenas asesinando a los turistas.

- No sabemos si los asesina - reafirmó Lucho. - Y no sabemos si hay más de una.

Xavi puso los ojos en blanco. Realmente era muy sencillo sacarlo de quicio. Pero tenía razón en que aquello no debía ser más que una casualidad.

Una casualidad muy extraña. 

La Zona Prohibida en la PlayaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora