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Por la noche, bajo ya los efectos del alcohol, todo parecía olvidarse. O al menos, a Lucho le dejó de importar sus redencillas con Xavi o la sirena asesina. Finalmente pudo relajarse y disfrutar de aquellas vacaciones, lanzándole miradas cargadas de deseo a Lissandro, quien respondía de igual manera, como si fuera un código secreto.

Claro que esto duró poco tiempo, porque antes de medianoche, Lissandro anunció que no daba más y se iba a retirar a dormir.

- Un buen borracho sabe cuándo detenerse - dijo, como lema.

Pero el resto de los borrachos no sabía, así que decidieron seguir en la playa, frente al hotel.

- ¿Qué piensas de anoche? - le preguntó Lucho a Tadeo, cuando finalmente consideró que debían hablar del tema. - Me sigue pareciendo irreal.

- A mí también - admitió el muchacho.

- ¿Crees que deberíamos hacer algo?

- No somos héroes, Lucho - afirmó Tadeo. - Me conformo con evitar que nuestros amigos se dirigan a la zona prohibida.

A Lucho le pareció un buen plan, aunque eso significaba controlar a un grupo de alcoholizados para que no se moviera de los límites permitidos.

Decidió ir a mear a un callejón cercano, porque si tenía que subir hasta su habitación era probable que se quedara dormido al lado de Lissandro. O más probable es que Lissandro quisiera que tuvieran una sesión de sexo nocturno y tampoco pudiera resistirse.

No se había dado cuenta que Xavi lo siguió hasta el momento en el que se lo topó a sus espaldas.

El encuentro repentino lo llenó de una erotización que no pudo comprender de dónde venía, pero probablemente se debía a que así comenzaban las películas porno.

- No me caes bien - le dijo Xavi.

- Tampoco tú a mí - admitió Lucho. - ¿Has venido hasta aquí para decirme lo que ya sabíamos?

Xavi lo volvió a mirar con desdén. Si estaba intentando lanzarle una mirada asesina, no estaba haciendo un buen trabajo.

- Él sólo está confundido - afirmó Xavi. - No es gay.

No podía creer que estuviera escuchando aquello. No podía creer que la vida de aquel muchacho girara en torno a Lissandro. Ni siquiera él, que era su amante, le daba tanta relevancia.

- Hacemos muchas cosas gays - se burló Lucho. - Deberías vernos. Te encantaría.

- De acuerdo.

<<What?>>.

- De acuerdo, ¿qué? - preguntó Lucho.

- Quiero verlos.

Lucho se rió.

- Hasta que finalmente pudiste expresar tu deseo - dijo Lucho. - ¿Te gustaría mirar?

- Sí, quiero.

- Vamos a la habitación, entonces - señaló Lucho. 

La Zona Prohibida en la PlayaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora