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Era imposible no ver a Lissandro y que no se despierte un feroz y primitivo deseo de arrancarle la ropa con los dientes. No era un adicto a la moda, pero parecía que todo lo que se ponía le quedaba bien. Incluso cuando trabajaba de albañil, su ropa manchada y rota, se adhería a su piel como si en cualquier momento alguien le tomaría fotografías para una revista.

- Te ves bien - saludó Lucho, cuando Lissandro descendió del auto para abrir el baúl y así poder dejar el bolso.

Lissandro no respondió, pero sonrió. Sus amigos estaban dentro del auto y ellos no podían escuchar un intercambio de cumplidos lujuriosos. Pero tras sus gafas oscuras, pudo apreciar que también lo estaba estudiando con la mirada.

Lucho abrió la puerta y se sentó al lado de Tadeo. Era el que mejor le caía de todos los amigos de Lissandro. Era un muchacho serio e inteligente, aunque su personalidad podía aflorar por otras ramas cuando estaba bajo los efectos del alcohol, lo cual también era casi la mayoría del tiempo. Del otro lado del asiento trasero estaba Ernesto, un joven de piel pálida que hablaba a los gritos y era lo que Lucho consideraba un baboso potencial. En el asiento de acompañante, adelante, por supuesto que iba Xavi, un eterno rival de Lucho, que ni siquiera se giró para saludarlo.

La rivalidad entre ambos nunca tuvo un motivo visible. Simplemente, no se llevaban bien y ninguno iba a hacer el menor esfuerzo por intentar crear lazos. Las únicas palabras que se cruzaban, por lo general, eran municiones pesadas para desestabilizar al otro. El trofeo, asumía Lucho, era Lissandro. El mejor amigo de Lissandro estaba celoso de aquel vínculo, aunque Xavi no supiera con exactitud la verdadera forma en que ambos se vinculaban.

- ¡Listos para la fiesta y las mujeres! - gritó Ernesto, repentina e innecesariamente. Luego de exclamar, se volvió rápidamente hacia Lucho. - Y hombres también, claro.

- Tendrías que haberlo gritado también - se burló Lucho.

- No, pero quiero que sepas que tienes mi bendición para comerte todos los culitos de hombres que encuentres en la playa - dijo Ernesto, con un tono de volumen más alto del que se requería. - ¡Más mujeres para nosotros!

Ernesto era el clásico estereotipo de joven que debe morir en una película de terror.

- Cualquier culo, menos el mío - comentó Xavi, en su intento de hacer comedia.

Y ahí estaba, el primer comentario que hacía Xavi era un límite hacia Lucho.

- Tranquilo, Xavi - le dijo Lucho. - No tengo mal gusto.

- ¡Uuuuuuhhhh! - exclamó Ernesto, burlándose del acompañante delantero. - ¡Ni a los gays les pareces atractivo, Xavi!

- Eso dices porque no viste mi cola - afirmó Xavi.

- Tienes razón - admitió Lucho. - ¿Me la quieres mostrar?

- Tranquilos, chicos - Tadeo decidió intervenir antes de la que discusión se tornara mucho más gay. - Busquen un hotel.

Ninguno de los dos continuó peleando ante la intervención de Tadeo. Era como el rey encargado de administrar el orden. Quizá porque en su voz siempre tranquila, desprendía una paz casi budista.

Lucho tenía que reconocer que Xavi no era feo. Era delgado, siempre tenía una barba de tres días y tenía un rostro sumamente agrasiado. El único gran problema era su horrible personalidad. De todos modos, admitía que si la oportunidad se prestara para intimar con él, no le diría que no.

Miró a Lissandro por el espejo del retrovisor. Con sus lentes puestos, era difícil distinguir si le estaba devolviendo la mirada, pero no pudo evitar preguntarse, ¿cuánto drama traería si se acostara con Xavi? Y por un segundo, se permitió pensar en los dos amigos peleándose por su amor (o su cuerpo, para ser exacto) y tuvo una sonrisa en el rostro que le fue complicado disimular.

La Zona Prohibida en la PlayaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora