El hotel Orilla Blanca estaba ubicado a tres cuadras de la playa y era un edificio inmenso de cinco plantas. Como todo en el pueblo, su fachada estaba lejos de ser moderna, pese a que fue inaugurado hacía dos años. Sino que, acorde a toda la estética de la población, tenía un diseño gótico como si, en realidad, estuviera buscando albergue en un castillo.
- Este pueblo realmente es terrorífico - admitió Lucho, mirando el panorama.
- No seas cobarde - señaló Lissandro por detrás de él. - Iré a solicitar las habitaciones.
Los otros cuatro jóvenes ingresaron tras él pero se quedaron en el mostrador. Adentro, el lugar sí tenía la estructura tecnológica que su exterior no demostraba. Ernesto y Tadeo se tiraron en un sillón blanco, sin ánimos de ocultar que el viaje de tres horas los había agotado. Xavi y él se quedaron de pie.
Lucho no podía olvidar los afiches sobre los turistas desaparecidos. ¿Acaso había salido en las noticias? Probablemente no. A los medios nacionales poco le importaba lo que sucedía en un pueblo turístico como Bahía Ausente y probablemente a las autoridades del lugar, poco le importaba esa mala publicidad. Se sintió intranquilo.
Lissandro volvió con dos tarjetas magnéticas en su poder.
- Tarjetas - dijo Tadeo, con asombro. Tampoco coincidía con la imagen de la fachada. - Vaya.
- Dos habitaciones - indicó. - Una doble y una triple.
- ¿Cómo nos vamos a dividir? - preguntó Tadeo, mirando a todos los integrantes del grupo.
- Pensé que ustedes tres estarían más cómodos en una triple - indicó Lissandro, mirando a sus amigos.
- ¿Por qué pensaste una cosa así? - por supuesto, Xavi, tenía que cuestionar al respecto.
- Porque como yo estoy casado, no traeré a ninguna mujer en las noches - afirmó Lissandro, sonriendo. - Y si Lucho quiere estar con un chico, puede hacerlo en cualquier callejón.
- Tú siempre pensando en el bien común - sentenció Lucho con ironía.
Ni Tadeo ni Ernesto se mostraron en contra del supuesto, pero la expresión de Xavi continuaba siendo de confusión. Si tenía celos de la amistad de Lissandro con cualquier otra persona, ésto no hacía más que incrementar el fastidio.
- No se hagan como los que nunca estuvieron con una chica en la misma habitación donde el otro dormía - se burló Lissandro, intentando animar al grupo.
- Culpable - declaró Tadeo.
- Culpable - declaró Ernesto.
- ¿En qué momento hicieron una cosa así? - preguntó Xavi.
Pero como venía siendo algo habitual, ignoraron su inquietud y todos aceptaron las habitaciones acorde a la distribución de Lissandro.
El cuarto de los chicos estaba en el segundo piso, mientras que la habitación doble estaba en el último, por lo que Lissandro y Lucho continuaron la marcha en el ascensor en completo silencio hasta llegaron. Cuando abrieron la puerta, Lucho se sorprendió al descubrir que Lissandro había pedido una cama matrimonial.
- Una movida arriesgada - señaló Lucho.
Lissadron cerró la puerta detrás de él, tiró el bolso en el piso y, cual amante de culebrón de la tarde, corrió a abrazar la cintura de Lucho. Luego, le dio un profundo y apasionado beso en los labios.
Sólo bastaba ese choque de los labios como para que Lucho perdiera todo vestigio de razonamiento y empezara a calentarse. Lissandro buscó la entrepierna de Lucho y descubrió que su cuerpo estaba listo para un primer ataque.
- Estás goloso hoy - se burló Lissandro.
- Tú me pones así - afirmó Lucho, mirándolo a los ojos.
- No soy el único...
Lucho puso los ojos en blanco y se apartó un centímetro.
- ¿Me vas a hacer una escena de celos? - preguntó.
Lissandro comprendió automáticamente el tono de la pregunta y elevó sus manos en señal de rendición.
- Sigo fiel a nuestra política de no preguntar y de no comentar - afirmó.
- Y me sigue pareciendo bien que sea así.
- Aunque si te pones a pensar, es algo injusto - dijo Lissandro. - Porque con la única persona con la que estoy, aparte de ti, es con Clara.
- ¿Estás compitiendo conmigo por quién se acuesta con más personas? - preguntó Lucho, confundido y sin saber a qué venía aquel comentario.
- No, pero... - se interrumpió Lissandro. - Discúlpame. Me tomé a mal escuchar tu historia en el auto.
- Está bien - afirmó Lucho. - Yo no debí alardear sobre el chico de anoche. Lo siento. Quiero que sepas que realmente estoy feliz de estar aquí, de pasar este fin de semana contigo, y de todo lo que tú y yo vamos a hacer en estos días. Incluso si tengo que lidiar con Xavi.
- ¿Sigue molestándote? - preguntó Lissandro, genuinamente asombrado. - Le pedí que dejara de hacerlo.
- Me lo dijo - afirmó Lucho. - Pero no creo que dure mucho. Aún así, no voy a dejar que nos perturbe tampoco.
Fue un gesto conciliador que sirvió para volver a unir lo que aquellos rebuscados celos habían dividido. Funcionó. Volvieron a estrechar sus labios y a sumergirse en un ansiado beso de pasión.
Pero como Lissandro estaba con toda la energía para dividirlos, volvió a recordar que no podían continuar.
- Tengo que llamarla - dijo, mirándolo a los ojos como pidiéndole permiso. - Tengo que decirle que estamos aquí y que llegamos bien.
Lucho se rió. Por supuesto que entendía que debía llamar a su esposa y madre de sus dos pequeños hijos.
- Entiendo - afirmó Lucho. - Estaré fumando en el balcón.
Lo dejó a solas con su dilema conyugal y salió al pequeño balcón, dejándose dominar por una fresca brisa. Desde la altura en la que se encontraba, podía ver perfectamente la playa, algunos turistas que eran inmunes al horario donde el sol pega más fuerte y el encanto veraniego de Bahía Ausente. También vio que al norte, donde la arena daba paso a la vegetación, había un cerco de alambre con un cartel rojo. No alcanzaba a leer lo que decía, pero Lucho se lo imaginó.
<<Es la zona prohibida>>, pensó, prendiendo su cigarrillo. <<Allí es donde desaparecen los turistas>>.
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La Zona Prohibida en la Playa
ParanormalLucho acepta con gusto la invitación de Lissandro, ese hombre casado con el que se está acostando, para ir de vacaciones a las playas de Bahía Ausente. En el viaje también irán sus graciosos amigos, con los que tiene una buena relación (bueno, con...