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Lucho ingresó en la habitación que compartió con Lissandro para buscar su bolso. Lo encontró haciendo lo propio en la cama e intentó ir en puntas de pie para llamar la atención.

- No es necesario que entres así - le dijo Lissandro. - ¿Sabes que puedo verte, no?

- Lo siento - afirmó Lucho, intentando actuar con normalidad. - Qué viaje de locos tuvimos, ¿eh?

Lissandro lo lapidó con la mirada.

- Todavía no llegamos a eso.

Lucho suspiró. Tenía que ser fuerte.

- Lissandro, si después de lo que sucedió no quieres volver a verme, lo voy a entender perfectamente - afirmó, aunque su voz se quebró en el proceso. La idea de dejar de verlo le resultaba devastadora. - Lo que sucedió fue imperdonable y entiendo si tenemos que seguir caminos distintos.

Lissandro dejó de acomodar su ropa dentro del bolso y se quedó mirando la ventana. La lluvia del exterior había calmado su intensidad.

- Al contrario - dijo entonces.

- ¿Qué?

- Debí ver los límites que pasaba Xavi las veinte veces que me lo dijiste - suspiró Lisandro.

- No fue tu culpa.

- No me estoy culpando.

- Ah.

- Pero todo este embrollo se dio por cosas que oculté - afirm'po Lissandro. - Cosas que hace tiempo debieron salir a la luz. Si yo hubiera sido sincero con la gente que me rodeaba, no se hubiera dado lugar a estas situaciones.

Lucho tuvo que admitir no era un pensamiento equivocado. Si sus amigos hubieran sabido la verdad sobre él, probablemente no hubiera habido tanta especulación de parte de Xavi. O quizá sí. Quizá de todas maneras hubiera encontrado la forma de que sucediera exactamente como pasó. De todos modos, ya era demasiado tarde para eso.

- Yo facilicité lo que sucedió con Xavi anoche - le recordó Lucho. - Yo también soy cómplice.

- Tú puedes mamármela las veces que quieras, Lucho.

- Eres tan romántico.

- Pero Xavi no - afirmó Lissandro. - Pudo haber elegido mil caminos pero elegió lo que hizo anoche. No habrá más Xavi. A partir de ahora, vamos a ser libres.

- ¿Qué? - preguntó. - Xavi no es el que nos mantiene prisioneros.

Lissandro se rió al escuchar el absurdo.

- Lo sé, lo sé - afirmó. - Sé lo que tengo que hacer cuando volvamos. No será algo sencillo y no lo haré por ti, ni por nosotros, sino por mí. Será otra clase de viaje, menos grato que el que vivimos, si es que pudiera ser menos grato que éste, pero ojalá me esperes al final del recorrido.

Lucho sintió que su corazón comenzaba a latir con velocidad.

- Quiero estar al final - afirmó Lucho.

Lo rodeó con sus brazos al tiempo que volvía a darle un beso. Un beso de esperanza. Un beso de un amor que iba a transformarse. Un amor que probablemente recién comenzaría a sentir lo que era la libertad.

La Zona Prohibida en la PlayaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora