Parrillada en familia.

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–¿Y bien? —preguntó Roland con brazos cruzados. —¿Quien le dirá a mamá?

—Te toca a ti. —dijo Amelie apuntando acusadoramente.

—Pero yo no rompí la ventana con el balón de americano. —el chico de rizos puntualizó.

–Pero nosotros no tuvimos la culpa. —la pequeña morena de ojos azules se quejó y enseguida agregó. —¡Leo lanzó el balón muy fuerte!

Robin había salido solo un segundo, una milesima de segundo para preguntarle a Killian sobre el partido de esa noche, prometió que regresaría rápido y dejó a Roland a cargo, era día feriado para los niños pero eso no quería decir que su madre, la alcaldesa, no tuviera trabajo.

—¡Yo no lo lancé tan fuerte! —aseguró el pequeño niño con un puchero y cejas fruncidas.

Roland puso sus ojos en blanco cuando aún tenía el balón entre sus manos. Habían roto el ventanal que llevaba hacia el patio trasero. Los mellizos aseguraron que solo jugarían un rato y con cuidado, Roland había accedido cuando sus hermanos habían ido a buscar el balón a su habitación mientras el mayor jugaba Xbox.

—¿Que le dirán a papá? —el castaño con rizos preguntó acusadoramente mientras agregó. —No pueden echarse la culpa el uno al otro porque saben que ambos provocaron esto.

—¡Pero no es justo! —los mellizos gritaron al unísono, eran tan Robin y Regina cuando los veían juntos, Amelie tenía esa sensibilidad de su padre pero el temperamento de su madre. Sin embargo Leo era paciente aunque de carácter difícil de entender. Combinaciones perfectas con las que el matrimonio Locksley había tenido que luchar durante apenas seis años.

—Sí es justo. Cuando fueron el por balón a mi habitación creí que jugarían en el patio. —Roland repitió mientras dejaba el objeto culpable en un estante alto para buscar una escoba y recogedor para los restos de vidrio regados.

—Roland... —su hermanita habló con vacilación. —¿Puedo ayudar? —ella era una niña con amante en actividades del hogar y sin duda cuando se sentía culpable no podía evitar tener esa carita triste llena de preocupación.

—No. No puedes porque son vidrios y te cortaras, lo que menos quiero es que me castiguen a mi por dejarte tocar un vidrio. —aseguró el castaño que con los años se había vuelto bastante responsable, ahora tenía catorce años y cada vez se volvía tan apuesto como su padre.

Leo quien con brincos al estante quería tomar el balón para seguir jugando fue detenido por el sonido de la puerta. Incluso Roland se había quedado parado sintiendo a Amelie cubrirse con él abrazandolo de sus piernas.

—¡Papá! —gritó Leo corriendo hacia él y Robin lo cargo sonriendo.

—¿Que estaban haciendo? Lo siento si tarde pero su tío Killian... —el rubio quiso continuar pero no lo hizo cuando notó el balón en el estate, lugar que no pertenecía y luego miro a Roland con los objetos de limpieza. —¿Que hicieron?

—¡Fue Leo! —Amelie se apresuró a acusar cuando aún estaba cubriéndose con el cuerpo de su hermano mayor.

—¡Yo no fui! —Leo aseguró cruzando sus brazos de nuevo.

—No me digan que rompieron los vasos de cristal favoritos de su madre. Rompieron dos hace un mes. —suplicó Robin bajando a su hijo al saber cómo su esposa se pondría si habían terminado con aquella docena tan costosa.

—¿Como en cuanto sale reparar un ventanal? —preguntó Roland intentando ser serio pero con las expresiones de su padre simplemente no pudo.

Locksley... El insoportable vecino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora