Manual de padres

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Amelie estaba llorando bastante fuerte, despertó a todos en casa, incluido Roland quien dormía esperando ser levantando para ir a la escuela. Era su último día de esa segunda semana desde que sus hermanitos habían dormido, la familia estaba desvelada.

—Mi amor tranquila, vamos... —pidió Robin paseando por el cuarto de los mellizos, el pequeño Leo era un dormilón y Regina estaba durmiendo de nuevo a Roland, eran las cuatro de la mañana faltaban dos horas para que todos comenzarán la rutina habitual, pero la pequeña de ojos azules pensó lo contrario.

La niña de cabello negro sollozaba en el hombro de su padre y justo cuando sintió la presencia de su madre lloró de nuevo.

—Dámela, creó saber que tiene. —pidió la morena mientras la cargaba y se sentaba con ella en un sillón que habían comprado o más bien Robin había comprado como una sorpresa.

El rubio observó como la acosto y comenzó a darle masajistos en su estómago circularmente susurrando palabras consoladoras junto a su prometido cuando vio que se hinco con ella.

En menos de diez minutos, la pequeña Amelie Locksley se encontraba dormida de nuevo en brazos de su madre y con el mayor cuidado posible esta la acosto en su cuna nuevamente esperando que no despertará.

Robin revisó a Leo dándose cuenta que su pequeño campeón estaba bastante dormido, llegando a la conclusión de que tenía un sueño pesado, simplemente sonrió y tomo a su esposa entre sus brazos rodeandola por detrás para dirigirse a su habitación.

—¿Roland no dijo nada? —preguntó él cuando se estaba acostado y Regina se sentó para acostarse poco a poco sintiendo a su prometido acercarse.

—Lo mismo que me dijo hace tres noches, que ni le gustaba ver a sus hermanitos sufrir y que tenía mucho sueño. —respondió la morena pero gimio un poco de dolor cuando sintió que Robin la ayuda para acomodarse en su pecho.

—Lo siento, ¿Estás bien? ¿Duele? —preguntó preocupado cuando acaricio las vendas que tenía en su estómago.

—Sólo quiero que estás dos semanas pasen rápido, me siento tan inútil. —murmuró contra su cuello abrazandolo de su abdomen.

Robin intentaba consolarla siempre que se sentía así, era una mujer muy activa y se desesperaba fácilmente por tener que pasar todo el día en cama o caminar lento. La primera semana fue difícil pero ahora pasarían a la tercera y sólo faltaba la cuarta, entonces ella esperaría diez días más para asegurarse de no tener problemas en cuanto volviera a su rutina.

—¿Inútil? —preguntó él tomando su barbilla para hacer que lo mirará. —La mujer con la que me voy a casar es muchas cosas, excepto inútil o cualquier otro adjetivo desagradable. —Regina sólo se inclinó para besar sus labios recargandose de nuevo en su pecho sin soltarlo, mujer consentida. —Amor... Diste a luz dos hermosos niños, son nuestros hijos. No eres una mujer débil, Regina Mills es la mujer más fuerte que conozco y la amo por muchas cosas.

—Detente, me harás llorar y no puedo llorar, odio hacerlo frente a ti. —pidió cuando ella ya sentía sus ojos cristalinos, una palabra más y lloraría enserio.

—Siempre puedo besar tus lágrimas. —ofreció el hombre tentador y sintió unas gotas mojar la playera que usaba haciendo que la abrazara más contra él.

—¿Sabes que te amo mucho, no es así? —preguntó la morena acariciando su barba, era una pequeña costumbre desde hace meses.

—Lo sé, yo te amo también, nena. —murmuró contra su cabello dejando un beso. —Y también amo tus hormonas. —se apresuró a decir recibiendo un pequeño golpe en su estómago haciendo reír a ambos cuando Regina murmuró un cállate haciendo que Robin se acomodara nuevamente para dormir.

Locksley... El insoportable vecino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora