Comienzo feliz

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-Hogar dulce y cómodo hogar. -sonrió Regina mientras cargaba a Amelie en brazos y Robin llevaba a Leo y el pequeño Roland abría la puerta feliz con su cobijita doblada.

La morena agradeció eso, pues apenas podía caminar ya que había sido cesárea pero ciertamente dolía como el infierno incluso tocar el piso. Pero Roland había sido de bastante ayuda desde la salida del hospital ya que Zelena ofreció cuidar al pequeño pero Regina quería tener a toda su familia en casa y pensó que su pequeño niño se negaría lo cual fue cierto pues aseguro que quería cuidar a sus hermanitos en todo momento y ayudar a su madre.
Llegaron corriendo a la mansión y justo cuando Robin creyó que su hijo no tendría tenga energía como ellos corrió saltando al sillón eufórico y emocionado por la llegada de los mellizos.

-Mami, ¿Cuándo hablaran mis hermanitos? ¿Puedo cargarlos? ¡Qué tal si juego con Leo a los carritos! -brinco en el sofá riendo mientras usaba su cobija como capa.

-Aún no pueden sentarse ni hablar, es un proceso lento pero podrás ayudarme a cuidarlos mientras duerman, debemos evitar hacer ruido. -respondió la morena quien sonreía al ver a toda su familia feliz.

Robin sonrió por igual y se acercó a su prometida para tomar a Amelie con cuidado de no provocar un accidente subiendo a los pequeños uno en cada brazo para acostarlos en la cama a ambos los cuales se encontraban profundamente dormidos y darle oportunidad de regresar escaleras abajo para ayudar a la morena a subir escalón por escalón.

- ¿Duele mucho? -pregunto queriendo entenderla hasta que sintió una miraba fulminante por parte de ella. -Esta bien, supongo que debe doler mucho.

-Efectivamente, se siente como si te pegaran con una pelota de fútbol americano en los testículos. -quiso ser específica, dolía y en verdad dolía bastante, pero bueno que podía hacer, estaba feliz, tenía a sus mellizos por fin y un futuro esposo al cual amaba no podía pedir nada más.

-Una vez Roland me aventó un balón de soccer, bien podría doler más con el otro pero no quiero averiguar eso. -confeso haciendo reír a Regina aunque después se quejó del dolor haciendo que Robin pusiera más esfuerzo para terminar de subir las escaleras. -Esta bien, vamos a acostarte.

Regina se sentó con calma en la cama mientras veía a sus dos bebés acostados juntos cada uno con su manta rosa y azul respectivamente, ella sentía dolor pero no como lo presentía ya que su hermana le había ayudado en el hospital a colocarse una faja que debería usar durante la cuarentena, la pelirroja le aseguro que había funcionado bastante bien y tan solo escuchar el No puedes estar gorda en dos meses es la boda por parte de su hermana, fue más que suficiente motivación para colocársela.

-Gracias, amor. -sonrió pidiéndole a su prometido que se acercara para darle un tierno beso. -Por favor quedate conmigo.

-No pienso ir a ninguna parte, cariño. -aseguro mientras salía solo un momento al cuarto de Roland para traer una silla y estar cerca de ella.

Roland se había quedado abajo viendo caricaturas, quería estar con sus hermanitos pero entendía que eran pequeños y su mamá Marian siempre le contaba todos los cuidados que requería un bebé pequeñito, así que tomo un poco de jugo de manzana y lo subió para dárselo a su mamá Regina.

-Necesitas estar fuerte como Superman para poder cuidar a mis hermanitos, ellos parecen ser kriptonita. -declaro el pequeño castañito haciendo reír a sus padres mientras rápidamente se acercaba a sus hermanitos pero con sus manitas en su espalda porque según él estaba sucias. -Son chiquitos, muy pequeños.

-Así estabas tú, tan chiquito que podías caber en la palma de mi mano. -respondió su padre mientras veía con admiración a sus tres hijos.

-Pero ahora eres un niño grande y fuerte. -sonrio Regina mientras daba un sorbo de su jugó y Robin se lo quitaba enseguida para que evitara hacer algún esfuerzo poniéndolo en el buro-

Locksley... El insoportable vecino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora