Una sorpresa.

447 32 6
                                    

Un día de escuela como cualquier otro, Regina se sentía mejor de lo que alguna vez se hubiese sentido pues ahora los días se hacían más cortos para casarse con Robin Locksley.

También estaba orgullosa de saber la familia que estaba formando, su hermana Zelena estaba feliz por ella y estaba segura de que Cora Mills también lo estaría por todas las metas que ambas habían logrado completar.

El miércoles por la mañana Robin se levantó temprano como siempre durante la semana en la que su prometida se estaba recuperando, preparo a Roland con su uniforme, mochila y un sándwich de queso asado como desayuno.

—Te portas bien, vendré por ti en cuanto salgas, hijo. —El rubio dijo a su hijo cuando le entrego la lonchera azul metálica que Regina le había comprado hace un tiempo.

—Lo haré, papá, ¡Adiós! —Roland sonriente tomo su lonchera corriendo hacia el interior de la escuela cuando se topó con su pelirroja favorita.

— ¡Roland! —Vanessa habló sonriendo con un libro de cuentos entre sus manos, ella siempre tendia a llegar bastante temprano.

—¡Hola! ¿Estás lista para recibir tus calificaciones? —El pequeño de hoyuelos realmente estaba nervioso, no tenía idea alguna de como iría todo esto, al menos gracias a Regina en su pequeño examen de francés había rendido lo necesario.

—Sí, la señorita French no fue dura con nosotros, así que estamos bien.

Vanessa simplemente se encogió de hombros cuando ambos habían escuchado el timbre, tenían que ir a sus clases pues a pesar de que tenían la misma edad, iban en salones distintos.

—Te veré al rato, donde siempre. —Roland dijo antes de entrar a su salón completamente.

—Debajo de la escalera, ¡Traje galletas de oreo y mantequilla de maní! —Vane grito pero incluso antes de que pudiese responder ya habían obligado a su pequeño compañero a entrar al salón.

Cuando la maestra comenzó la clase en el salón, el pequeño hoyuelos sacó sus libros y su lápiz para comenzar todo. Amaba las clases de matemáticas, lo mejor de todo era que siempre las tenia como primera hora.

Mientras tanto, Robin había recogido el desayuno en Granny's, era de suponer que su prometida intentaría hacer algo, pero en cuanto fue a dejar a su hijo pudo aprovechar para correr por la playa, habían pasado dos horas cuando ya tenía realizadas ambas actividades, el rubio estaba metiendo la llave en la mansión hasta escuchó el llanto de un bebé, podía adivinar que era su princesa.

—¿No deja de llorar? —Preguntó una vez que estaba dentro viendo a una Regina desesperada intentó darle de comer a su pequeña bebé sin tener éxito.

—No se que ocurre, duerme bien, no duerme toda la noche, pero lo hace y no se, soy una madre horrible. —Su frustración de esta mujer estaba creciendo y ella misma lo sabía, ni siquiera hizo el almuerzo para Robin, estaba tratando de hacerse valer por si misma, faltaba muy poco de todos modos.

Robin negó con la cabeza quitándose la chamarra color azul que llevaba para hacer juego con sus deportivos. La dejó en el perchero y enseguida extendió sus brazos para cargar a Amelie.

La pequeña se recargo automáticamente en el tacto, la camiseta blanca de su padre, quizá era su humor pues se decía que las niñas siempre serían eso, las niñas de papá y que en ciertas ocasiones el humor del hombre que las engendro ayudaría a callarlos.

—Hola mi amor, ¿Como estás? —Robin comenzó a hablarle mientras caminaba por la sala, Regina solo la veía puesto que Leo se había quedado dormido en el porta bebé, ambos habían desayunado ya, pero justo después la pequeña pelinegra había comenzado a llorar.
—No debes de llorar, yo estaré aquí siempre, ¿De acuerdo? Tu madre intentará tranquilizarte aunque se que eres mi princesa y siempre querrás dormir en mis brazos. —Fue cuando Regina sonrió con devoción. Amaba a este hombre y lo cariñoso que era con sus hijos, era un padre maravilloso sin lugar a dudas.

Locksley... El insoportable vecino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora