01

100 7 0
                                    

Mara Collins observa a la chica que está sentada frente a ella. Hay quién se fijaría en ella porque es bonita. O por su espléndida melena pelirroja. Si los chicos de la clase se fijarán, verían como se le transparenta el sujetador a través de la camiseta. Sin embargo, Mara no puede apartar los ojos de otro detalle: una herida de un rojo intenso que debe medir algo más de cinco centímetros y le atraviesa el brazo desde el codo hasta la muñeca. Si se fija bien, incluso le parece ver restos de sangre seca.

¿Cómo se lo habrá hecho? No parece ese tipo de chicas.

A lo mejor tiene un gato. Un montón de gatitos.

Sí, eso es. Así es como se lo ha hecho jugando con su gato.

Mara se desploma en su asiento, pero su actitud no ha pasado desapercibida. La chica se gira hacía sus amigas y empieza a susurrar.

- Shhhhhh...

¿Qué estarán diciendo?.

Mara mira a las otras chicas con inseguridad. Le da mala espina que hablen de ella y está bastante segura de lo que estarán diciendo.

Esa es la que no tiene padres.

No. Es la que mató a sus padres.

Los cuchicheos de las chicas le recuerdan el crujir de las hojas secas. Mara siempre ha odiado ese sonido. Tiene que luchar para no taparse los oídos con las manos. No quiere llamar la atención sobre su persona. Pero tampoco puede hacer nada para parar el torrente de ruido que sale de sus bocas. Shhhhh...

Mara se levanta bruscamente. Uno de los cordones se le enreda con la pata de la silla y pierde el equilibrio. Sus libros caen armando un tremendo escándalo y Mara aguanta su pupitre intentando mantenerse de pie.

Silencio absoluto. Todo el mundo la mira.

Se da cuenta de que le arden las mejillas y se gira hacía las chicas que estaban cuchicheando.

- ¿Mara?- La voz de la señora Brennan suena intranquila. Parece que no está fingiendo, realmente está preocupada.

Es buena profesora. Es buena con los niños gordos, y con los que tienen granos ¿Por qué no con los niños huérfanos? ¿Por qué no con los asesinos?.

- Yo...- Mara se pone de pie lentamente - Yo... quería... ir al baño- Las mejillas le arden. Se avergüenza de su torpeza, y del modo en que ha mirado a aquellas chicas. Y... ¿No se le habría podido ocurrir alguna excusa diferente?.

La señora Brennan asiente, aunque con una mirada titubeante, como si sospecha algo.

En ese momento a Mara ya no le importa nada. Solamente puede pensar en huir rápidamente y dejar atrás todas aquella sonrisitas arrogantes. Recoge sus libros y la mochila, y en cuanto atraviesa la puerta empieza a correr pasillo abajo.

No, espera. No se permite correr por los pasillos. Frena y se pone a caminar. Eso es lo último que necesita, que la regañen por algo tan estúpido como correr por los pasillos. El baño huele a tabaco. No hay nadie. Bien. La puerta de uno de los baños se balancea medio abierta. La cierra de un puntapié y baja la tapa del inodoro antes de sentarse. Busca algo dentro de su bolsa. Se exaspera al no encontrar lo que necesita tan desesperante. ¿Y si se le ha olvidado? Cuando está a punto de abandonar toda esperanza y ponerse a aullar como un perro, sus manos encuentran el deseado metal. Con los dedos se asegura de que esté bien afilada. Perfecto, es una cuchilla nueva.

Las voces de las chicas resuenan en su interior. Su clamor le hace perder todo atisbo de razón. Se sube la manga.

El pinchazo de la cuchilla acaba con el ruido. Hace desaparecer el recuerdo de sus miradas inquisitivas. Mara se miro el brazo y observa la vida que surge de él.

Pequeños hilos de fluido rojo que se convierten en grandes peonías.

Peonías como las solía plantar mi madre.

Mara cierra los ojos, como bebiendo el silencio. Su respiración es más profunda con cada incursión de la cuchilla. El silencio reina a su alrededor. No como cuando tropezó en clase. Ahora suena puro y perfecto.

Algo que duele tanto no es que te haga sentir bien exactamente. Es más la sensación de que está bien, que es lo correcto. Y algo que está bien no puede ser malo. Tiene que ser bueno.

Es bueno. Es mejor que bueno.

Es mejor que cualquier sensación.

Mejor que la leche materna.

La chica con la sonrisa rota 《Kim Taehyung》 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora