Mara se aleja del espejo.
Se mira los brazos un momento. Si alguien mirará con atención enseguida notaría las violentas heridas rojas bajo las finas mangas de algodón de su camisa. Pero es algo en lo que casi nadie observa.
Se sube las mangas y examina las heridas más recientes. Abre el botiquín y saca un tubo de alcohol. Tiene mucho cuidado en no dejar que se le infecte ninguna herida. No quiere complicaciones. Alice ya ha empezado ha mirarla de una manera extraña. No para de preguntarle por qué le pide camisas de manga larga con el buen tiempo que está haciendo con el veranillo de San Martín. Ella no puede comprender que Mara, a quien antes le preocupaba tanto que ponerse, ahora elije su ropa con un único criterio: ¿le cubrirá las cicatrices?.
Preocuparse de sus cosas ya no es tan sencillo como antes. No puede símplemente dejar su ropa sucia en el cesto de la ropa sucia. El otro día tuvo que enterrar una de sus blusas manchada de sangre en el parque. No puede arriesgarse a dejar cosas como esa por ahí. No se sintió mal perder la blusa, pero fue terrible tener que escapar la tierra. Más tarde, de camino a casa, le pareció ver un rottweiler jugando con ella.
Mara oye el teléfono. Es casi la hora favorita de Ester para llamar. Rápidamente, sin vacilar, se gira y pone la ducha.
- ¿Mara? - Alice la llama.- ¡Teléfono para ti! ¡Es Ester!.
Se asoma por la puerta del baño.
- ¡Lo siento, estoy en la ducha!.
Con esto debería valer. Deja la ducha encendida, se quita los pantalones y la camiseta y, sentada en el suelo del baño, se pone un poco de crema antiséptica en las heridas que tiene peor pinta. Tarda unos diez minutos para acabar en ponerla pero finalmente termina en curarse las heridas.
- ¡Mara! - grita su hermano.- ¡ A cenar!.
- Ya voy - contesta Mara apagando la ducha. Se pone la ropa y hace una mueca de dolor cuando los pantalones se enganchan con la crema. Sería mucho más lógico colocar algún tipo de vendaje, pero la gasa se notaría a través de la ropa.
- ¡Hola! - intenta parecer animada al entrar a la cocina.
- Madre mía ¡Qué rápido se te seca el pelo! - dice Alice sonriendo.
- ¡Ah, sí! Bueno, él gorro de baño nisiquiera me ha desecho la trenza.- Mara le devuelve la sonrisa. Tiene que hacer un verdadero esfuerzo. La simple idea de sentarse y cenar la deja exhausta, porque es el único momento del día en el que no puede sentarse cara a cara frente al único miembro de la familia vivo.
No debería ser así. Ver a su hermano debería ser, el único rayo de luz en este paisaje sombrío en que se ha convertido su vida, pero, simplemente, no es así.
Porque, por alguna razón, aquella lluviosa noche de marzo no había acabado solo con la vida de sus padres. Por alguna razón, como si él también hubiera estado en el coche, aquella noche también había perdido a su hermano.
Siempre tiene esa sensación. Su relación está tan tota por todas partes que a todos los afectos la hace pensar que vive con un extraño. Hasta el punto que le resulta más difícil soportar que la pérdida de sus padres, ellos han muerto, se han ido para siempre. Pero estar en constante contacto con su hermano - la persona con la que antes estaba más unida, la única persona que le queda - verle hablar con él, y ha pesar de eso y de no tener ningún tipo de conexión con él es mucho más doloroso de lo que jamás hubiera imaginado.
A veces Mara intenta convencerse a si misma de que algún día las cosas volverán a la normalidad entre ellos. Al fin t al cabo ya habían pasado épocas en las que casi no se hablaban. Él es diez años mayor, y esa diferencia de edad no les ha hecho tener siempre una relación fácil.
Mara recuerda cuando él tenía quince años y ella cinco. En aquella época, ha Josh no le gustaba mucho tener una hermana pequeña. Quería salir y hacer su vida en lugar de quedarse en casa cuidando de ella. Por su parte, ha Mara tampoco le gustaba mucho él. Pero las cosas fueron cambiando al hacerse mayor. En algún momento entre los diez o los once años, por alguna razón las cosas habían cambiado y él se había convertido en su confidente, amigo y protector. De repente, era divertido tener un hermano mayor con el que se llevaba tantos años.
Si se empeña, Mara es capaz de olvidar, por un momento, que está viviendo con Josh e imaginar que está de visita como lo hubiera hecho el año pasado, cuando se sentía agobiada por la atención de sus padres, cuando tenía la sensación de que se metían en su vida más para presionarla que para ayudarla. En momentos así, solía ir a pasar el fin de semana con Josh y Alice, lo que provocaba la envidia de sus amigas.
Mara se pasa horas recordando como eran aquellos fines de semana, como iban las cosas entonces. Josh acababa de licenciarse en la universidade. Alice y él estaban a punto de ser padres.
Todo parecía perfecto.
Pero Mara había acabado con esa vida de película de su hermano tal y como acabó con la vida de sus padres. Alice no quería volver a trabajar. Pero tuvo que volver a trabajar en lugar de quedarse en casa y cuidar de Nicole como había planeado. En lugar de preparar sus clases, Josh tenía que preocuparse del dinero todo el tiempo.
Tiene que preocuparse de poder llegar a fin de mes. Tiene que preocuparse de Mara. En muchos aspectos, él parece llevar bien está carga. Es tan fuerte, tan considerado, tan competente, la trata de un modo absolutamente perfecto que, desde afuera, parece que no falla nada. Es absolutamente educado con ella, como si se tratará de una extraña de quien tiene que preocuparse, y se hace cargo de está obligación con la máxima seriedad. Pero entre ellos ha crecido un muro de hielo.
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La chica con la sonrisa rota 《Kim Taehyung》
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