En un principio Mara pensó que se quedaría allí y que Josh, Alice y Nicole irían con ella. En cierto modo, hubiera sido lo más sensato. El apartamento, aunque tiene la medida exacta para una pareja y un bebé, se ha quedado pequeña desde su llegada. Pero, desde el primer momento, Josh negaba la idea, argumentando que la comunicación no era buena. Durante veinte años los padres de Mara solían tomar el tren, pero solo dos veces por semana y, si bien el horario de clases era parecido, el trabajo de Alice la hubiera obligado a viajar cada día.
De todos modos, aunque no sea la situación más cómoda, Mara no puede evitar estar de acuerdo con su hermano. Aunque su casa es grande y espaciosa, vivir allí no hubiera sido precisamente fácil, y no por los viajes precisamente, sino porque la casa está llena de recuerdos y sentimientos.
Demasiado llena de fantasmas.
Había estado allí un par de veces desde el accidente. La primera vez fue con Josh para recoger los libros de sus padres y traerlos al departamento. Resultó ser una idea desastrosa que tuvieron que dejar á medias. De hecho, ese viaje afectó tanto a Josh que se negó a volver a entrar en la casa. Cuando regresaron, Alice y él se quedaron en el coche mientras Mara, que se sentía como una refugiada, una desplazada huyendo de su país para ir a un territorio desconocido, recorría la casa en busca de algo de ropa para meter en su mochila. Ahora desearía haberse tomado más tiempo para pensar en lo que recogía. No le cupo gran cosa prestadas a Alice. ¿No hubiera sido mejor coger un par de libros que le importaban en lugar de tres pares de pantalones, dos camisas y una falda? Le encantaría poder estar leyendo Bulfinch en la vieja edición de su padre y no en esta triste edición barata que había adquirido en una franquicia del centro.
Mara no sabe por qué le duele la garganta. No entiende que le piquen los ojos, de repente.
¡Es solamente un libro!.
Tira la edición de bolsillo al otro extremo de la habitación, donde cae al suelo con todas las páginas dobladas.
- Spi, mladenets moy prekrasnyy.
Mara se queda helada. Se pone pálida y agarra con fuerza una punta de la colcha al oír la voz de su madre flotando en la escalera. Al cabo de unos segundos se da cuenta de que es Alice, que le está cantando a Nicole. Josh debe de haberle enseñado la canción, una antigua nana rusa que su madre solía cantarles.
Se levanta de la cama y entra en el cuarto de baño para mojarse la cara con agua fría.
Se mira al espejo durante unos segundos y mira su cara como si fuese la de una extraña.
¿Quién es ella?.
Mara supo que, para la mayoría de la gente, su aspecto no ha cambiado, a excepción del pelo. No tiene ni ganas, ni energía para arreglárselo como antes y lo lleva recogido en una trenza que le llega a media espalda.
Pero ella no se reconoce. Posiblemente su cara no sea diferente, pero su mirada si que lo es. Es peor que si sus ojos no tuvieran vida, porque su expresión es completamente nula. Levanta una mano para cubrirlos en el espejo. Recuerda el reflejo que solía mirarla desde el espejo. Aquellos ojos no estaban muertos.
Mara nunca había sido consciente de ser feliz. Simplemente no se le había ocurrido pensar que en su vida ya tenía todo lo que podía querer o necesitar.
Lo único que puede provocar la risa de Mara ahora es el modo en como antes daba todas las cosas por sentadas. En el pasado, como ir mal con la escuela o que un chico la dejará plantada y la destrozada. ¿Cómo podía saber lo que la vida le tenía reservado? Sacude la cabeza al pensar en lo estúpida que era al ponerse triste porque su vestido favorito se había echado a perder en la lavandería o alguna tontería por el estilo.
¡Tonta!.
De repente, siente una necesidad incontrolable de golpear su cabeza contra el espejo.
Eliminar esa absurda expresión de su cara. Sin embargo, sabe que no puede. Aquí no, ahora no. No con Alice en el piso de abajo y Josh entrando por la puerta.
En lugar de eso, se mira pausadamente, aprieta los labios y escupe sobre el reflejo del su cara con todo el veneno que puede reunir. Mara sabe que se está poniendo melodramática pero, ¿Qué más da? El escupitajo se desliza espejo abajo y vuelve a encontrarse con el par de ojos muertos.
¿Quién eres?.
Está no es la Mara que ha vivido dentro de ella los últimos diecisiete años.
Es otra persona.
Una asesina.
Una chica que se corta.
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La chica con la sonrisa rota 《Kim Taehyung》
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