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- No está en préstamo hasta el día 26.- dice la señora Hermoon con una sonrisa dinámica y profesional. Mara está de pie junto a ella tras el mostrador, reprimiendo un bostezo. Está cansada. Gracias a Dios que su turno en la biblioteca está a punto de acabar. Lanza una mirada furtiva al reloj. No exactamente a punto, aún le quedan cuarenta y cinco minutos.

Mara sabe perfectamente que debería estar agradecida por tener esté trabajo. Al fin y al cabo, su hermano tuvo que mover un montón de hilos para conseguirlo. Trabaja en la biblioteca de la universidad tres tardes a la semana. Gana algo de dinero. No el suficiente, per sí más del que ganaría si estuviera en su pueblo sirviendo helados en la cafetería.

Por supuesto, allí todo el dinero que ganará sería para ella. Pero las cosas son un poco diferentes ahora. Tiene que trabajar para ayudar a su hermano con los gastos. Ahora debe preocuparse de cosas como la factura de la luz. Sin embargo, eso tampoco es tan terrible. No en comparación con el resto de su vida.

- Creo que podemos conseguirlo por préstamos interbibliotecario.- continúa la señora Hermoon.- Mara, ¿te encargas tú?.

La señora Hermoon la mira con severidad, dispuesta a atacar si comete cualquier error. No es que sea mala persona. Es bastante simpática con el resto de la gente, es solo que no le gusta tener a Mara merodeando por su biblioteca. La mayoría de personas que trabajan para ella son estudiantes de universidad, y los que no, son adultos que han elegido hacer carrera como bibliotecarios. Basta con decir que Mara es la única estudiante de instituto que hay por aquí.

Es como todo lo demás. Últimamente, es como si Mara no perteneciera a ninguna parte.

Mara coge la ficha que le tipo a rellenado con una caligrafía temblorosa y enmarañada. Busca un complicado estudio sobre unos filósofos del siglo XII. Alza la mirada para ver su cara. Es mayor. Bastante mayor. Debe rondar los setenta. Siempre le resulta interesante ver a los diferentes tipos de personas que se pasan por aquí.

- Debería llegar en un par de días - le dice mientras teclea el número de catálogo - ¿Ha escrito su número de teléfono? - vuelve a mirar la ficha - Perfecto, te llamaremos en cuanto nos llegue.

- Excelente - responde el hombre, con auténtico entusiasmo. Mara se fijo en su agradable sonrisa. Seguro que es un profesor de universidad jubilado al que todavía le gusta leer. Le brillan los ojos ante la idea de poder tener el libro entre sus manos. Su padre podría haber sido así en veinte años. La simple idea de poder leer una nueva monografía de una tribu perdida de Nueva Guinea hubiera sido motivo de nervios y emoción.

Hubiera sido.

Una ola de desesperación la invade por sorpresa. Incluso le cuesta mantenerse en pie. Se aferra al mostrador con tanta fuerza que los nudillos se le ponen blancos. No puede permitirse perder el control aquí. ¿Habría algún modo, alguno, de mancharse a hacer lo que necesita sin que la señora Hermoon se enfadara con ella? Mara mira su mochila bajo una de las silla. Solo con saber que están ahí ya se siente algo mejor. Aparta las manos del mostrador y las aprieta contra sus brazos, deleitándose con el ardor que le produce el contacto del algodón con las heridas abiertas. Eso le tendrá que valer por ahora.

- ¡Mara! - La voz de la señora Hermoon suena rotundamente. Es evidente que no es la primera vez que la llama.

- ¡Perdón! - Mara se incorpora sobresaltada. Hace lo posible por dejar de fijarse en la mochila y centrarse en el rostro malhumorado de la señora Hermoon.

- Necesito que vayas al depósito.

- De acuerdo - responde asintiendocon la cabeza, aunque en realidad odia ir al depósito. Está lleno de estanterías y pilas de libros de fantasmas. No es que ella crea en esas cosas pero...

- Esté joven a olvidado allí su carné de identidad. Debes acompañarle.

Mara se fija en el chico que está apoyado en el mostrador detrás de la señora Hermoon. Esté no tiene precisamente setenta años. Es un chico que, como muchos, tendrá unos años más que ella. El joven se aparta el pelo de los ojos y esbozó una sonrisa cuadrada. La señora Hermoon asiente y se marcha, pero el chico continúa ahí. La está mirando. Mara siente cómo él observa cada uno de sus movimientos mientras ella termina de encargar el préstamo interbibliotecario. Mara está segura de que se está comportando como una paranoica, pero le aterroriza la mirada insistente del chico. Le recuerda a las chicas de la escuela. No le gusta la idea de tener que subir al depósito con él, para postergar el momento, se toma más tiempo del necesario para rellenar el formulario.

- ¿Qué? ¿Cómo va eso? - dice el chico tras un par de minutos. Empieza a impacientarse. Golpea el mostrador con los dedos y su voz suena diferente. Parece que ya no está tan interesado en ella.

Mara suspira aliviada. A esto sí que puede enfrentarse.

- Sí, claro. Un segundo - contesto con un tono de voz parecido.

- ¿Por qué no me dejas que termine yo con esto?- le dice Minho mientras coge la ficha del hombre del siglo XII - Minho es uno de los estudiantes universitarios, casi de la edad de su hermano. A Mara le gusta- En fin, todo lo que le puede gustar a alguien en está época de su vida. Se porta bien con ella y la ha sacado de más de un apuró.

- Gracia - contesta en un susurro. En realidad desearía que la dejará a ella acabar con el trabajo en el ordenador y que fuera él quien acompañara al chico al depósito.

- Bueno. Vamos allá - Mara camino unos pasos por adelante de él, hacia el ascensor.

- ¿Sabes dónde está esto? - pregunta, mirando ma ficha que ha rellenado el chico - No importa, ya lo hago yo - Entra en el ascensor y aprieta el botón para ir al décimo piso. Las puertas se cierran y se quedan a solas. Mara fija la mirada en los números que se iluminan.

- Me llamo Kim Taehyung, pero dime Tae - dice, después de un momento - ¿Y tú?.

- Mara.

- Mara...- hace una pausa, obviamente esperando una respuesta - ¿Mara? - le repite, después de un segundo - ¿Mara qué más?.

A Mara no se le ocurre ninguna manera de contestarle sin ser absolutamente grosera.

- Collins - le dice.

- ¿Eres familia de Josh Collins? - le pregunta observándola con curiosidad - Ya me había parecido que te conocía. El año pasado hice antropología con él. Es genial.

La chica con la sonrisa rota 《Kim Taehyung》 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora