Día 1: Katy

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En cuanto estuvo sola, Katy, emocionada, liberó a Dizum, que hasta entonces había estado oculto en su bolso. Temía que alguno de los asistentes o que el director mismo pudieran verlo y que no le permitieran quedarse en el colegio. Pero mientras se encontraran en el bosque, todo iba a estar bien.

—¡Busquemos! —exclamó él con un maullido, y ambos comenzaron a explorar la extensión de árboles que los rodeaba.

Katy y Dizum corrieron por entre la naturaleza, trepando a veces a algunas ramas y dando grandes saltos, con la efusividad que solo la libertad y la ansiedad les podía provocar. ¡Katy estaba segurísima de que ganaría esta prueba! Sentía que sus instintos cazadores se elevaban en la naturaleza y más aún con la compañía de Dizum. No tardarían en encontrar sus cofres con puntaje. Ganaría una de esas becas junto a Dizum, serían reconocidos como los primeros felinos en estar en el Concejo, y por supuesto, como los mejores villanos de la Nación, porque lo serían.

Mientras pensaba estas cosas, Katy observó a Dizum correr y saltar junto a ella, a la par, a la misma velocidad. ¡Era tan lindo tener la compañía de un gato! Podían pasar horas en silencio sin que les molestara, no como con algunas personas, con quienes no se puede evitar caer en silencios incómodos. Dizum era una súper cómoda compañía, con la que, además, compartían aficiones. Y de alguna manera, hacía que, por fin, Katy se sintiera completa y a gusto. Estuvieron buscando todo el día, en el que lograron obtener 10 puntos en total.

Cuando cayó la noche, después de su ágil y extensa búsqueda, decidieron que ya era hora de descansar. Exhaustos, se acomodaron para dormir rodeados de arbustos: ella en su bolsa de dormir y él en un buzo que Katy le prestó. Guardó cuidadosamente su tesoro de puntos recolectados en la mochila, que le servía de almohada.

—Hay que conseguir más —opinó Dizum, mientras probaba la comodidad del buzo, que Katy había puesto hecho un bollo, para que tuviera más suavidad.

Y los dos ya se disponían a dormir, cuando el pequeño compañero felino levantó sus orejas.

—¿Qué pasa? —le preguntó Katy y él la miró asustado.

—¿Escuchaste eso?

Katy negó con la cabeza, la verdad es que estaba tan cansada que no había estado muy atenta, pero pronto pudo escucharlo también: eran pasos. De esos que tratan de ser sigilosos, pero se oyen igual. Se oía cuando pisaban las ramitas y hojas secas. Y se acercaban. Las orejas de Katy se tensaron, en alerta.

Ah no, si era alguien que se atreviera a robarles, iba a tener que vérselas con ella. Katy se levantó para escuchar mejor y para ponerse en posición de alerta. Dizum ya estaba de pie.

—¿Quién es? —preguntó en voz alta, pero no obtuvo respuesta—. No estoy de humor para juegos, quien esté por ahí que responda —dijo, intentando que su voz sonara lo más intimidante posible. Habría sonado mejor si no tuviera tanto sueño; era culpa del director, por hacerlos levantar temprano.

Nada. Y otra vez los pasos. De pronto, con el rabillo del ojo vio una silueta escondiéndose detrás de un árbol. Katy giró su cabeza inmediatamente hacia ese sector, comenzaba a asustarse, pero estaba dispuesta a luchar. Sacó sus garras, esto se estaba poniendo serio.

Katy y su felino compañero se agazaparon en dirección al árbol. Definitivamente había alguien allí, al que planeaban saltarle de sorpresa, pero la persona escondida, ¡saltó antes sobre Katy! Y lo hizo con tanta fuerza, que la tiró al suelo. ¡Gruñía y trataba de morderla! Gracias a su visión nocturna, ella pudo verlo bastante bien, se trataba de un chico, más alto que ella. Tenía unos grandes dientes afilados y sus manos eran garras. Parecía algo como un hombre-lobo. ¡Era espantoso!

Escuela de Villanos [1]: Los IniciosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora