Día 3: Frost

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Esta prueba era pan comido, había 50 concursantes en el bosque, de los cuales los mejores 30 ganarían, las posibilidades estaban a su favor. La mejor estrategia sería utilizar todos los días de la semana al máximo y estar siempre alerta a posibles ladrones.

Frost dormía sobre los árboles, eso lo había mantenido un poco más a salvo. 

Los primeros dos días de Frost fueron tranquilos, demasiados tranquilos en comparación a los días en los que apareció el enano.

El tercer día, se encontraba solo buscando cofres, en paz, ya tenía una buena suma, 22 puntos, cuando de pronto comenzó a escuchar pasos que corrían, que corrían hacia él.

—¡Frooost! ¡Frooost! —Escuchó gritar a una voz aguda y lamentablemente familiar. Era Dafs, que venía a toda velocidad—. Al fin encuentro a alguie... —Dafs pisó una raíz y cayó de cara al suelo.

Frost no pudo disimular una leve sonrisa. El enano se quejó un poco, pero se incorporó con la cara llena de tierra, que se sacudió y siguió acercándose.

—¿Y ya encontraste algún puntaje? —le preguntó a Frost, cuando finalmente estuvo cerca.

—Nada que te interese —le respondió él, seco.

Lo que menos quería era un compañero en esta prueba y mucho menos a alguien tan ruidoso como Dafs. De modo que comenzó a caminar, retirándose de su lado.

Desafortunadamente, Dafs lo siguió. Frost pudo sentir su presencia detrás de él y su voz chillona se lo confirmó segundos después:

—Ah, bueno —le contestó sin comprender a lo que se refería—, si no me interesa no me cuentes, yo encontré 15 puntos, mira. Estaba muy solo, en realidad había encontrado más de 15 puntos, pero alguien me robó el otro, probablemente alguien como Tad, o alguien así de sigiloso que yo no pude darme cuenta en qué momento sucedió, o quizá los dejé descuidados un momento y entonces desaparecieron, así que caminé solitariamente hasta que...

¿En serio pensaba que Frost iba a detenerse a escucharlo? Comenzó a caminar más rápido, intentando perderlo entre la espesa vegetación del bosque.

—¡Ey! —lo llamó.

Diablos.

—No me interesa —le respondió sinceramente.

—Está bien —le contestó Dafs. Qué bueno que finalmente entendiera—. Pero no te vayas, no me gusta estar solo, porque una vez, cuando era chiquito...

"Ugh, ahí viene el dolor de cabeza" —pensó Frost.

Decidió interrumpirlo, por su salud:

—¿Es que nunca te callas? —le preguntó directamente.

¿Que no le gustaba estar solo? ¿A quién no le gusta eso? ¿Cómo encontraba la paz ese chico entonces?

—Claro que me callo —le respondió él—. No podría estar hablando todo el día ¿no? Aunque un día, un amigo me retó a que lo hiciera, y creo que lo hice, pero no me acuerdo muy bien, porque fue hace mucho... a ver... creo que fue cuando...

—¡Silencio! ¿Por qué no vas por tu camino y yo por el mío? —Frost suspiró.

—Ay, qué mala onda. Mira, está bien, me callo, me quedo en silencio, mudo como jirafa, ¿sabías que las jirafas son mudas? Creo que son el único mamífero que no produce sonido...

Al menos, si Frost se esforzaba lo suficiente, podría bloquear el estridente sonido de su voz, pero aun así prefería el silencio.

—En fin, así me quedaré, como jirafa, aunque yo no soy tan alto, pero si me dejas acompañarte, porque no me gusta estar solo ¿sabías? Es como que...

Escuela de Villanos [1]: Los IniciosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora