Eternas Memorias

1 | I: El brillo de una estrella

Después de una extensa lluvia, el calor vuelve a aquella cabaña situada en un pueblo sin nombre. Un anciano yace sentado en un sofá, con los ojos cerrados; una abuela espera con paciencia la llegada de su nieto, un pequeño niño que no puede mantener sus pies quietos. Cuando Gianny nació, su abuela lo tomó en sus brazos y comenzó a tararearle una vieja canción. Con el paso del tiempo, ella comenzaría a mostrarle fotografías de su pasado y lo valioso que un recuerdo se vuelve año tras año.

«—Una foto puede hacerte viajar en el tiempo —le dijo— ves el pasado como quien mira al cielo nocturno —el niño eleva la mirada— y reparas en el brillo de una estrella. Aquella foto brilla en tu cielo nocturno. Es la luz que viaja miles de millones de kilómetros aun cuando esa estrella ya se haya apagado. Mirar una foto es mirar al pasado. Es mirar en tu galería de recuerdos.»

Fue entonces cuando, a escasos años de morir, Eva se decidió por aventurarse a contar su historia a través de algunas fotografías claves en su camino al reencuentro con una persona que dejó marca en su vida. Desde aquel entonces, guarda en su corazón una galería que comprende el instante en que aquellos ojos le devolvieron al padre que nunca pudo abrazar, admirar o recordar. Luego de desempacar, ambos seres se encontrarían sentados en el pórtico de la cabaña, y Eva comenzaría:

—Te noto algo impaciente. Has crecido mucho desde la última vez, pero para mí siempre serás mi pequeño —le pregunta con la mirada: ¿Listo? Y el pequeño afirma con la cabeza—. Una tarde mientras el viento llevaba consigo copos de nieve entrando por la ventana, una tierna silueta subió hasta un cuarto escondido detrás de la pared. Año tras año, una pequeña niña contemplaba desde allí la belleza de la primavera, la fragilidad del otoño, el acogedor resguardo del verano y la inquietud del invierno. Un día, en aquel mismo sitio, se dio cuenta que junto a una pared habían ladrillos, de modo que fue colocando uno encima de otro hasta formar lo que para ella fue un gran edificio. La pared le sirvió además para dibujar el cielo de primavera, los árboles de otoño, las palmeras del verano y una linda cabaña cubierta por la nieve de invierno; también tomó un trozo de tiza y en la cima del gran edificio dibujó un hombre sonriente. Al llegar al verano, el sol entraba por aquella ventana y una sombra cubría poco a poco el gran rascacielos. Desde ese entonces, volvería eventualmente, tomaría los ladrillos grandes y pequeños para construir su propia pequeña gran ciudad, aprovechando las hojas que eran traídas por el viento, la arena asemejando el desierto y una pequeña cámara sin rollo como máquina del tiempo. En su pequeña ciudad cada ser que entraba en la máquina podía viajar al pasado y abrir su galería de recuerdos, sólo hasta que se asome el gran hombre sonriente al caer el sol. Ella continuamente se quedaba dormida en medio de su mundo de ladrillos y hojas, soñando que era parte de su gran ciudad. Una noche, luego de luchar por cerrar los ojos, la luz de la luna asomó a la ventana y acarició suavemente su mejilla, y antes que se marche del pequeño cuarto, la vieja cámara atrapó la imagen; ella se transportaría a través de la pequeña máquina del tiempo y vio cómo su padre yacía asomado a la ventana, con un regalo después de un largo viaje. Corrió entonces y abrió la puerta. Abrazada por una cortina de recuerdos, trató de ver su rostro. Al levantar la cabeza, lo único que notó es una gran tormenta de nieve. Despierta. Se frota los ojos. Se lamenta en silencio, pero ve que la pequeña máquina del tiempo ahora posee un rollo. A la mañana siguiente bajó los escalones, se sentó en uno de ellos y apuntó por primera vez en aquella dirección.

La abuela pide unos segundos para mostrarle una foto y se dirige hacia su cuarto. El pequeño la ve tomando asiento sobre su cama, observando aquella fracción del pasado con detenimiento y cómo caía en un profundo sueño. Gianny va hacia la habitación y desde la puerta observa una foto en blanco y negro; su abuela cuando apenas era una niña, una pequeña niña en medio de una pequeña gran ciudad.