16 | IX: Su bella y única mirada

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Mucho tiempo. Viajaron durante mucho tiempo. Eva no sabía el día exacto en que su familia regresaría, por ello cada noche preparaba café caliente para todos.

—La siguiente entrevista fue con el pianista. Era el hombre más sonriente del lugar. La primera pregunta que le hice fue acerca de su interés por el piano. Sabes qué fue lo que me respondió —Gianny niega con la cabeza—. Me respondió que nunca había visto un piano su vida. Creía que era una broma. Entonces volví a preguntar y recibí la misma respuesta. El hombre padecía demencia senil, lo supe luego de perder los estribos y reclamar al encargado de piso. Un poco mal de mi parte. Muy mal de hecho. Y antes que preguntes, es una enfermedad que afecta tu memoria, esa peculiar galería de recuerdos. Puede llegar a borrar todas las veces que tomaste café, todas las veces que viajaste por el mar, el libro que te hizo imaginar un mundo distinto. Olvidarías que tuviste una abuela que te contaba sus historias, su sonrisa, su bella y única mirada. Y quizá aún no tengas edad para comprender del todo lo que te quiero decir, pero hay situaciones en las que no siempre podrás ganar, ¿sabes? Muchas de las personas que vi en ese hospital estaban atrapadas en una situación o una enfermedad, y nada podían hacer al respecto. Sólo aceptar las cosas y resignarse, o aceptar las cosas y sonreír. Ellos decidían liberarse al tomar un camino que los llevara hacia la felicidad dentro de esas paredes. Pequeño, cuando entiendas esto, podrás liberarte al tomar tu propio camino —la anciana de cabellos claros acaricia el cabello del pequeño—. Te equivocarás más veces de las que puedes imaginar, pero así aprenderás y aprenderás a amar a ese que está al otro lado del espejo. Ya sea con una cámara o enseñando matemáticas, si amas lo que haces y lo conviertes en tu trabajo, habrán días malos y todavía querrás dar todo tu esfuerzo porque aquello que te apasiona, que te hace sentir vivo —la abuela se detiene, carraspea y exhala—, será como la cola de una estrella fugaz. Tú eres la estrella fugaz —la abuela carraspea—. Volviendo a lo del pianista —sonríe ladeando su cabeza—, nunca pude conversar con él. Realmente quería saber qué era lo que lo motivaba a entretener a toda la gente que conformaba el grupo de aquel piso. Pero no podía documentar aquella peculiar historia si actuaba de esa manera. Según me comentaron, no hablaba mucho, casi nada. Pero cuando se sentada, no había quien lo saque. Cuando tuve la oportunidad, aproveché para tomarle una foto. Antes de irme, escuché unos segundos de su música... Unos segundos y nada más.

Gianny toma la foto entre sus manos. Ve al hombre. Hay algo en su mirada que sólo la lente de la cámara pudo descifrar. Mantiene la imagen delante de sí, antes de notar cómo la luz del día comenzaba a desaparecer. Eva ubica la foto en su lugar y se despide del pequeño. Despeina su cabello y ve esos ojos claros por última vez antes de apagar la luz.

Eternas MemoriasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora