Faltaban tres minutos para que el sol desaparezca atravesando el infinito horizonte; y en una cabaña, cerca de la orilla del mar en ese pueblo sin nombre, un viejo abrazaba a su mujer, traía en su pecho la noción de que esta será la última vez. Su voz era frágil, pero sus brazos eran fuertes.
La anciana de cabellos claros miraba a las estrellas en aquel lugar de techo inexistente, y tarareaba una canción mientras acariciaba a su amado.
Bajo la noche, rodeados del cantar pasivo de los grillos, aquella pareja que compartió décadas de recuerdos habría de separarse en un último beso, en el mismo instante en que una estrella fugaz rompía en el cielo antes de desaparecer llevando esa vieja alma consigo, y dejando a un viejo abrazando su almohada, tarareando la canción del recuerdo.
La sala vacía esperaba con anhelo tres minutos antes del amanecer, para que un antaño ángel de grandes alas lo visite, y la vida y la muerte dancen juntas al menos esta vez, con los dedos enlazados, los recuerdos olvidados, y una melodía, y una voz que nunca dejarán de sonar.
Al otro día, aquel hombre de cabellos claros recordaría con amor cada evento, cada tragedia, cada momento en que pasó al lado de su amada Eva.
Lamentablemente, la cabaña no soportó el tiempo y aquel anciano tuvo que mudarse a un gran rascacielos. Un día, luego de levantarse y bostezar largamente, subiría hasta el último piso. Vería todo con mayor calma y claridad; entonces se quedó sentado hasta que la noche se decidió en visitarlo, adornada con algunos copos de nieve.
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Eternas Memorias
Ficción GeneralUna foto puede hacerte viajar en el tiempo. Ves el pasado como quien mira al cielo nocturno, y reparas en el brillo de una estrella. Aquella foto brilla en tu cielo nocturno; es la luz que viaja miles de millones de kilómetros aún cuando esa estrell...