13 | VII: Cerró sus ojos

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Han transcurrido varios días desde la última vez que Eva estuvo con su nieto. La situación bélica de los territorios cercanos se pone muy tensa. En uno de los fines de semana, los padres de Gianny se lo llevaron para escoger la casa en donde vivirían al llegar a su nueva ciudad. La mañana en que partieron, la anciana de cabellos claros se dirigió a la entrada de su casa. Camina un poco hasta que sus pies comienzan a percibir el frío del suelo. Al llegar a la palmera, un hombre de ojos claros la recibe entre sus brazos. Su cabaña ha sido testigo de los diversos inviernos y otoños, veranos y primaveras de aquella longeva pareja. Si se pudiese detener el tiempo a su alrededor, se podría apreciar cómo las hojas quedan suspendidas cerca de un gorrión a punto de cantar.

***

Yacía mi cuerpo sobre la nieve y las gotas heladas no cesaban de caer. El invierno había llegado pronto aquella temporada, y en un instante poco usual de la mañana, un gorrión se posó sobre la ventana y comenzó a cantar. Mientras el sol trataba de hacerse presente en aquellas horas, la ventana se cubría con un fino manto blanco; las horas transcurrieron de manera muy rápida, y al caer la noche, cada parte de esta zona frente al mar estaba cubierta por agua congelada. Al voltear hacia el oeste, mientras el viento azotaba sin piedad, estaba ella, observando tranquilamente las estrellas que no se ven. Algunos copos de nieve habían adornado su cabello, haciendo que luzca como parte de esta fría estación de invierno; y en ningún momento dejó de observar al cielo. Busqué un abrigo más grande que el que ella traía puesto, pero no lo hallé. Salí y el viento golpeaba con fuerza; llegué hasta ella. Parecía recordar algo; su mirada no era la de todas las noches. Entonces la abracé. Las hojas de los árboles volaban a la deriva; la marea era irregular y casi no se escuchaba el golpear de las olas. Los segundos pasaban, y permanecíamos en medio de nuestro calor, lejos del frío. Hasta que una estrella brilló por encima de todas, y ella cerró sus ojos. Habrán pasado muchos segundos, incontables para esos hermosos ojos; no fue hasta que el viento se tornó más violento que regresamos a la querida cabaña. Encendimos una fogata. Segundos después, fue ella quien me abrazó. Y cada vez que mi corazón se decida por recordar el invierno, no volverá a mi mente las frías escenas de una helada, sino el mágico momento de calor, en los brazos de mi amada.

***

Atrás en el tiempo, yace un guerrero perdido, buscando un lugar dónde refugiarse. Ha visto caer a sus compañeros; ha visto caer a sus amigos; ha visto morir sus esperanzas en frente de sus ojos. Pero no se rinde, no ahora. Al momento del estallido de una bomba, la luz de la luna se golpea en sus ojos. Su fuente proviene del antiguo edificio de espejos. Camina hasta allá y toma asiento. No sabría distinguir cuál está roto o cuál no tiene desperfectos. Toma aliento y se dispone por buscar algo de comida, dondequiera que sea. Sin embargo, tropieza y cae frente a una vieja máquina de escribir. La observa durante algunos segundos. Los ojos se cristalizan. Ubica sus manos sobre las teclas, y se deja llevar por el frío de la noche. El frío nocturno cubre sus mejillas. La voz de la noche canta en sus orejas. Cada vez que se vuelve a ver en el espejo, es como si envejeciera a una velocidad formidable. Quizá sólo está soñando. Quizá nunca despertó y ahora yace escribiendo en una rústica máquina dentro de un salón que le quita el sueño. Ve el reloj de la pared y repara en que aquí el tiempo avanza con mayor rapidez. A medida que sus dedos cobran vida sobre las teclas de la máquina, uno a uno, se van llenando de arrugas. Sus huesos comienzan a crujir, su visión se torna borrosa, todo lo puede ver a través de aquellos espejos llenos de desperfectos. Cree que ha sido suficiente, pero no puede levantarse. Sus pies están pegados al suelo y sus manos siguen tecleando sin piedad. Grita desesperado, pide auxilio gastando gran parte de su voz. Pero no es escuchado. Lo cierto es que Johannes es otra víctima más de la guerra. Ha presenciado todas muertes de sus amigos, su madre lo abandonó cuando era tan sólo un niño, y ahora pagaría el precio de un esclavo cuyo amo no hace más que torturarlo. Trata de levantarse nuevamente y lo consigue. Caen espejos a su alrededor. Suenan gritos de ira y horror. Pero él poco o nada puede hacer. Está sometido a pasar la noche en ese lugar, un lugar muy diferente a lo que él podía recordar como hogar. Su hogar... Tan lejos de aquí como se pudiese imaginar. Al levantarse, en cada espejo a su alrededor se encontraba uno de sus amigos. Quizá nunca más los volviese a ver, por lo que trató de correr hacia ellos y no soltarlo nunca más. Quienquiera que en esos momentos se encontrase paseando por la casa de los espejos, sólo podría escuchar un grito y cómo uno a uno, iban cayendo los espejos sobre el pobre Samuel. Como pocos, había sucumbido demasiado bajo ante los estragos de una vida en desgracia. Él luchaba en contra del pueblo sin nombre; sin embargo, nunca supo realmente el porqué. Sólo leyó una carta que anunciaba el llamado a todos los hombres de la región y dudó en enlistarse. Entonces, dejó todo lo que iba a hacer aquella tarde y cerró la puerta con llave. Qué tenía que perder. No es como si pudiese ocurrir algo realmente trágico en el camino. No es como si le pudiesen afectar más de lo que ya estaba. Sin embargo, allí estaba ahora, bajo los espejos de una antigua atracción del viejo pueblo. Tomó entre sus manos la última lágrima que sus ojos brotaban y las dejó caer sobre una pequeña semilla, una semilla que germinaría para dar frutos que posteriormente Gianny comería. Una vida de tragedias que dio paso a uno de los momentos más felices de aquel pequeño niño. Al momento de absorber la gota, una diminuta raíz saldría a su encuentro. Samuel la saludó, antes de cerrar sus ojos aquella fría noche. Quizá la planta no lo sabía, pero había sido salvada de ser olvidada en medio de una guerra, por uno de aquellos combatientes que atentaban contra el suelo en que ella misma había germinado. Sin embargo, poco después usaría lo poco que quedaba del cuerpo de Samuel para absorber parte de su energía y evitar que muera en vano.

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