22 | Foto IX

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Un niño juega con una pelota. Comienza a correr y tropieza. Trata de levantarse pero no puede. En ese momento la pelota regresa a sus manos y el suelo desaparece. No cae. Se queda suspendido mientras ve cómo la pelota toma la forma de un planeta que él conoce muy bien. Lo toma entre sus manos. Ahora es verde y azul. Entonces lo gira hacia la izquierda, y las tonalidades comienzan a variar. Avanza poco a poco y su pelota se comienza a enfriar. Sigue retrocediendo en el tiempo hasta que sólo es una pequeña bola de fuego y roca. Todos comenzamos allí. Siendo nada. En medio del caos surgió la vida. En medio del caos se enraizaron las primeras bases para dar origen a todo lo que conocemos. El niño observa la bola de fuego y comienza a girarla hacia la derecha, tanto como fuese posible. Va adquiriendo la forma que es ahora. Se detiene cuando adquiere el verde y azul, nuevamente. Es, quizá, más hermosa de lo que nunca jamás será. Curioso, vuelve a girarla hacia la derecha. Entonces ve un destello en alguna parte del planeta. Es como si algo hubiese afectado el equilibrio natural. Sigue avanzando. Ahora, en una parte de él nota una nube gigantesca de humo y cenizas. Retrocede un poco para reparar en lo sucedido y lo encuentra. Casi al mismo tiempo, dos destellos surgen. Posterior a ellos, una inmensa nube negra se hace presente en la superficie. Una nube que duraría apenas un segundo mientras la Tierra gira. ¿Qué habrá ocurrido?, se pregunta. Vuelve a girarla hacia la derecha. En un punto, los destellos sobre la superficie se harían cada vez más frecuentes. El hermoso verde comenzaría a escasear y un tono marrón distinguiría a pequeña pelota. Es así como mientras gira, gira y gira, la Tierra parece consumirse a sí misma. Cualquier situación que esté afectando de esa manera al planeta, debía ser detenida en ese momento. Pero el niño no tenía forma de ver más allá de los destellos. Temía que cualquier cosa que suceda afecte a su pequeño planeta. Entonces detuvo su movimiento, pero él comenzaría a girar alrededor de aquella esfera. Sería obligado a ver cómo su planeta se afectaba a sí mismo. Primero el verde escasearía, las blancas nubes que antes lo cubrían ahora se tornarían grises y negras. Con el pasar del tiempo un último destello se dio lugar e hizo brillar toda la superficie, seguida por una cortina de toxicidad. A partir de allí, el planeta retomaría su color. Giraría durante un largo tiempo sin ningún tercero que afecte sus bellos colores. Entonces, a medida que el niño retomaba la sensación en sus pies, podía estar seguro que quienquiera que fuese el responsable de aquel destello, nunca más volvió a aparecer.

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