27 | XVII: Una eterna memoria

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«Un niño vestido de blanco entra en escena. En sus manos yace un rifle cargado que encontró por el suelo. Avanza sin un rumbo fijo, temiendo por cada paso que tiene que dar».

—Abuelita, te espero en la entrada. Mis padres quieren hablar contigo.

«El niño avanza a lo largo de una pequeña ciudad. Todo está llamas. Y los rayos de sol llegan hasta los cadáveres de decenas de habitantes; llegan hasta el pequeño que lucha por desaparecer de esta horrible escena».

La madre y la abuela de Gianny se encuentran en la sala, a tan sólo unos cuantos metros de dónde aquella centenaria mujer tomó su primera fotografía; Gianny espera jugando en la entrada, con algunos copos de nieve entre sus dedos.

«Cientos de soldados vestidos de rojo avanzan a lo largo de la multitud; nadie puede hacer nada al respecto, mientras cada vez más seres humanos —no muy distintos entre sí— se suman a la larga lista. Y a lo lejos se ve cómo un pequeño busca un refugio donde pueda recibir algo de calor».

En la sala se proyecta un par de sombras. Una le cuestiona a la otra. Mientras que la sombra más longeva se niega ante sus interrogantes; un tren de ciento dos metros hace vibrar los rieles de una estación a lo lejos.

«Las personas vestidas de gris yacen postradas en el suelo, mientras un pequeño camina escondiéndose de las decenas de hombres de rojo. A sus costados todavía tiene algunos seres humanos vestidos de blanco como él, pero la realidad es que son tan pocos que lo único que hacen es esperar el momento en que deban usar sus grises prendas».

—Entiendo lo que dices. Me parece correcto que quieras llevarte a Gianny para que crezca en un mejor lugar. Este dejó de ser un sitio seguro para él desde hace mucho tiempo. Nada a un radio de 100 acres es lo suficientemente seguro para un niño vestido de blanco —su hija asiente con la cabeza—. Pero no, no puedo abandonar mi hogar. Y aunque con todo el dolor de mi corazón lo digo, debes marcharte ahora que puedes hacerlo.

«El pequeño ha encontrado algo de comida. Un pan de tamaño considerable envuelto en papel de cartón».

—Tu padre y yo estaremos bien. ¿No crees que ya es momento de que veas por la hermosa familia que has formado?

«Toma el gran trozo de pan envuelto y lo atesora como si hubiese encontrado un poco de vida a la que aferrarse. Entonces da un primer mordisco; y la vida le devuelve un momentáneo pero invaluable suspiro».

La discusión entre las dos sombras proyectadas se vuelve eterna. Mientras una madre busca la salvación de su hija, aquella hija no sólo busca la salvación de Gianny, sino la de toda su familia. No quiere dejarla aquí; no ahora, no en un momento en el que esta cabaña podría formar parte de un presente sin recuerdos. Y el humo de un conjunto de vagones tomaba lugar en medio de la noche.

—Quiero que busques la casa más bonita, que escojas la ropa más cómoda, y que le des a tu hijo uno de los regalos más grandes que una madre le podría dar: una vida llena de amor y libertad —su  hija la abraza y la anciana de cabellos claros conforta a su niña—. Tranquila, no llores mi pequeña. Todo está bien. Todo estará muy bien.

«El niño vestido de blanco yace en medio de una casa abandonada. Siguió los pasos de otros infantes hasta allí. No sabe qué hacer. Fuera de su ventana sólo se escuchan gritos y súplicas; pero nadie buscando algún niño perdido. El pequeño desliza su cuerpo hacia el suelo apoyando su espalda en la pared, hasta que sus brazos rodearon sus delgadas piernas. Aún tiene un poco de pan por comer, pero siente todavía un vacío que el trigo no podrá llenar esta noche; una lágrima cayó por su mejilla».

Una gota de agua se desprendió del cielo, y viajó hasta la palma de la mano de Gianny. Éste eleva su mirada y sólo puede contemplar el instante en que una estrella deja de brillar.

«Llevaron los cuerpos de varios niños en carretas. Uno de ellos todavía guardaba un trozo de pan en uno de sus bolsillos. Decenas de niños murieron a manos de soldados; o incendios de edificios; o el hambre. Pero una de las muertes más dolorosas eran aquellas que se daban en silencio; una muerte sin memoria: una muerte en soledad».

—Cuida mucho a tu mami. Tú eres un hombre muy fuerte.

—Lo haré.

—Y también cuida mucho a tu papi. Nunca sabes cuándo hasta un hombre tan fuerte como él necesite un abrazo.

—Lo haré.

—Ha llegado el momento de decir adiós, pequeño.

—Abuelita.

—Pequeño.

—Te amo, abuelita.

«Luego de algunos años, un puñado de personas, cada una con un rol específico, llega hasta el eje central del enemigo. Traían consigo un mando que detonaría cada explosivo ubicado milimétricamente en los puntos más importantes del bando contrario. Luego de infiltrarse por meses, y algunas bajas irremediables, llegó el momento de dar fin a esta maldita guerra. La noche es joven, y el puñado avanza con cautela. Todo soldado que se interponía en el camino era dado de baja; todavía restaba un detonante por instalar. Qué no hubieran dado para que sus hijos estuviesen en el momento en que la libertad les fuese devuelta. No había nada más qué hacer, todo estaba listo. Entraron diez hombres y mujeres vestidos de blanco; llegaron sólo dos al objetivo principal. Finalmente ha llegado la hora. Con todo el dolor que esto acarreaba, liberarían a un pueblo que vivió y murió en medio de la melodía compuesta con tinta roja. Uno a uno, los fuegos artificiales que se veían a la distancia indicaban qué explosivos iban detonando. Desde las lejanías, era ver un espectáculo sin precedentes; en el sitio, un infierno. Aquel puñado sacrificó sus vidas para dar paso a una nueva generación que resurgiría de las cenizas de su pasado. Y una nueva melodía nacería en medio del silencio de cada hogar sin memoria.»

Eva tomó a Gianny entre sus brazos y lo levantó tan alto que casi pudo tocar las estrellas el tiempo suficiente como para formar parte de una eterna memoria que recorrería cada oscuro rincón de este vasto universo.

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