20 | XII: Asomada a la ventana

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Eva espera en la sala. Antes de partir, toma un poco de su tiempo para ver el atardecer a través de la ventana de aquél hospital; en unas horas donaría un poco de su sangre para quienes lo necesiten. Toma entre sus manos una foto. Se le había olvidado a Bruss la noche anterior. Y esperaría en el tiempo restante del día como una buena excusa para dársela. En la foto yace una niña pequeña asomada a una ventana. Una luz reflejada impide ver sus ojos, pero eso hace que resalten más sus mejillas, sus delicadas y regordetas mejillas. Eva ahora yace en una sala más pequeña, con un catéter en su brazo. En lo alto de la pared puede ver el tipo de sangre de cada paciente o huésped de la fundación, incluso de aquellos a los que ella entrevistó. Toma una foto con su brazo libre y luego, con la cámara, puede apreciar con mayor detalle los tipos de sangre. Ella era compatible con Bruss. Sonríe. Las casualidades de la vida, se dice, sólo falta que también sea mi padre. Aprecia esa posibilidad unos instantes. Mira nuevamente la foto de la niña. Imagina que podría ser ella, asomada a su ventana con sus regordetas mejillas, su cabello corto y una sonrisa que adorna tiernamente la foto, viendo cómo Bruss sale en busca de un futuro muy incierto. El médico le avisa que retirará la aguja, ella respira y más temprano que tarde, estaría a minutos de observarlo frente al piano. Ya tiene preparado un pequeño discurso. Lo vino practicando con los demás pacientes, agradeciendo su cordial atención el tiempo que estuvo con cada uno de ellos. Ahora se encuentra algo nerviosa por la situación de Bruss, pero esperaba que no fuese distinta. Toma nuevamente la foto entre sus manos y observa el reverso.

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