Dolor y gloria

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La verdad, no me podía sacar la imagen de Robin medio desnuda de la cabeza... Tenía el cuerpo de una diosa, y esa mirada... parecía que me podía leer el alma. Además, vaya tanga de encaje, color morado oscuro, que le hacía ese culo, que....
-Zoro, vuelve - Luffy me miraba de manera socarrona, con una sonrisa torcida - Como no dejes de pensar en ella o en su culo, se te va a salir la polla de los pantalones, y no queremos eso.

Me puse jodidamente colorado. No me reconocía. El gran Roronoa, ¿cachondo a simple vista? Imposible. Pero es que tenía algo...

-Luffy.... ¿Crees que deberíamos dejarla en esa habitación?
-Zoro, aún es demasiado pronto para coger a Crocodile. Y créeme - se crujió los nudillos - que no le tienes más ganas de las que le tengo yo. Necesitamos encontrar pruebas para que nos apoye la Marina.

Me quedé pensativo... Luffy tenía razón; teníamos el apoyo de su abuelo Garp, pero había oficiales metidos en asuntos aún más turbios que el contrabando. También contábamos con el apoyo de Sabo y los revolucionarios, aparte de que tanto Sabo como Garp también tenían ganas de venganza. ¿Pero acaso sería suficiente?

Continuamente volvían a mí esas preguntas, buscando maneras de desentrañar esto, sin implicar a gente inocente. Personas como los trabajadores de Crocodile. Ahora mismo estaban investigando sobre ellos; si había alguna posibilidad de saber las causas que los llevaron ahí, Sabo y su equipo la encontrarían. Pero había preguntas que me interesaban más... ¿Qué clase de contrato tenía Nico Robin?
No lograba entender cómo alguien así podía someterse de esa forma; debería ser al revés en todo caso.

Crocodile aprovechó para entrar en su despacho en ese momento, mirándonos con cara de curiosidad y superioridad.
-¿A que es jodidamente buena? Tiene una boquita...
Herví de ira por dentro. Me obligué a apretar los puños y callarme, dejando a Luffy el trabajo de hablar con ese desecho.
-Es maravillosa, sí. Te lo tenías bien guardado eh...
-Una cosita así no se encuentra fácilmente. Era escurridiza como una víbora - nos sonrió de manera lobuna, revolviéndome el estómago - pero todo el mundo sabe que, la letra, con sangre entra.
Dicho esto, entró a la habitación en la que se había metido Robin.
Luffy me miraba de soslayo, mientras yo hacía todo lo posible por calmarme.
-Zoro, deberíamos irnos de aquí. Puede que sospeche. Además de que tenemos que hablar con Sabo y con nuestro D.
Asentí, sabía que tenía razón, pero algo me impedía irme. Había una parte dentro de mí, llamémoslo instinto, que me gritaba que me quedase en esa habitación, que algo estaba pasando.
-Sal tú e intenta contactar con tu hermano; mientras, iré a hablar con nuestro hombre.

Luffy asintió, no muy convencido, y salió del despacho. Aprovechando su marcha, me acerqué a la puerta de la habitación, intentando escuchar algo.
Oía voces amortiguadas, aunque nada distinguible. Estaba lleno de rabia por lo que ese bastardo le hacía pasar a esa pobre mujer, pero debía controlarme.
Comencé a alejarme de la puerta, decidido a salir de allí, cuando escuché algo extraño. Un ruido elástico, restallante, que me puso los pelos de punta. Ese sonido se repitió varias veces, seguido de la voz de Crocodile. No oía voz alguna de mujer.
Cuando cesaron los estallidos, escuché que unos pasos se acercaban a la puerta, por lo que corrí a esconderme detrás de un sofá del despacho.
Vi cómo Crocodile salía con prisa, azotando a su marcha la puerta, cerrándola con un impulso excesivo y un golpe sordo.

¿Qué cojones acababa de pasar?

No pude pensar mucho más, cuando unos suaves pasos llamaron mi atención. Era Robin. Salía lentamente, con la cabeza baja.
Seguía con el tanga puesto, pero parecía más menuda, cohibida, nada de la reina que había podido vislumbrar unas horas antes.
Observé su paso errático por la habitación, para quedarme paralizado al verla agacharse a por sus ropas.
Llevaba la espalda llena de cortes. Recientes, sangrantes, unos más profundos que otros, pero que sin duda habían sido producidos por esos estallidos.
No podía moverme.
Veía cómo escurría la sangre por su delicada espalda, para resbalar hasta sus piernas y, finalmente, al suelo.
¿Por qué? ¿Por qué la hacía esto? ¿Por qué ella se dejaba? ¿Por qué yo no me movía para ayudarla?
Cuando hubo recogido toda su ropa, se acercó a la mesa, cogiendo la botella de whisky. Le dio un trago largo y vi cómo, tras coger aire profundamente, vertió el líquido marrón a chorro por su espalda.
Ni siquiera emitió un mísero quejido, solamente agarró con fuerza los bordes de la mesa, y yo sabía por experiencia que eso escocía horrores, como si te arrancaran la piel a tiras.
Una vez hubo acabado, se puso el jersey y la falda y salió por la puerta, más recompuesta.
Yo seguía estático en mi escondite. Estaba totalmente mudo. Tenía que contarle a Luffy lo que acababa de ver y preguntarle a nuestro D si esto era muy típico en ese sádico de mierda.
Además de que mantendría vigilada a esa mujer... Por el bien de ambos.

Fortune (Zorobin)  •ACABADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora