Acción-Reacción

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No podía ser. No él. No aquí.
Me había esmerado todo lo posible para que no dieran conmigo. Quería acabar con ellos, pero desde las sombras.
¿Por qué aparecía ahora Rucci?

Esto desembocó en un montón de recuerdos de Ohara ardiendo, de mi gente gritando, del olor del fuego y carne chamuscada... De Saul.... Reprimí como pude las arcadas.

¿De veras me valía la pena seguir huyendo? No podía contra todos ellos sola, al igual que tampoco podía implicar a mis compañeros; por mucho que dijeran que estaban para mí y demás... No podía.

Finalmente, oí los pasos alejarse de mi puerta; eso implicaba que Nami se había marchado ya.
Había llegado la hora.
Podía seguir tirada en el suelo como si de un muñeco de trapo se tratase, llorando y lamentándome... O ir a revelarme. Crocodile había aceptado el mantenerme oculta; lo que implicaba que nuestro contrato se había roto al traer a Rucci. No tenía nada que perder.

Poco a poco me puse de pie, atenta por si escuchaba algún ruido en el pasillo que indicase que alguno de mis compañeros seguía por allí.
Me puse una chaqueta y una falda larga, buscando la comodidad. No iba a ir a exponerme o a venderme a ese mamonazo. Iba a ir a pedirle explicaciones, a recordarle qué trato teníamos y a enterarme de qué iba a pasar ahora.

Lentamente, fui quitando las vueltas de las llaves, quitando los cerrojos. Tal vez sí que fuese un poco paranoica, pero nunca estaba de más esa seguridad.
Me asomé al pasillo y comprobé mi teoría: ya se habían ido todos.
Cerré mi puerta lentamente, reduciendo al mínimo el sonido del pestillo al encajar.
Caminé por el pasillo intentando hacer el menor ruido posible, cosa que se me daba bastante bien.
Una vez llegué a la puerta, la abrí y vi que la sala seguía llena de gente; al cambiarme la ropa llamaría menos la atención. Me colaba entre los grupos de personas que se bebían sus copas, rezando para no cruzarme con Franky o Nami... o Chopper...
Una vez estaba a punto de salir de la multitud, vi que el despacho de Crocodile estaba cerrado; esto implicaba que estaba en una reunión. ¿Con quién? Me daba igual. Ahora yo tenía unas prioridades.

Caminé con paso firme hasta su puerta, cogí aire y me preparé mentalmente para el reto que tenía a continuación. Giré el pomo y entré al despacho.

Ahí estaba. Crocodile. Mirándome fijamente, de forma burlona, mientras a su lado estaba sentado Rucci. Dos por uno.

-Nico Robin, cuanto tiempo.
-¿Acaso os conocíais? -Crocodile se reía descaradamente. Se me crisparon hasta los dedos de los pies. ¿Cómo podía no envenenarse a sí mismo con lo podrido que estaba?
-Déjate de juegos. Sabes por qué entré a trabajar aquí y qué trato teníamos. -Me paré y señalé a Rucci.- ¿Por qué le has traído? Nadie ha podido dar conmigo hasta ahora, y siempre he seguido mi mismo protocolo. Así que deja de mentirme y dime de qué coño va esto.
-Robin, querida. Nuestro primer trato fue satisfactorio. Tú engatusabas a la gente mientras yo iba escalando. Te diste cuenta de que todos los de Ohara murieron y tuvimos un "ligero" encontronazo que supimos superar bien. Ahora trabajas para mí porque sabes que soy capaz de hacerles mucho daño a esas personitas que son tus compañeros. Sé de dónde viene cada uno, qué familia les queda, de qué pie cojean y cómo acabaron aquí. Al igual que sé - se paró un momento, regodeándose de sus palabras, saboreando el triunfo.- que no te gusta implicar ni ver morir inocentes. ¿No es cierto?
-La verdad es que deberías haber visto su cara cuando huía de Ohara... Ni Velázquez habría sido capaz de captar todo lo que decía con sus ojitos azules lacrimosos.

Ambos reían. Se regodeaban de las personas que murieron inocentemente. Se reían de sus amenazas a personas que yo quería. Esto era culpa mía.

-¿Qué quieres a cambio de que no les toques?
-Acaso la gran Nico Robin está negociando conmigo.... No me lo esperaba.
-Déjate de juegos. Dime qué quieres.
-Te quiero a ti. Mejor dicho, ambos te queremos a ti. Dame eso, y tus amiguitos seguirán trabajando sin la espada de Damocles sobre sus cabezas.
-¿Cómo sé que puedo fiarme de ti? Al fin y al cabo eres un pedazo de hijo de puta que no cumple lo que dice. -Añadí una sonrisa inocente a mis palabras.
-Te doy mi palabra, Nico Robin. Eso es un seguro vitalicio.
-No les toques, Crocodile. Ni tú, ni Rucci. Ni nadie. Ellos no tienen que verse implicados en nada.
-De acuerdo. Tienes mi palabra, repito. -Extendió su áspera mano hacia mí-. ¿Trato?
Sabía que estaba firmando un pacto con el diablo, pero era justo y necesario. Era por ellos; por Ohara, por mi madre, por mis amigos...
-Trato -estreché su mano.

Aquí comenzó mi verdadero infierno.

Fortune (Zorobin)  •ACABADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora