Bienvenida, hermana.

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Con dolor y en contra de los deseos de mi cuerpo, abrí los ojos. Contemplé el techo que había echado de menos durante los últimos meses y respiré tranquila. Estaba en "casa".

-Buenas tardes, bella durmiente -la voz rasposa de Trafalgar sonó desde la otra parte de la habitación. Sonreí, con verdadero gusto. -Son las 19:53. Tres días después de tu gran debut.

Parpadeé sorprendida. ¿Me había pasado tres días inconsciente? Miré hacia abajo y, tras apartar tímidamente las sábanas, vi cómo estaba llena de vendas y una escayola. Bueno, algo es algo.

-Tómatelo con calma, Robin. -Trafalgar se acercó hasta mí, y se sentó en el colchón. -Eres una maldita suicida, pero Dios santo, cómo te quiero por ello.

Abrí los ojos sorprendida, y mi boca formó una perfecta "O". Asintiendo, Trafalgar se levantó y fue hasta la puerta, dejando entrar a una multitud que se agolpaba.

-¡ROBIN! -Lo primero que vi fue a mi pequeño Chopper venir corriendo hasta mí, con lágrimas llenando sus mejillas. Luego Nami, en un panorama similar, y a Franky que se limpiaba disimuladamente. Ussop y Sanji entraron después, sonriendo.

Chopper olvidó su faceta de médico y se metió bajo mi brazo, agarrándome como si tuviese miedo de que fuese una ilusión y fuera a desaparecer en cualquier momento. Besando su cabeza, atendí a mis compañeros.

Aunque me echaron la bronca, destacando a una muy cabreada Nami, todos me dieron las gracias.

-No digáis tonterías, ni me deis las gracias. Sabéis cuánto me enfada eso. -Intenté no sonrojarme mientras parecía la adulta que era.

-No, Nico Robin. -Luffy y Sabo aparecieron por la puerta, y un peso que no sabía que había estado llevando se fue. Estaban bien, menos mal... -Estás más loca que éste mendrugo. -Señaló Sabo a su hermano, que asintió con una sonrisa. -Pero nunca podremos darte las gracias de manera suficiente.

A la mierda. Colorada como un tomate.
Las risas de mis compañeros no se hicieron esperar. Me uní a ellos. Dolía, sí, pero el factor físico iba a esperar. Ahora lo que se estaba curando era mi alma, y todo gracias a ellos.

-Chicos, ¿y Zoro? -las risas cesaron de golpe y muchos agacharon la vista, intentando no establecer contacto conmigo. Luffy oscureció el rostro y Nami miró a Sanji, que se encendió un cigarro. -¿Qué pasa? ¿Está bien?

-Sí, Robin, no te preocupes, es sólo que... -Nami gesticulaba, intentando encontrar las palabras adecuadas.
-Zoro no se encuentra disponible ahora mismo. -Sanji le dio otra larga calada a su cigarro.
-Zoro no es un teléfono ni un contestador automático. ¿Qué es lo que no me estáis contando? -Mi humor se nubló. Vi a Trafalgar serio entrar con una silla de ruedas a la habitación, a la cuál me ayudó a subir Franky.

La comitiva entera salió conmigo, y nos pusimos a recorrer el lugar.
Los soldados me miraban agradecidos y con respeto, agachando la cabeza en señal de inferioridad a mi paso. Me incomodaba sumamente esa situación, pero estaba buscando a la única persona que esperaba ver a mi lado y que no había estado.

-Robin, no creo que debas hacer esto... -Nami estaba nerviosa, lo que incentivó el nudo de mi estómago.

Una risa estridente seguida de una voz familiar llamaron mi atención. Allí, a lo lejos, pude ver cómo dos personas se abrazaban por la espalda, mientras se reían y hablaban con Smoker.
Mi pecho se iba hundiendo a medida que acortábamos la distancia entre ellos y nosotros.
De cerca, pude verlo bien. Era lo que me había temido, lo que deseaba negar con todas las fuerzas de las que disponía: Roronoa Zoro y Tashigi.

Fortune (Zorobin)  •ACABADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora