Actos compartidos.

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Me estaba matando. Eso es lo que ésta mujer estaba haciendo conmigo.

Comenzó a lamer mi cuello mientras la sostenía en mis brazos, provocando que mi vello se pusiese de punta... Y no sólo el vello. Un escalofrío me recorrió la columna vertebral a la vez que ella recorría mi cuello con su lengua, pegando pequeños bocados en las zonas donde se me marcaban los tendones.
A la mierda.
Giré sobre mí mismo y fui hasta su habitación, sentándome en su cama. Robin seguía con sus piernas rodeando mi cintura, moviéndose lentamente, provocando una fricción entre nosotros increíble.
Me miró y creo que me perdí en esos ojos azules. No dejé de mirarlos, hasta que me besó y cerré los míos. Dicen que quien cierra los ojos cuando besa, está enamorado. No me voy a parar a pensar en eso. Tengo un asunto entre manos que merece mucho más mi atención.

Robin me empuja con sus manos, provocando que caiga tumbado en la cama, mientras ella sigue sentada sobre mí, como si de una amazona se tratase. La verdad es que lo parece; sus ojos brillan salvajes, su pelo crea un aura oscura a su alrededor, cómo se muerde el labio... denota peligro, poder y seguridad por todos sus poros.

Sigo mirándola, embobado, mientras ella empieza a levantarse la camiseta, quedando absolutamente desnuda de cintura para arriba.
Es jodidamente increíble la vista que tengo desde aquí. Sus pechos son enormes, coronados por unos pezones oscuros que piden, me suplican a gritos, que los lama y los muerda. Bajo mi mirada por su vientre plano, hasta posarla en esas bragas que lleva. Todo le queda bien.

Robin alza una ceja y me pone una sonrisa torcida, que me sube la temperatura unos 50 grados más, y comienza a frotarse contra mi erección.
Vale, voy a reventar los pantalones.

Se inclina hacia delante y vuelve a morderme el cuello, mientras sus manos se cuelan bajo mi camiseta y van conociendo a mi cuerpo. Me estremezco bajo su tacto. Me urge a quitarme la camiseta, y lo hago en menos de dos segundos; no quiero barreras de por medio, que impidan nuestro roce.

Parece una gata, va lamiendo mi pecho, entreteniéndose en mis pezones, arañándolos con sus uñas, para luego calmarlos con su lengua. Sólo logro emitir siseos. Sus manos bajan por mi abdomen, recreándose en mis abdominales, como si los contase, apretando su dedo sobre cada cuadrado, hasta dar con el camino de vello que inicia su camino hasta ocultarse tras mi pantalón.
Veo cómo sonríe, y se le ilumina la mirada. Parece que le gusta. Mi polla da un salto en respuesta. No puedo aguantar mucho más.

Antes de darse cuenta siquiera de qué estoy haciendo, la tengo apretada contra el colchón, robándole un beso, hasta quedarnos sin aliento. Las tornas se han cambiado, y pienso disfrutar como nunca.

Mientras continúo con el beso, mis manos recorren el camino desde su clavicula hasta sus pechos, agarrándolos con ambas manos; ella se ancla con sus manos a mi espalda y suelta gemidos cuando comiendo a apretar sus pezones entre mis dedos índice y pulgar.

Esto es delicioso. Me voy a correr en los calzoncillos a este paso. Pero es que nunca he tenido a una diosa como ella debajo de mí; su cuerpo me invita a pecar, cada curva tiene millones de promesas sexuales escondidas para mí, y pienso conocerlas todas.

Bajo mi cabeza hasta sus pechos, e inicio mi tortura personal. Robin deja escapar un gemido ronco, mientras se agarra a mi espalda con más fuerza.
No sé a qué sabe su piel, pero es increíble. El propio ambiente de la habitación destila sexo. Ella misma es un afrodisíaco, y Dios, qué falta me hacía.

Después de prestarles la atención merecida a cada pezón, sigo mi camino descendiente, pasando por su vientre, hasta llegar a la cinturilla de sus bragas. Entonces mi mirada conecta con la suya, y puedo leer deseo en esos pozos azules; deseo y una orden: que no me detenga por nada del mundo.

Fortune (Zorobin)  •ACABADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora