Recuerdos presentes

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Lloraba. Lloraba como hacía años que no lo hacía, desde la muerte de Kuina..
Lloraba por una mujer valiente, fuerte y apasionada. Lloraba por verla reducida a lágrimas y sangre por culpa de esos seres. Lloraba mientras la sujetaba en la ducha, y lloraba mientras la llevaba en brazos hasta la camilla de Chopper.
Creo que es una de las imágenes que jamás podré borrar de mi retina.

Justo habíamos acabado la reunión, y Sanji nos invitó a tomar algo dentro.
Nos sentamos todos alrededor de una mesa y comenzamos a hablar de cosas banales, como si fuésemos personas normales con vidas normales.
Vimos que Crocodile y ese tal Rucci salían del despacho, pero no nos mosqueó en exceso.
Las alarmas saltaron cuando vimos salir de allí también a Robin. Enmudecimos todos.
Era como ver a un ángel caído; algo bello, pero dañado hasta un punto inimaginable.
Salía con una sábana sobre ella, que apenas le cubría nada; se trasparentaban moratones, arañazos y manchas que preferí no pararme a identificar.
Lo peor no era ver el daño físico que había sufrido; lo peor era su mirada. No nos veía. Sus ojos se habían hecho de un azul tan oscuro que parecían totalmente negros.
Nami se puso de pie al instante, acercándose a Robin para ayudarla a llegar a su destino, ya que se iba tambaleando e iba errática; como alguien que no tiene nada que perder.

La apartó. Literalmente se asustó de su tacto. Ahí saltó la verdadera señal de alarma. Estaba desequilibrada. Nos pusimos de pie, siguiéndola hasta su habitación, a una distancia prudencial. Sanji abrazaba a Nami, que había comenzado a llorar. Luffy se había salido afuera con Trafalgar, debido a que ambos debían tranquilizarse un poco, ya que amenazaban con ir a matar en ese mismo instante a Crocodile. Yo también quería ir. Quería romperle la cara, notar cómo los huesos de su cara se partían bajo la fuerza de mis puños. Quería matarlo a golpes. Pero primero, ante todo, estaba Robin.

Estuvimos en el pasillo, especulando en voz muy baja sobre qué podía haber podido pasar... aunque lo sabíamos de sobra.
La escuchamos llorar, y cada grito que soltó su garganta fue una puñalada a mi pecho. Escuché cómo se abría el grifo de la ducha, por lo que decidí salir a la sala; necesitaba respirar, calmarme. La rabia nunca es un buen aliado.

Pero no pude tranquilizarme demasiado; Nami me llamaba a gritos. Sanji vino corriendo, junto con Chopper, a buscarme.
Robin se estaba rajando los brazos con unas tijeras.
No sé cómo pudieron mis pies llevarme hasta su habitación, pero no fui consciente de cuándo me puse en marcha.
Entré como un azote en la habitación y di con el baño rápidamente. Nami no dejaba de llorar y de chillar mi nombre, mientras intentaba sujetar a Robin y arrancarle las tijeras de las manos.
El agua de la ducha se teñía de un rojo intenso. Robin no cesaba en sus arañazos. Sólo hacía que decir "no se va, no se va. Más profundo. ¿Por qué no se va?".
Y entendí que no buscaba cortarse las venas ni nada parecido. Ante mi punto de vista, era peor; estaba quebrada, intentando eliminar el rastro de esos hombres de su cuerpo.
Aparté a Nami y la dije que me ocuparía de todo. Sanji se encargó de ella, sacándola de allí. No podíamos lidiar con ambas al mismo tiempo.
Me metí en la ducha con Robin, y la agarré los brazos. Le quité las tijeras y las lancé lo más lejos que pude de la ducha.
Me miró con ira. Bueno, no sería adecuado decir que me miró; sus ojos estaban vacíos. Eran como dos cuencas que miran sin ver. Estaba atrapada en un hecho, y no lograba ver más allá de él. Conmocionada hasta la médula. Nos dejamos caer hasta el suelo de la ducha. Ni siquiera notaba el agua ardiendo empaparme. Sólo estaba centrado en ella.
Vi cómo agachaba la cabeza, y una sonrisa cansada afloraba en su cara. ¿Por qué sonreía? ¿Acaso estaba volviendo en sí?
Ahí fue cuando me fijé en qué estaba mirando tan tranquilamente: la sangre. No cesaba de fluir. El plato de la ducha estaba rojo, y notaba cómo Robin se iba durmiendo en mi agarre.

Me puse en pie de inmediato, y grité el nombre de Chopper. Salí con ella en brazos, y cogí una manta de su cama, tapándola al momento. Chopper vio cómo se iba enrojeciendo la manta y comprendió que era algo jodidamente grave.
Corrimos como alma que lleva el diablo hasta su habitación, para que él pudiera atenderla correctamente.

La tendí en una camilla, mientras veía cómo ese chaval, que parecía un niño aún ante mis ojos, trabajaba con una velocidad y una profesionalidad digna de un rey. No perdía el tiempo. Sacó vendas, suero, una vía, puntos de sutura y varias cosas más que no me molesté en identificar.
Él sabía que yo no me iba a ir de esa habitación, por mucho que insistiese; así que no lo hizo. Me utilizó como ayudante.
"Colócale la cabeza erguida", "pásame esa aguja y templa varias más", "mete esto en ese cuenco de agua caliente".
No me paraba a procesar qué hacía; simplemente rezaba, si es que había un Dios, porque no se nos escapara la vida de Robin de las manos.

En este momento, Chopper dice que está estable, aunque sedada. Le ha cosido los cortes de los brazos y ha hecho lo posible para evitar una futura infección. Salió para dejarnos solos a Robin y a mí. Me cae bien el chaval.
Sé que no tengo mucho tiempo, porque la bruja (Nami), vendrá dentro de poco a ver a Robin, así que debo aprovechar.
La cojo la mano y la aprieto suavemente, notando su piel tersa, sus dedos finos, su mano tan pequeña en comparación con la mía.
-Robin... Creo que sé qué te han hecho, al igual que creo saber quién es ese tal Rucci y qué te hizo en el pasado. Nami nos contó lo de Ohara, algo que escuchamos en su momento, pero que nunca se nos ocurrió relacionar contigo. - Miraba su expresión de calma, sus párpados cerrados. Suspiré. - Todos estamos muy preocupados por ti. Sabemos que les quieres proteger, pero no debes hacerlo a costa de tu propio bienestar. Ellos, nosotros, no queremos eso.

Me rasqué la nuca nervioso; nunca se me había dado bien el expresarme.

-No sé qué es lo que pasa contigo, mujer. Pero te he cogido cierto... "aprecio". - Sabía que eso era una mentira, pero tampoco estaba preparado para afrontarlo en este momento. - Luffy y yo os sacaremos a todos de esta. Somos, oficialmente, Nakamas. - Miré por la ventana de la habitación de Chopper, pero sin parar a fijarme en qué es lo que había al otro lado. - No sé por qué, pero me hace feliz. Hoy me has asustado mucho, Nico Robin. Me has hecho recordar a alguien que fue muy querido para mí... Se llamaba Kuina, era una amiga de la infancia. Murió en un accidente, un cruce de bandas. Simplemente estaba en el lugar equivocado, en el momento equivocado. Ella... ella era como tú, ¿sabes? Valiente, nada la frenaba, y era capaz de todo. Era como una hermana para mí. Y nunca me perdonaré el haberla perdido. Yo había quedado con ella ese día, y para no llegar tarde, atajó por una zona por la que no se debe pasar en un mal día. Sigo pensando que es culpa mía... - Me perdí en mis pensamientos, teñidos de dolor y de recuerdos; heridas abiertas aún, que me negaba a que cerrasen. - No sé por qué te estoy contando esto, pero necesitaba hacerlo. Se suele decir que los que estáis sedados escucháis, así que... Por qué no.

No había respuesta por su parte. Suspiré cansadamente y me puse en pie. Me acerqué a su camilla y le di un beso en la frente. No sé por qué lo hice; pero era una necesidad urgente en mi pecho.

-Recupérate pronto, Nico Robin. Aún me debes un baile.

Salí de la habitación. Mañana comenzaríamos a arreglar todo esto. No íbamos a permitir que sufriera nadie más.

Fortune (Zorobin)  •ACABADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora