D O S

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― Que gusto que les haya encantado. Fue un placer. ― analicé atentamente aquello que mis ojos están vislumbrando. ¿Era posible acaso? ¿Existía de verdad un ser tan espectacular como el que acabo de conocer?

Si, señores, la perfección existe.

Y tiene nombre y apellido.

Alastor West.

Pensando que jamás estas palabras saldrían de mi mente, bendigo el momento en que les hice caso a mis padres de volver aquí y admirar semejante adonis esculpido por las más sagradas deidades del universo.

Permítanme describir -aunque honestamente cualquier palabra se quedaría corta para representar la belleza física que esta persona posee-, lo más detallado posible el físico escultural de Alastor West.

Una altura perfecta e ideal a la cual le calculo un metro con ochenta centímetros, hombros tan anchos que puedo estar segura miden lo mismo que mi fémur, rostro angelical, pero al mismo tiempo con unos cuantos rasgos masculinos que hacen una combinación perfecta, labios carnosos, una nariz perfilada, un cabello perfectamente arreglado, piel nívea, suave y tercia que moriría por rozar con mis dedos para ver si de verdad se siente como porcelana.

Madre mía, Alastor West. ¿Eres real, joder?

― ... ¿Verdad, Shaileene? ―acabo de asimilar que en todo momento he tenido mi boca semiabierta y puedo apostar mi seno derecho a que tengo la cara de imbécil más grande de todas. Si mi madre no se dirigía a mi probablemente hubiese seguido tan sumida en mis pensamientos que un tornado podría pasar frente a nosotros, pero mientras Alastor West se encuentre frente mío yo lo pasaría totalmente por alto.

― Eh...s-si...yo, eh...si, tienes razón ―espero que mi madre no me haya afirmado algo como "Shaileene se muere por probar otro plato de su creación". Si es así, la he cagado.

― ¿De verdad? ―los ojos de West se posaron sobre los míos, haciendo que inmediatamente la temperatura en mi rostro comenzara a subir a tal grado que sentí mi sangre hervir. Debo verme del asco con el rostro enrojecido porque enseguida este los apartó para ver de nuevo a mi progenitora. No me dio tiempo ni de asentir ni de negar, aquello me había provocado un mutismo momentáneo, puede que crónico si vuelve a mirarme de esa manera― En ese caso, encantado. ―mi madre dejó escapar un gritito de emoción el cual moriría por saber cuál es la causa. La miré esperando que dijera algo que pudiera darme una respuesta, sin embargo, hizo algo totalmente diferente

― Apuesto que les gustaría conversar mientras mi esposo y yo damos una vuelta por Central Park, claro, si no está ocupado.

― ¡Mamá! ―me apresuré a decir antes de que ésta se marchara. La idea de quedarme hablando, sola, sin otra compañía aparte de nosotros dos, con este chico me da pánico. Siento que en cualquier momento la cagaré y este terminará viéndome como una plasta de mierda enorme que habla. ― No creo que el Sr. West tenga tiempo, digo, ha de estar ocupado.

― En realidad mi turno ha culminado así que, tengo tiempo de sobra ―mierda. Simplemente, mierda.

― Vuelvo en unos minutos. ―dijo, añadiéndole una enorme sonrisa a la frase― Suerte, Shaileene. ― ¡¿Suerte, Shaileene?! ¡¿Qué cojones significa eso?! ¿Mi madre está intentando acaso vincularme con Alastor West¡¿Qué clase de mierda le pasa por la cabeza?!

Primero y principal, estamos hablando de un famoso chef que aparte de que se gasta semejante físico, es famoso y adinerado, imposible que una persona con una clase social tan alta y con una reputación tan respetable se vincule con una poca cosa como yo lo soy, con problemas de autoestima, anoréxica, disfuncional, con Asperger de las calorías -estoy segura de que esa mierda no existe, pero la acabo de inventar- y con todo menos ganas de vivir.

GranadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora