D I E C I S E I S

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Solté una sonora maldición cuando mi celular se me resbaló de las manos e impactó en el suelo, caída que le provocó un enorme quiebre en la pantalla.

Tal como mi corazón, profundas roturas hicieron acto de aparición luego de leer aquellas palabras de despedida. Pasé las manos por mi cabello en un intento reverendamente fallido de tranquilizar la taquicardia que en estos momentos estoy atravesando, ignorando por completo la mirada preocupada de Exain la cual recaía pesadamente sobre mis hombros. Aquello era paradójico y se me hizo imposible no pensarlo. ¿Cómo una persona puede sentirse preocupada por alguien a quien acaba de conocer? ¿Es extraño que también piense que este chico me haga sentir tan confiada como para querer soltarle todo lo que me pasa con lujo de detalles?

Es cierto que nunca he sido las personas más abiertas en cuando a su vida privada se trata, mucho menos con gente que llega a mi vida de manera repentina o que no conozco lo suficiente. Pero, por alguna extraña y desconocida razón, siento que si le relato que es lo que en mi mente, alma y corazón está sucediendo, me escuchará. Quiero decir, aparte de la singular comodidad y la misteriosa aura de confianza y seguridad que me transmite con su simple y etérea presencia, el hecho de haberme cuestionado como nadie antes lo había hecho en muchísimo tiempo, que si me encontraba bien. Y eso fue, metafóricamente hablando, el punto de partida en la carrera de lo que puede llegar a ser una posible amistad.

Volviendo al tema de Alastor y su mensaje de despedida...

Mierda.

No pensé que su renuncia iba a ser tan rápida, quiero decir, solo han transcurrido un par de horas desde que me marché y, simple y llanamente se rindió, se dio por vencido ante todo y me dijo adiós antes de tener que volver a mí y mis desgracias, a mi disfuncionalidad, a mi tormentosa mente, a mis complejos enredos. Es cierto que yo estoy aquí, haciendo absolutamente nada para evitar que eso ocurriera, lamentándome y haciéndome la puñetera victima como solo yo lo sé hacer, pero, si nos ponemos a ver y a recapitular, él, desde el momento en el que me preguntó si me iba a ir, había puesto fin a todo...solo que mi mente no podía aceptarlo.

No. Claro que podía, simplemente...

No quería aceptarlo.

También entiendo su lado, más bien había durado mucho en deshacerse de mí, pero como lo anterior, me costaba reconocer y admitir que él en cualquier momento se iba a cansar, los días que pase con él fueron maravillosos, o por lo menos la mayoría de ellos, me hicieron sentir como si viajara efímeramente a un mundo completamente paralelo en el que yo era feliz y estaba sana, junto a él, me sentía aparentemente <<enamorada>>, y eso, era una de las mierdas que menos quería admitir, que tal vez mi corazón me haya jugado una de las peores pasadas, y haya caído rendido ante los encantos del chef de la nación, que puta desgracia.

Su despedida simplemente me corroboró que, la razón de esta misma fue nada más que mi jodida y destrozada mente. La cual se le habrá hecho tan compleja, confusa, imprecisa, borrosa, indefinida, vaga que decidió no seguir implicándose en ella. Una mente que se hundía en el fango y él por mucho que intentó no logró salvarme del cataclismo que sufrí en el momento que admitió haber pensado que su acción había sido errónea.

Mierda, solo mierda.

Como detesto sentir los lagrimales arder con ímpetu, como si en cualquier momento fuera a romper en llanto por tercera vez en lo que va de día. No quiero tener que chillar como estúpida otra vez, joder, Shaileene, ya basta de jugar a ser la víctima en esto. ¡No eres la víctima, solo eres la causa, entiéndelo y deja de llorar como una maldita magdalena! Pero el dolor en la garganta y la punzada en mi diafragma no ayudaban por mucho que intentara mantenerme impertérrita.

GranadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora