D I E C I N U E V E

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Un mes despues

Fundimos nuestros cuerpos en uno, brindándonos entre sí un más que significativo abrazo, que además convertía a este en el más sincero y anhelante que he dado en mi vida entera. Enterré mi cara en el hueco entre su cuello y clavícula y aspiré su agradable esencia, por fin sintiéndome completa después de tantos días, como si su persona tuviera el papel de la pieza más importante en el rompecabezas que me complementaba, por fin, él y yo estábamos juntos de nuevo, finalmente mis impetuosos deseos de verle se hicieron realidad. Lo extrañaba. Oh, vaya que lo extrañaba. Madre mía, echaba de menos su aroma, sus brazos, su energía, su espíritu, todo su ser, inclusive su peculiar y contagiosa risa, mi anatomía lo ansiaba, mis brazos suplicaban sentirlo, mi cintura anhelaba ser envuelta por sus manos, mi cabello deseaba ser acariciado por sus dedos.

Vaya, realmente añoraba a Alastor West. No me quiero imaginar una vida sin él.

― Te extrañé como no tienes idea alguna, Shaileene. ―acunando mi rostro en sus manos con extrema delicadeza, depositó un sutil, pero duradero beso en mis labios que como la primera y la mayoría de las veces que lo hacía, me brindaba la sensación de volar y de ser parte de una bandada de aves revoloteando libremente por el firmamento― ¿Cómo te has sentido? ―preguntó segundos después de separar nuestros labios.

Deseé que se callara y me volviera a besar, pues habían transcurrido más de cuatro semanas sin hacerlo y, al igual que la mayor parte de mi ser, mis labios querían besarlo hasta el día que la paz mundial llegue a ser algo verídico. Sin embargo, dejando atrás mis vigorosos deseos, la parte restante de mí también se moría por saber que había hecho, como le estaba yendo allá en el mundo exterior, como estaba llevando su restaurante, como estaban Zane y Exain, mis amigos, mis padres, etc.

Tomé su mano y entrelacé mis dedos con los suyos, para de esta manera emprender un parsimonioso camino hacia el borde del espectacular lago que adornaba y formaba parte del lugar donde me he estado quedando, para de esta manera tener un factor que nos logre relajar hasta brindarnos sensaciones encantadoras como usualmente la naturaleza nos obsequia. Qué mejor elemento que tener frente a nosotros un verdoso lago impasible con setas flotando en su superficie, siendo el hogar de hermosos seres que nadaban libremente en las templadas y gélidas aguas.

El lugar era maravilloso, espacioso, contaba con paisajes que satisfacían la vista, cada rincón que pisabas irradiaba paz. Una de las cosas que más me gustaba de todo esto, obviando los fascinantes al rededores, era que las personas que trabajaban aquí no eran la típica gente que solía laborar en los lugares que anteriormente asistí y que les gustaba meternos cacas mentales con falsas expectativas, mentiras para salir del paso, versiones nefelibatas de la vida que camuflajeaban a la realidad como si del mundo se tratara en colores vibrantes carentes de matices grises, negras, oscuras y turbias, como si viviéramos en un mundillo mágico.

Al contrario de ellos, el personal de aquí era realísticamente directo con su labor, con decir que uno de sus lemas era: <<Si tú mismo no pones de tu parte, no esperes que los demás lo hagan>>, y la doctora Gemma Hoover era la primera participe en el uso de la mencionada frase.

Doy gracias por milésima vez a Exain por traerme a este sitio.

Alastor era la primera visita que me habían permitido, pues anteriormente la Dra. Hoover prefería mantenerme digamos que, aislada a mi entorno, enfocándome al cien por ciento en terapias, sesiones e incentivos que contribuían con mi mejora, decía que esa especie de retiro e incomunicación formaba una parte esencial en el punto de partida a una vida mucho más saludable, tanto física como mental. Era inefable como en tan solo un mes había conseguido tanto.

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