El timbre del departamento retumbó por todo el lugar y eso fue lo que terminó despertándome de mi profundo sueño.
La madrugada anterior fue menos larga que la primera y las horas de sueño que logré recomponer fueron un factor contribuyente para que tuviera un leve aumento de energía, es por ello que sentí más animo en darme una ducha, cepillar mis dientes, peinarme -o, mejor dicho, intentar aplacar mis desgastadas y feas greñas- e ir a la sala de estar para averiguar quién había llamado a la puerta. Sin embargo, desistí de la idea de manifestarme en el lugar cuando, antes de asomarme, con claridad logré escuchar una voz femenina.
Por un momento pensé que era la profesora Sorena que venía a visitar a su hermano, pero la voz de la profesora sonaba diferente. Mientras la de la profesora era grave y algo rasposa, la de esta persona sonaba aguda y ligeramente nasal, era obvio que no pertenecía a la de ella. Era otra persona y por más que le di vueltas a mi cabeza no pude deducir de quien se trataba. Terminé asomando el rabillo de mi ojo y vi a una chica, le puedo calcular unos veintitantos años, cabello largo y radiante de color castaño claro. Era hermosa, no podía negarlo, se veía resplandeciente, sobre todo por ese labial rojo que adornaba su rostro y una falda de lápiz del mismo color que acentuaba sus curvas. Todo lo contrario, a mí persona.
― Stella...no es el mejor momento. Creo que...deberías irte ― la voz de Alastor sonaba compungida, como si se sintiera apenado de librarse de la recién llegada.
― Pero...yo pensé que, quizá podríamos...no sé, tomarnos un café como en los viejos tiempos. ― un silencio inhóspito reinó el lugar luego de la insistencia de la chica.
Silencio que retribuí al hecho de que Alastor se encontraba en una muy incómoda situación. Tal vez, mi presencia era el factor que bloqueaba a este para mantener una charla o una tarde de café con la dichosa. Extrañamente, sentí en mi estómago un ardor leve, y un sentimiento inexorable creció dentro de mí.
― Vamos, Shaileene. No puedes sentirte furiosa por algo así ― dije en voz baja y repetí estas palabras un par de veces, mientras con mi puño daba leves golpes al muro -Qué tontería, como si con esto voy a desaparecer ese ridículo desasosiego-. Pero era inevitable. Era inevitable porque me sentía la razón de la incomodidad de Alastor y ser la causante del supuesto distanciamiento entre estas dos personas me daban ganas de correr a buscar mis pertenencias y esconderme de cualquier vida inteligente. Aislarme y nunca salir.
― Dime la verdad, Al. Dime que es lo que te ocurre. Te conozco tan bien como si fueras la palma de mi mano, no entiendo. ¿Es por la anor...?
― No, Stella. ― le interrumpió. La ira en mi iba en ascenso cada vez más. ― No es por nadie y hazme el favor de no llamarla así, nadie merece ser señalada por su condición.
― ¡Claro que es por ella! ― escuché como soltaba una risa de ironía ― Parece como si te hubiese embrujado, ni siquiera actúas como el mismo de antes. Es como si una energía dentro de esa chica te ató con las más resistentes sogas. Esto es una locura, es lo único que puedo pensar de todo lo que estás haciendo, una locura. Involucrarte en la vida de una persona solo porque sí. Dime... ¿Qué ganas con eso? ― sorpresivamente, estaba de acuerdo con la opinión de ella. ¿Qué energía tendré yo para atarlo con resistentes sogas? Yo también quisiera saberlo, como también quisiera saber porque él quería involucrarse en mi vida, y como si me hubiese arrebatado las palabras de la punta de la lengua dijo: ― Suéltalo de una vez, dime la razón.
― No tengo porque darte explicaciones, no sé si quedó claro que la última vez...era la última. ― soltó con el tono más impertérrito que jamás le había escuchado emplear antes. Y bastante que soltaba palabras firmes conmigo, pero esta vez...fue más impasible de lo normal.
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Granada
Romance¿Algo irónico? Que tus padres te lleven a cenar a uno de los restaurantes más lujosos y prestigiosos de todo Manhattan sabiendo que su hija única padece de un trastorno mental-alimenticio conocido como Anorexia. En su cumpleaños. ¿A quién le pasó e...