― ¿Señorita Shaileene Malone? ―el mesero que me recibió en la entrada del restaurante se dirigió a mi enseguida, hablándome de manera formal y seguida de una bastante inclinada reverencia que me hizo sentir bastante sorprendida a la par que avergonzada, creo que nadie nunca se había expresado hacia mí de tal manera.
El lugar estaba bastante concurrido a diferencia de la dos veces que lo que lo visité, el día de mi cumpleaños y el día que Alastor ordenó cerrar el restaurante entero solo para mi meses atrás. La mayoría de los presentes parecían personas adineradas, supongo que la calidad del lugar solo permitía que gente de la alta sociedad asistiera y tuviera el privilegio de degustar los platillos creados por mi ahora novio. ¿Debería sentirme más privilegiada que ellos? O ¿Más cohibida por ser alguien totalmente distinto a ellos y recibir un trato el doble de especial?
Dejé atrás mis pensamientos divagadores asentí en respuesta a la cuestión del chico, era increíble el ambiente que me rodeaba, todo era tan estéticamente atrayente que me maravillaba, en especial la estructura arquitectónica la cual, gracias a los vitrales que engalanaban los puntos altos del sitio, la abundancia de matices esplendorosamente doradas y los distinguidos candelabros que colgaban del techo e iluminaban lo suficiente el escenario, brindaba un aura ligeramente eclesiástica al entorno. Joder, como me arrepiento de no haberlo apreciado la vez anterior, pues en ese entonces mantenía una mentalidad distinta a la de ahora, la cual poseía como propósito principal darle una <<lección>> injusta a Alastor y nunca más volver.
Pero, por otra parte, me siento bien ya que, a diferencia de antes, puedo apreciar todos los detalles y disfrutar de la estadía. Me fascinaba como Alastor mantenía al margen hasta el más mínimo detalle y lograba que estos fueran igual de atractivos que los más relevantes, pues incluso los uniformes del personal obrero parecían de finísima calidad, constaban de una suéter color blanco que mantenían impecablemente almidonados, pantalones de gamuza negros y corbatines que parecían estar acomodados con precisión y minuciosidad, al igual que la fina tela blanca sobre su brazo derecho que, contenía las iniciales de Al bordadas en una tipografía elegante y una tonalidad dorada, como el broche en forma de flor de loto que adornaba el bolsillo frontal de sus prendas superiores.
Días atrás estaba algo desesperada por un dilema que me provocaba ansiedad e inquietud el cual comenzó a formarse luego de que Al me invitara a venir.
Sonará un poco estúpido y superficial, pero el hecho de no tener las prendas adecuadas para utilizar en esta cita era lo que me tenía los nervios a flor de piel. Él me ha visto en mis peores momentos, por esto mismo es que su perspectiva no me cohibía en lo absoluto, sabía perfectamente que no me juzgaría ni mucho menos, pero venga, que asistir a un restaurante tan fino, específicamente a una cita con el chef y dueño de este, era obvio que no podía ir campante a usar una de mis vestimentas habituales y lo que abundaba en mi diminuto armario eran camisetas a cuadros gigantescas, pantalones caqui y verde olvida o botas rusticas.
Fue aquí cuando Nayelle -si, han leído bien, esa misma chica- se ofreció amablemente a ayudarme con este desastre. Y vaya que lo hizo, cuidó cada detalle de mi apariencia haciéndome ver casi irreconocible, incluso me prestó un precioso vestido de mangas largas color borgoña similar al del vino, recatado y lo suficientemente elegante para esto. No me ajustaba a la perfección, he subido de peso de manera sustancial, sí, pero nuestras contexturas siguen siendo bastante diferentes, sin embargo, asombrosamente quedé contenta con el resultado.
Ambos, ella y Zane, seguían igual que desde la última vez, ella rompiéndose de vez en cuando y él actuando como si nada pasara para no preocupar a los demás, me enteré de muchas cosas después de hablar con Walter, las cuales corroboré por las palabras de la misma Nayelle, me mencionó cosas que me dejaron perpleja como también otras que me hicieron formular mil dudas más, el punto es que, a pesar de todo esto, ella no era una mala persona y estaba bastante compungida de sus ilícitos actos. Otra arrepentida era yo, por haberle juzgado sin conocerla y sin saber el trasfondo de su situación, es por ello, que intenté recompensar mis erróneas ideas acercándome más a ella y sirviéndole de apoyo moral.
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Granada
Romance¿Algo irónico? Que tus padres te lleven a cenar a uno de los restaurantes más lujosos y prestigiosos de todo Manhattan sabiendo que su hija única padece de un trastorno mental-alimenticio conocido como Anorexia. En su cumpleaños. ¿A quién le pasó e...