* Capítulo 10

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1 de marzo del 2022. Newark, New Jersey, Usa.

Ansiedad. Es lo que estoy sintiendo en estos momentos mientras intento calmar a mi niño. Harry se ha ido a un viaje de negocios y estoy totalmente sola. No sé qué le pasa, solo llora sin parar.

—Me duele mucho, mami. —dice, mientras lágrimas corren por sus mejillas regordetas.

— ¿Qué es lo que te duele mi amor? Dime por favor. —no recibo respuesta. Más bien escucho como sus gritos aumentan mientras su cara está roja—. ¡Oh! ¡Vamos, Theo, por favor! —exclamo por tercera vez. Eran las tres de la madrugada y Theo lloraba y lloraba, y por más que intentaba dormirlo o tranquilizarlo, él no cedía. Estaba inquieto y ni siquiera sabía el porqué de su inquietud. Yo de verdad estoy entrando en pánico, y me estoy quedando sin ideas de como calmarlo. He querido llamar a mis amigos, pero siento que ya he molestado mucho como para ahora despertarlos en la madrugada por algo como esto.

¿Por qué mi hijo se siente tan mal? ¿Qué es lo que estoy haciendo mal?

—Ya mi niño. No llores, por favor. —susurré, casi al borde del llanto. Me estaba poniendo muy perturbada. Era la primera vez que él hacía esto de sollozar por horas sin ningún sentido. Con un respiro profundo, y con las lágrimas rodando por mis mejillas, toqué su frente y me di cuenta que estaba ardiendo en fiebre—. ¡Por Dios santo! —grité asustada. ¿Cómo pude ser tan estúpida cómo para no darme cuenta antes? Mi niño estaba sufriendo en mis brazos por la calentura y ni siquiera estaba consciente de ello.

—Vamos mi amor. Te daré una ducha de agua tibia para bajarte la fiebre. Luego iremos al hospital.

Una vez que terminé de ducharlo, me adentré al armario, dejando a Theo en su pequeña cama. Tomé una ropa abrigada para cambiarlo, y cuando ya estaba listo, me coloqué un pantalón jeans, una sudadera blanca y unas zapatillas deportivas. Tomé la manta de Theo, le coloqué un gorro y unos guantes en las manos y lo abrigué todo lo que pude con la manta. Cogí mi celular, algo de dinero y las llaves del apartamento. Tenía que llamar a un taxi, aunque a esta hora era algo difícil, y más cuando prácticamente las calles están llenas de nieve y era muy peligroso salir así.

Este tardó prácticamente quince minutos en llegar y luego de decirle de forma apresurada la ubicación del hospital, arrancó por las calles, aunque de manera cuidadosa. Theo estaba más callado, pero aún tenía esa incomodidad que no lo dejaba dormir. Sus regordetas mejillas estaban rojas y en su cara blanquecina unos cuantos puntos raros y rojizos.

Mi respiración estaba algo agitada, y sentía que un ataque de pánico me iba a dar en cualquier momento. Mis piernas temblaban, mis manos se sentían sudorosas a pesar del frío que calaba mis huesos y estaba alterada. Llegamos al edificio y después de pagar, me bajé caminando hasta el área de emergencias. Una enfermera me recibió en cuanto entré y me indicó pasar por el lado de pediatría. Ahí había muchos niños de diferentes edades, todos por situaciones distintas. Pude divisar a una doctora joven y amable que atendía a los niños. Me indicó que pasara cuando fue mi turno.

—Buenas noches. Soy la doctora Coleman. —Me saludó con una sonrisa plena, provocando que mis músculos se relajaran por instinto—. ¿Puedo? —preguntó, haciendo un ademán de tomar a Theo en manos. Asentí. Tomó a mi pequeño y lo cargó con muchísima experiencia. No era fácil cargar a un pequeño de cinco años—. ¿Me puede decir qué tiene el pequeño?

—Buenas noches, doctora Coleman. —Saludo en un murmullo; inmediatamente me aclaro la garganta—. Él no ha podido dormir nada. Se queja de que algo me duele pero por mas que le pregunto no sabe cómo explicarse. También me he dado cuenta tarde de que mi niño tiene fiebre  y quise traerlo de inmediato. —dije a balbuceos. Estaba incómoda; aunque, ella no pareció notarlo y simplemente asintió, sonriendo de manera alentadora. Me tomó de la mano, con la que tenía libre, y con un asentimiento de cabeza me indicó que me calmara.

Baby Boy! ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora