5 de Marzo del 2022. Newark, New Jersey, Usa.
— ¡Que maldito descaro! —gritó Kate, abriendo su boca sorprendida. Reí. Ella podría ser muy dramática cuando se lo proponía. Solté un suspiro cansado y simplemente asentí ante su mirada de desconcierto y su nariz arrugada por el enojo—. ¿Cómo se atreve a presentarse sin más? ¿Por qué no se presentó antes, cuando en realidad necesitabas a tu madre?
—Katherine, lo comprendo, ¿sí? Créeme, yo misma le dije lo mismo. —digo, algo cohibida por su repentino fastidio. Sé que ella no puede tolerar a mis padres ni un poco.
—Mía, Kate tiene toda la razón. ¿Después de todos estos años, en el que estuviste solos tú y tu hermano, viene a tu departamento a buscarte como si nada hubiese ocurrido? Eso no se hace, por el amor a Dios. —dice su esposa, también desconcertada ante la presencia de mi madre hace varios días atrás. Pensó un segundo y luego abrió su boca formando una O pequeña—. ¿Cómo supo dónde vives?
Me encojo de hombros, sin darle mucha importancia. No lo había pensado antes. Tenía tanta rabia de que ella se haya aparecido en la puerta de mi casa, que ni siquiera pensé en cómo supo que yo vivía en ese apartamento. Harry me ha dicho que no ha tenido nada que ver, y también está furioso con mi madre por aparecerse sin más.
—No tengo idea, pero sinceramente no me sorprende que le haya pagado a un detective privado para averiguar mi dirección. —resoplé. Ella se atrevería a hacer lo que fuese para lograr su cometido. Típico en mis queridos padres.
—Es cierto. Ella sería capaz de eso y de más. —comentó Katherine algo disgustada. Dirigió su mirada con algo de molestia hasta unos niños que comían con ganas y reían por cualquier cosa a tan solo unas cuantas mesas de la nuestra. Sonreí antes tal imagen. Cuanta inocencia en algo tan pequeño como un niño.
—Ya no quiero seguir hablando de mi madre por un buen tiempo. Mejor compremos algo. ¿Qué quieren pedir? —Pregunté con una sonrisa, dejando de lado el disgusto de haber visto a mi madre frente a mi puerta. Estábamos en una pequeña cafetería cerca de mi residencia. Decidí dar un paseo ya que Theo anda en una pequeña salida con Harry y terminé llamando a Kate y a Marie para que me hicieran compañía y así podernos beber un chocolate caliente juntas. Ellas estaban de visita en New Jersey. Debo aprovechar todo el tiempo que durarán aquí para compartir con ellas.
—Quiero un café con crema. Esta mañana ya bebí chocolate. —asiento. Marie me acompaña hasta la caja para hacer nuestros pedidos, mientras mi rubia mejor amiga se queda usando su teléfono.
— ¿Puedo preguntarte algo, Mía?
—Claro, Marie. ¿Qué sucede? —cuestiono ante su mirada de nerviosismo. Frunzo el ceño.
—¿Crees que a Katherine le guste otra persona? —la miro, viendo algún indicio de broma en su mirada; pero solo me sorprendo al notar una terrible tristeza en ellos.
La miro sorprendida.
— ¿Qué? ¿Por qué preguntas eso, Marie? ¿Pasa algo entre ustedes?
—No, no pasa nada. Solo que la he notado extraña últimamente y necesito saber si ella te ha comentado algo. —suelto un suspiro y le sonrío para tratar de tranquilizarla.
—Escucha, Marie. Katherine realmente te ama. Lo sé por la forma en que te mira y cómo sus ojos se llenan de alegría al tenerte cerca. Si algo está pasando entre ustedes, la mejor opción es hablarlo como la pareja que son. No te preocupes, todo saldrá bien. Eres una esposa increíble y sé que Kate aprecia mucho eso. —le digo con sinceridad.
—Gracias, Mía. Eres una increíble amiga. —le sonrío.
Llega nuestro turno y Marie se limita a asentir sin decir ni una palabra más, aunque yo me quedo con cierta incomodidad y con ganas de hablar cuanto antes con mi mejor amiga acerca de esto. Pedimos nuestros chocolates y el café de la rubia, nos volvemos a sentar en nuestra mesa y nos adentramos a una conversación animada sobre distintos temas dejando atrás el tema de la relación o los sentimientos de Kate.
Hablamos de cómo espero con ansias la llamada de la compañía de Blake Solution. Anhelo de todo corazón poder trabajar en dicha empresa. Sería una gran oportunidad para salir adelante, además sería grandioso poder tener el dinero correspondiente para avanzar con uno de mis sueños. Quisiera publicar en físico mis libros. Tengo muchos de ellos en casa, guardados con mucho cariño hasta que me llegue la oportunidad adecuada. Está demás decir que si se me daba dicha oportunidad de adentrarme al mundo de la escritura, no lo dudaría dos veces. Amaba escribir. Me hacía sentir bien, relajada en todos los sentidos.
—Vamos devuelta al apartamento. Ya tengo algo de frío. —dice Kate, agarrando de manos a su esposa y levantándose. Le sonreí a Marie, indicándole que Kate era un poco reservada con sus sentimientos, pero se nota a leguas que sigue amándola como la primera vez. Marie se levanta junto a ella, con sus mejillas sonrojadas al notar lo que he querido dejarle saber con mi mirada y ambas se van caminando hacia fuera del local.
— ¡Espérenme, por favor! —exclamo, siguiendo a las dos locas amigas que tengo. Se detienen en frente de un parque y me quedo fascinada mirando un momento el paisaje. Niños correteando de un lado a otro y riendo por cosas diversas, mientras juegan con la nieve. Cada uno de ellos, de diferentes tonos de piel, tamaño o edad, y sin embargo no se juzgan. La inocencia plasmada en sus rostros dulces y humildes. Es algo digno de presenciar. Me hace sonreír y abrazarme a mí misma.
—Es genial, ¿no? —preguntó un hombre sobresaltándome y sacándome de mis pensamientos. Muerdo mi labio inferior algo sonrojada por seguro haber parecido una tonta frente a él.
—Y-o... —aclaro mi garganta. Ay, que tonta. Me he sonrojado nuevamente hasta las orejas—. Sí. —asiento. Él me mira y el recuerdo de hace unos meses me llega sin previo aviso. Esas esmeraldas eran difíciles de olvidar.
Es aquel hombre megalómano y arrogante que había conocido una vez en aquella guardería en la que trabajaba hace unos años, y con aquel que había discutido en aquel restaurante Mexicano. Parecía mucho más hermoso que la última vez. Su pelo negro está alborotado, y una barba de algunos días adornaba su cara. Unos hoyuelos hermosos se formaban a los costados de su boca cada vez que sonreía; sin embargo, lo que me hipnotizaba era el color verdoso de sus ojos.
—Creo que empezamos con el pie izquierdo, señorita. —me dedica una sonrisa atrevidamente sexy, de esas que seguro le brinda a las chicas para que caigan rendida ante sus pies. Una sonrisa que podría ser el comienzo de muchos problemas.
Me ha dejado desarmada.
—Sí, creo que sí. —murmuro, y tengo la delicadeza de tomar su mano cuando me la ofrece. Le dediqué una sonrisa forzada y retiré mi mano casi al instante cuando un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Una sensación de intranquilidad me embarga.
—Me alegro que podamos empezar de cero, señorita...
—Mía. —rió, dejándome notar esos encantadores hoyuelos otra vez.
—Cierto. Ya lo habías mencionado. —susurró.
Noto como saca un cigarro de sus bolsillos, pero antes de encenderlo, me pregunta con un asentimiento si me molesta. Niego, totalmente en desacuerdo con esa asquerosidad, pero me quedo callada. Un silencio incómodo se formó en el aire.
— ¡Mía! —me llamó mi mejor amiga con una risita. Levanté la cabeza de inmediato.
—Se les nota más contenta. —exclamo. No me había dado cuenta que ambas se habían alejado al parque. Al parecer estaban conversando.
—Hemos hablado un poco. —dice Marie, un tanto sonrojada. Hablar, hablar, tal vez no haya sido.
—Bueno, señorita Mía. Espero que tenga un buen día. —me había olvidado por completo del señor McClain. Con un vuelco en el corazón, me despido de él.
—Igualmente usted, señor.
—Por favor, llámame Nathan.
—Tenga un buen día, señor Nathan. —murmuré muy bajo.
—Espero volver a verla en otra ocasión.
Me sonrojo hasta las orejas con su acotación, y asiento algo avergonzada. Después de que el apuesto señor se marchara, Kate y Marie comenzaron a hacer comentarios burlescos al respecto.
—Es un idiota.
—Tienes toda la razón. —sonreí—. Es hora de irme a casa. Es probable que Harry ya haya llegado con mi principe.
Ellas asiente y nos despedimos con un beso y abrazo.
Había sido una agradable salida.
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Baby Boy! ©
RomanceUna cosa tiene todos los padres responsables en común: el querer el bienestar de sus hijos. Es por eso por lo que Antonio Jones siempre le insistía a su hija que no se dejara arrastrar por las garras de su novio, que, para opinión de él, era un buen...