Habían pasado aproximadamente veintidós horas desde que hablé por última vez con Alisha en el teléfono. Nathan y yo habíamos salido del restaurante en cuanto nos enteramos. Llamé a Harry en cuanto salí del local, para comentarle lo que estaba sucediendo. Después de tantas insistencias de parte de Nathan, había accedido a que me trajera al hospital donde mi padre ahora se debatía entre la vida y la muerte. En la sala de espera nos encontrábamos Harry, quién había llamado a Luke que aún seguía en ese hotel para que se quedara con mi pequeño angelito, mi madre, Michael con mi cuñada, sus hijos y yo. El señor McClain había ido por café a la cafetería, ya que se había mantenido parte de la noche conmigo y había regresado esta mañana con desayuno para todos, lo cual le agradecí muchísimo.
Había estado callada en la mayor parte de tiempo. Solo podía pasar unas cuantas palabras con mis hermanos y Alisha. Está demás decir que estaba como 3 casi 4 metros de distancia de mi madre. Harry me hacía compañía; pero, puedo apostar que era para que yo no me fuera o simplemente porque sabía que nunca me sentaría cerca de la mujer que me dio la vida. Me sentía más nerviosa que enojada en estos momentos. A pesar de que tenía una pésima relación con ellos, nunca querría que le pasara algo malo a ninguno de los. Los quiero muchísimo y es mi familia, aunque hayan cometido muchos errores en su vida.
De eso se trataba. Somos humanos, y cometemos muchos errores.
Siento la presencia de Nathan a mi lado, y levanto la mirada para mirarlo. Sus ojos verdes conectan con los míos y me da una sonrisa de medio lado. Le hago un intento de respuesta, pero solo puedo mostrar una mueca cansada. Harry se levanta para darle espacio a mi lado y poner caminar hasta donde nuestra madre y mi hermano mayor se encontraba.
—Mía, debes descansar. Además, recuerda que tu hijo te necesita. —asentí algo desanimada a las palabras de mi hermano antes de marcharse de nuestro lado. Me dolía la espalda de tanto estar sentada y mis piernas temblaban adoloridas. Harry también se notaba cansado. No habíamos dormido en casi veinticuatro horas, y para él debía ser muy difícil, ya que su trabajo muchas veces lo dejaba muy agotado.
—Ambos deben descansar, Mía. —murmura Nathan, para que solo yo pueda escuchar. Asiento, mirándolo con ternura. Me hacía sentir bien el hecho de que esté aquí apoyándome en un momento como este, aun cuando ni siquiera me conoce bien.
—Tú estás muy cansado también; pero, aquí estamos. —digo—. Creo que ahora sí me antojé de ese café. ¿Me acompañas? —pregunté para cambiar de tema. Él aceptó y se levanto de la silla con esa elegancia que lo caracterizaba. Podía sentir la mirada de mis familiares en nosotros, y no pude evitar sonrojarme cuando Nathan tomó mi mano entrelazándola con la suya. Mi corazón palpitó con demasía. Era un sentimiento contradictorio.
Le pregunté a los demás presentes si gustaban algo de beber, obteniendo solamente una respuesta negativa por parte de todos a excepción de Harry.
—Tráeme un té, por favor. —Asentí a su petición. Estuve a punto de volver a preguntarle a mi madre, pero me contuve por completo. No creo poder soportar todavía el que cruzáramos palabras directas. Aún no podía controlar los latidos de mi corazón cuando la vi. Especialmente cuando intentó darme un abrazo apenas había llegado. Creí que me daría otro ataque de pánico, de esos que me daban cuando apenas estaba recién parida.
Es mejor mantener las distancias. Bajé las escaleras al segundo nivel, donde se encuentra la cafetería, con Nathan sin aun solar mi mano. Parecía ensimismado en sus pensamientos. Y yo me encontraba divagando en mi mente acerca de lo bien diseñado que estaba el lugar. Era un espacio muy moderno, donde se respiraba un olor irresistible a calidad y un delicioso aroma a café recién colado. Rápidamente se me abrió el apetito que no sabía que tenía. El señor McClain se acercó a la barra, y una chica de más o menos mi edad, estaba en la parte detrás atendiendo a todos los clientes. Llevaba una gorra blanca y un T-shirt del mismo color. Sus ojos eran de un tono marrón chocolate muy bonitos. Sonrió en cuanto nos vio. O más bien, en cuanto lo vio a él.
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Baby Boy! ©
RomansaUna cosa tiene todos los padres responsables en común: el querer el bienestar de sus hijos. Es por eso por lo que Antonio Jones siempre le insistía a su hija que no se dejara arrastrar por las garras de su novio, que, para opinión de él, era un buen...