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Su mente sólo pudo divagar en todo momento. Cuando se suponía que debía estar enfocado y con la mente en claro, se perdía observando la pantalla de su teléfono y la foto de un SeongJin recién nacido en brazos de JungKook, o la inmensa tienda de música de enfrente; recordando a su peculiar dueño.

De cualquier forma, no tuvo muchos clientes a lo largo de la tarde, cosa que agradeció.

Cuando la hora de cerrar llegó, exhaló un largo suspiro de cansancio y alivio, y terminó con toda tarea que pudiese quedar pendiente.

Sus manos temblaban cuando intentaba ponerle el candado a la rendija de la puerta al salir. No estaba seguro del porqué; quizá por el penetrante frío invernal, o tal vez porque recordó que debía llegar a una casa vacía, donde lo recibiría una cama demasiado grande para él solo.

Era la primera vez que se sentía tan pequeño. Inconscientemente, volvió a suspirar.

Sus palmas cayeron a sus costados una vez la puerta estuvo asegurada y el candado bloqueado.

Volteó con la simple intención de marcharse y terminar lo que había sido una insufrible tarde laboral, mas una persona lo detuvo.

Cuando YoonGi levantó la vista, vio al dueño de sus pensamientos y responsable de sus fallos a lo largo del día, parado, apoyado sobre un poste de luz y con la mirada gacha, como un niño avergonzado luego de haber sido regañado.

JungKook lo miró apenas se percató de que YoonGi había notado su presencia. Se enderezó en su lugar y carraspeó.

—Eh... hola —dijo bajito, sonando igual que el tímido adolescente que alguna vez fue.

—Hola —YoonGi respondió con simplesa y lentitud, aunque sentía su corazón encogerse dentro de su pecho.

Los ojos de JungKook brillaban. Incluso estando oscuro, era evidente.

Él habló una vez más.

—¿Cómo has estado?

YoonGi lo estudió, inquieto e inseguro sobre qué responder. Sin embargo, no pudo mentir. Aunque quisiera, incluso si se trataba de algo mínimo, él no era capaz de mentirle a JungKook. No podía.

No con él.

—No muy bien —respondió con una sonrisa amarga. Su voz no sonaba tan clara como él la intentaba hacer oír.

Por un efímero momento, tuvo la sensación de que él estaba ahí con la intención de darle un cierre definitivo a todo lo que ellos habían vivido y la realidad que habían construido.

Pensó, casi resignado, que ahí era donde se terminaba el "juntos hasta el final".

JungKook exhaló el aire con una pesadez casi cortante. Miró hacia el cielo. Se había sentido tan indefenso, que con tan sólo ver la perfecta imagen de su esposo, vistiendo un abrigo grande para soportar el frío y su nariz roja, que con facilidad se teñía de aquel color por su pálida tez, quiso llorar al pensar que estaba a un paso de perderlo por ser tan estúpido.

—Perdón —murmuró. Su vista volvió a YoonGi y le fue imposible entonces retener una lágrima que había escapado, rebelde. La fregó, sin embargo, lo más rápido que pudo—. YoonGi, perdón.

Con cautela, pero desesperación, caminó, cortando los pocos pasos de distancia entre ellos. La inseguridad en sus acciones era palpable.

Aún así, JungKook tuvo el atrevimiento de abrazarlo.

YoonGi se sentía como el regreso a casa luego de un largo día. Como el consuelo del sol, luego de una lluvia torrencial de apariencia interminable.

¡Jeon Min por dos! »kgDonde viven las historias. Descúbrelo ahora