YoonGi estiró sus brazos.—Ven —dijo con una sonrisa y una agudez en su voz que provocó una risa en su esposo.
JungKook estaba parado, su peso recargado sobre el marco de la puerta. Él estaba viendo a su pequeña hija de once meses intentar llegar hacia los brazos de YoonGi.
La sonrisa en su rostro era inevitable. YoonGi ponía su voz suave, aguda y hacía ruiditos que hacían reír a la bebé.
Quería ponerse a llorar de lo enternecedora que resultaba la escena para sus ojos.
—Eunnie, anda —JungKook la alentó, entrando en el cuarto y agachándose a un lado de YoonGi.
Él bufó.
—Si la ayudas, es trampa —dijo con un fingido tono dolido—. Está todo el día pegada a ti. Por ti, quizá y hasta empiece a correr.
JungKook lo besó en la cabeza y se levantó. Él volvió a su lugar con una expresión divertida.
—¿Papá está celoso? —rió.
Viendo la poca predisposición de su hija para caminar, YoonGi suspiró y se sentó en el suelo. Sentía sus piernas acalambradas de tanto estar en cuclillas.
Él miró a JungKook con su cejas enarcadas, antes de decir:
—No me llames papá, es raro. Y no, no estoy celoso. Es un hecho que no se suelta de tu pierna ni para domir.
JungKook rió entre dientes.
—¿Por qué habría de ser raro? Tú eres su papá. —Mirándola, la expresión de él se suavizó. Su voz fue baja cuando agregó—: Es natural que quiera pasar tiempo conmigo. Con mis horarios, apenas podemos vernos.
YoonGi también la miró cuando el silencio cayó entre ambos. Sólo el balbuceo de palabras poco coherentes y el sonido del juguete que ella llevaba en sus manos se oía.
YoonGi volvió a suspirar. Él se pasó una mano por la cara.
—Tú también eres su papá —murmuró, rompiendo el tenso silencio.
JungKook negó.
—Yo soy papi. Tú eres papá.
—¿Ah, sí? ¿Y eso?
Él se echó en el suelo. Recostando su cabeza en los muslos de YoonGi, sonrió.
—Ella lo decidió —dijo JungKook, triunfante. Estiró una mano hasta acariciar la mejilla de su pareja—. Tú eres Papá porque eres un señor —rió ante la cara de YoonGi—, y yo soy Papi porque soy un señorito.
YoonGi acarició también su mejilla y mandíbula.
—Tú eres tan señor como yo. —Su pulgar trazó una línea por su cuello, sintiendo el pulso de JungKook bajo él. Sus ojos fijos en los de él—. Tú me hiciste un señor.
Los grandes ojos de JungKook brillaron.
—¡Por supuesto! —exclamó—. ¿Señor Jeon, verdad?
YoonGi se agachó y lo besó.
—Señor Min para usted —dijo con una sonrisa traviesa.
Estirando el cuello, JungKook le plantó un hilo de besos.
—Tarde o temprano cederás —rió, tomando a YoonGi por la nuca y fundiendo sus labios juntos.