Capítulo 3

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El grito de mi madre me ha despertado. Digamos que hizo que me levante, porque anoche no he podido pegar un ojo. Voy al baño y lo que veo en el espejo me asusta. No soy fan de las apariencias, pero lo mío en verdad da miedo. Unas bolsas negras se alojan debajo de mis ojos, y mi pelo, ¡mi pelo está azul! ¡AZUL! Maldito Andrés. Pero queda lindo... agarro la rasuradora del cajón y la paso por el lado izquierdo, el derecho y me miro al espejo. Ha quedado genial, lo único que falta es... y....

Una hora después, bajo las escaleras. Me he puesto un jean negro, un crop top blanco y unas vans también negras. Tiro las maletas y estas bajan rodando por todas las escaleras, me subo al barandal y me deslizo por ellas sentada de costado.

—Adiós, bella casa.– digo dramatizando todo, como siempre. Corro por todos lados y voy a la cocina para que mis padres vean mi nuevo look.– Hola familia, ¿cómo amanecieron los padres más hermosos del mundo?— ninguno me mira.

Papá está mirando su diario como siempre, con su taza de café en mano y mamá está preparando mi desayuno.

—No vas a hacerme cambiar de...— sus palabras quedan en el aire al igual que mi amado capuchino que ahora se encuentra desparramado en el piso.

—¡Nooo!— digo alargando la O mientras caigo de rodillas con mis manos sobre mi pecho fingiendo llorar. Debería dedicarme al teatro...

—¿Qué mierdas te has hecho, Nikole?— gritan mis padres al unísono.

Y valla que daba miedo; juro que si las miradas matasen, ya estaría tres metros bajo tierra.

—La boca, señoritos.— me levanto del piso y preparo por mi cuenta mi capuchino.

¡Qué injusticia!

—No con nosotros.— dicen juntos, nuevamente.

—Dios, dan miedo— digo fingiendo interés en lo que dicen y preparo mi desayuno.

—¿Qué te has hecho?— pregunta Alonso un poco más calmado.

—Sólo un corte y unos aros en el rostro y ombligo, nada más.— lo suelto como si fuera de lo más normal.

Les cuento. Después del corte, me teñí el cabello de azúl, no pregunten porqué tenía una tintura solo la tenía y ya, y con la máquina perforadora de un amigo me hice uno en cada lado del labio inferior y uno en el costado izquierdo de la nariz. Ah y uno en el ombligo. ¡Tanto escandalo por eso!

Después de desayunar en completo silencio, nos dirigimos al aeropuerto para ir a Estados Unidos. Una vez allí, mis primos y tíos estaban ahí, esperándome para despedirse.

—No lo hagan,– trago saliva tratando de deshacer el nudo que impide el paso de mi respiración al mismo tiempo que mi vista se vuelve borrosa. –por favor— Digo con un hilo de voz. Pero no se mueven.

No lo aguanto y salgo corriendo; no merezco esta familia, no soy lo que ellos merecen. Tendría que haber muerto ese día, hubiese sido lo mejor para todos.

Me encierro en el baño de un súper, después de unos minutos se escucha una voz diciendo que el vuelo a Estados Unidos ya había salido. Listo, ya no saldré del país. No voy a ir a ese condenado internado. Me alejo de los baños y voy al estacionamiento, pero ahí están ellos. Todos. Andrés abre sus brazos y sin pensarlo dos veces, corro a ellos. Me aferro a él como si mi vida dependiese de esa simple acción. Mi avión no era ese. La familia tienen un avión particular, mierda, ¿cómo lo olvidé? Mi primo termina el abrazo y me mira, sujeta mi rostro con ambas manos y me hace mirarlo a los ojos. Roza nuestras narices y ahí todo tiene más sentido. Siento cosas por él. Y no hablo del afecto familiar. Él me gusta. Pero creo que también me gusta Erick (es él de las bromas). Mi vida está muy confusa últimamente.

La Sonrisa Del Demonio |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora