Fiesta en el Reformatorio.

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—Joder, ¿que harás qué?— dice Ian exaltado.

—Iré a la ciudad, compraré lo necesario, y volveré antes de las ocho p.m.

—¡Explícame porqué te ayudaré!— pide juntando su entrecejo con el dedo pulgar y el índice.

—Porque eres mi amigo y porque si algo me llegase a pasar sería culpa tuya.— digo con simpleza al mismo tiempo que me encojo de hombros.

—Sabes que no es así, pero de todas formas me sentiría culpable y no quiero lidiar con ello.– saca de debajo de su colchón un pantalón de chándal gris y una sudadera negra, retira el traje fluorescente y la ropa la coloca debajo para luego volverse a vestir con el entero. –Maldita chantajista.— argumenta por lo bajo.

—Gracias.

Salimos del cubo y caminamos con sigilo hasta llegar a la cocina, allí repetimos el mismo procedimiento de siempre: salir por la ventanilla, atravesar el patio, pasar los barrotes rotos y esperar a Adam.

Un auto gris hace acto de presencia y acto seguido, cambia las luces bajas a unas altas por un microsegundo que sería suficiente para que los guardias detecten algo fuera de lo común y registren el lugar. Sí, muy inteligente.

Subo en la parte del copiloto e Ian detrás, cierro la puerta al meter el pie dentro del vehículo, me volteo y con la mano abierta y los dedos juntos y estirados, le doy un manotazo en la nuca al primo de Erick.

—¿Sabes el maldito problema que hubiese sido si los estúpidos guardias llegan a descubrir que me he salido?— pregunto realmente molesta.

—Lo siento, no lo pensé así.— dice excusándose.

—Pues a la próxima no lo hagas, y arranca ahora antes que alguien nos vea.

El auto se pone en marcha nuevamente aun con los faros apagados, Adam los enciende una vez el camino es alejado de las instalaciones del condenado reformatorio. Se preguntaran, ¿nadie los verá si es de día?

Pues... no. Son las siete p.m y en la zona ya a oscurecido lo suficiente como para salir al exterior con linterna si no quieres tropezar con algo. ¡Ventajas de estar en invierno!

[♣♠♣♠]


Veinte minutos después, nos encontramos en un supermercado un poco alejado y con suficientes productos como para salir con los brazos llenos. Agarro un carro de compras y ambos sujetos copian mi acción.


—A la sección de bebidas.— digo dando grandes zancadas y luego colgándome de la barra para poner las manos y dirigir esta chatarra. Si me entienden, ¿verdad?

Sigo colgada de la barra cuando paso por el lado de un guardia y este me queda mirando con cara de amargado al mismo tiempo que eleva una ceja. Le sonrío mostrando todos los dientes y continúo en la mía hasta que unas botellas interfieren en mi campo de visión. Pongo el pie en el suelo para detener las ruedas y camino civilizadamente hasta la sección de las bebidas. Allí, comienzo a poner botellas con alcohol. Sobre todo vodka, hasta que una botella negra capta mi atención, juro que no lo había visto antes en ningún otro súper. "Fernet". Leo las instrucciones, se ve muy apetecible, tiene varios grados de alcohol por lo que decido dejarlo descansar en mi carro.


—Oiga señorita, ¿sabe usted cómo se prepara eso?— pregunta señalando la botella de fernet.

—No.— contesto.

—Pongale una cantidad menor a la de Coca-Cola con hielo y quedará.— dice besando dos de sus dedos y estirándolos al aire.

—Bien, eso haré. Gracias.— digo sonriendo. Él asiente y se retira.


Camino por las helderas en busca de ese refresco pero no lo encuentro.

—¿Qué buscas?— pregunta Ian apareciendo a mi lado.

—Coca-Cola.

—Aquí.— caminamos hasta donde Adam se encuentra y saco unas cuatro botellas de esa gaseosa y las apoyo en el carro que él traía consigo. En el mío ya no cabe nada más.


Pasamos por la sección de frituras y aprovecho para llenar los carros con papas, maníes, y otras cosas más. Llegamos a la caja y paso mi tarjeta bancaria sin ningún tipo de problemas debido a que tiene un fondo bastante generoso que yo misma me encargué de crear anónimamente durante dos años para situaciones como esta.

[♣♠♣♠]

Envuelvo las botellas con papel higiénico para evitar que choquen entre ellas y así, que provoquen ruido.

—Ahora.— digo a través del radio de juguete que conseguí de oferta la salida pasada...

Esperamos unos segundos hasta que dos aplausos se oyen y sabemos que esa es la señal para correr hasta nuestro cubo. El camino está desocupado gracias a la "pelea" que Michael y Caleb montaron para distraer a los guardias.

Adam nos sigue muy de cerca debido a que él no conoce el perímetro y nosotros sí. Paramos en seco cuando unos pasos aproximándose se hacen presentes.

—Ahí, ahí.— digo señalando una pared con un espacio entre sí con la amplitud suficiente como para que los tres cuerpos entren.

Una vez allí, dos guardias pasan con un rifle en mano cada uno apuntando al suelo, ambos pasan demasiado cerca de nuestro escondite por lo que Ian tuvo que poner su mano sobre mi boca para acallar mis carcajadas.

—¡Maldita estúpida!— dice cuando le paso la lengua en la palma de su mano.

No digo nada y camino delante de ellos liderando el dúo de idiotas...

—¿Todo listo?— pregunto una vez dentro de mi cubo.

—Sí— comunica Michael con el labio roto.

—Era simulación, ¡par de zopencos!— niego lentamente mientras sonrío.

Saco la tarjeta de memoria de abajo de la cama y la introduzco en un pequeño parlante de no más de diez centímetros de ancho pero con una potencia impresionante. Unos temas movidos comienzan a sonar y distintos chicos llegan bastante rápido, a decir verdad.

James se encargará hoy de preparar los tragos por lo que yo solamente buscaré potencial para usar en mi favor.

—Hey, mira.— comenta por lo bajo Adam.

Observo en su dirección y puedo notar que en su mano sostiene una bolsa de tamaño pequeño pero que para considerar lo que usualmente éstas traen pues, la bolsa que sostiene es grande.

Sonrío y lo tomo, camino hasta la pequeña repisa que cuelga de la pared desocupada, o sea, la que queda enfrente a las rejas, y corro las pocas cosas que ahí hay, y hago una fina pero larga línea de cocaína, la emparejo con la tarjeta de crédito y enrollo una hoja que saqué de la biblia de Izaak, ¿upps? Ya se le pasará el enojo, porque aunque aun no pase, sé que se enojará. Él es un chico... religioso, suena estúpido e irónico, pero así es.

Aspiro con fuerza y luego, lo vuelvo a hacer pero esta vez sin inhalar ese polvito y paso uno de mis dedos para retirar los excesos de los costados de mi nariz.

Observo el cubo antes de perder la conciencia y me alegra saber que hay al menos veinte chicos. Si por lo menos la mayoría me ayudase...



(...)

Editado: 31/03/19

La Sonrisa Del Demonio |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora