Capítulo 34

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De repente, miles de voces, sonidos, luces, o cualquier movimiento era demasiado intenso para mis sentidos. Abro los ojos lentamente, tan despacio que hasta es doloroso. Una luz amarilla me recibe haciendo que los cierre por inercia ya que esta hizo que me doliaran las jodidas retinas.

Suspiro y llevo una mano a mi frente para masajearla tratando de aliviar el condenado dolor que se había instalado allí. Levanto mis párpados y recorro la sala en la que me encuentro. Un señor de bata blanca examina detenidamente la maldita máquina que toma mi pulso y emite un sonido irritante. Llevo mi mano disponible a la otra y arranco los cables conectados a mi brazo provocado que el aparato reproduzca un pitido agudo y prolongado al no detectar latido alguno. La mirada del doctor se cruza con la mía y abre sus ojos aliviado al notar que yo los he retirado y no que mi corazón dejó de funcionar. Se separa de su block de hojas y se va a, probablemente, buscar a quien sea que lo haya contratado. O amenazado en su defecto... r

Ruedo los ojos, y al hacerlo, mi vista se posa en la camilla continua, Ian. Me levanto del camastro con mucha dificultad debido a los múltiples hematomas y posiblemente, alguna costilla rota. Después de todo, vencer a la muerte no es nada fácil. Camino hasta donde él se encuentra postrado. Acaricio su frente con delicadeza mientras observo su respiración tranquila y su pulso estable. Me permito suspirar sintiendo un peso menos sobre mi espalda. Dirijo mi mano a su mentón y recorro todos y cada uno de las rasgos faciales de mi mejor amigo.

—Está en coma.– dice un hombre a mis espaldas haciéndome sobresaltar y pegar un brinco en el sitio, por ende, dejar de acariciar a Ian. –Ha perdido demasiada sangre.

Asiento ante la información.

—¿Tú, estás bien?— pregunto con cautela.

—Sí, sólo algunos rasguños insignificantes. ¿Y tú? ¿Cómo te encuentras? Deberías estar en reposo.

&Tranquilo, Colton, estoy bien.— intento sonreír, pero más que eso, solamente pude ofrecerle una mueca.

—¿Segura? Perdiste el conocimiento a causa de la pérdida de sangre, estás débil y el médico dijo que debías estar en constante reposo.— insiste él con el ceño fruncido.

—Tranquilo, hermano. De veras que estoy bien, sólo fue un disparo.

¡Claro! ¡Un disparo que casi me mata!

Pero no, no estoy bien. Esto duele como los mil demonios y me cuesta hasta hablar. Y, ¡para qué hablar de mi condición psicológica! Cada vez me siento más fuera de lugar y la demencia me consme cada día un poco más. Pero sí lo he ocultado durante quince años, ¿de qué sirve decirlo ahora que puedo partir de este mundo en cualquier momento?

—Bien, pero para que lo tengas presente, puedes tomarte un descanso y ponerme a mí al frente.

—¿Está bien?— digo lento y en son más de pregunta que en afirmación.

—Ven, vamos con los demás.— tomo su mano extendida e inesperadamente, le devuelvo el abrazo al que me ha sometido de forma brusca.

No es que no se lo hubiese devuelto, es que me tomó por la cintura de manera abrupta y me abrazó de tal modo que era imposible rechazarlo.

—Lo siento, por todo.— Dice una vez separados, rodea mi mentón con sus grandes manos y deposita un beso en mi frente de una manera muy... paternal.

Cómo me gustaría ser una familia normal. Pero hay cosas que no son más que simples pensamientos o deseos.

Salgo de la habitación no sin antes echarle un último vistazo a mi amigo y egresar por la puerta de madera. La cantidad de presentes es abrumador. Jamás pensé que habrían tantas bajas. Esto es jodida una pesadilla.

La Sonrisa Del Demonio |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora