Capítulo 16

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Desperté con un leve dolor de cabeza y con un brazo rodeando mi cintura. De ayer, no recordaba nada, sólo salir de la sala de visita y a Sarah mirándome preocupada. Después de eso más nada.

Probablemente haya llorado porque siento las cara hinchada y para qué hablar de los ojos.

Volteo y observo a Ian dormir. Es un asco. Su pelo todo revuelto, su boca entreabierta, las lagañas pegadas en las comisuras de sus ojos y una marca blanca cerca de su boca en señal de que ha babeado por la noche. Una pequeña sonrisa surca mis labios, hace tiempo que no observo al simio de mi amigo dormir. Pongo mi mano izquierda debajo de mi cabeza y con la derecha acaricio su cabello todo enmarañado. Tiene un corte de esos que en la mitad de la cabeza va todo hacia delante y el resto esparcido a su lado correspondiente. No sé si me han entendido pero... da igual, no sé como explicarles.

Sus ojos se abren lentamente y una amplia sonrisa aparece en sus labios iluminando todo su babeado rostro. Con mis dedos quito sus lagañas y vuelvo a acariciar su cabello. En un rápido movimiento hace que quede acostada boca arriba y él descansa su cabeza en mi pecho mientras acaricia mi abdomen. Vuelvo a sonreír y paso mis dedos por las hebras de su cabello para desenredarlo un poco. Así nos mantuvimos durante un tiempo hasta que levanta su rostro y me mira con una gran sonrisa, de ésas a las que se le suele decir, una sonrisa de oreja a oreja.

—¿Qué?— pregunto divertida.

—Nada, sólo recordaba viejos tiempos.— vuelve a sonreír y deja un beso en mi abdomen que por el momento está plano.

Niego con la cabeza también recordando aquellos momentos en el orfanato, dónde era aún muy pequeña para planear todo lo que ahora ocupaba mi mente. Jugar con él era lo que extrañaba aún más.

—¿Cómo estarán?— pregunto sin esperar respuesta alguna.

—No lo sé. Pero creo que iremos el mes que está por entrar, tú ya sabes, el servicio comunitario y eso.

Asiento aun sabiendo que no me puede ver y sigo tocando su cabello. Él de vez en cuando acariciaba mi vientre o depositaba pequeños besos allí.

—¿Y los chicos? Cuando desperté no los he visto— le cuento.

—No lo sé nena, supongo que en el patio. O ayudando a la cocinera quizá.

—¿Qué hora será?— vuelvo a preguntar.

—¿Has despertado preguntona hoy?— dice divertido.

—Es de mala educación responder una pregunta con otra.

—Y es demasiado cliché que hayas dicho eso.— me responde con una sonrisa aún más amplia que la de antes.

—¡Calla y responde!— aguanto la carcajada que amenaza con salir para mantenerme seria.

—No lo sé, quizá las dos de la tarde, o las diez de la mañana— se encoje de hombros haciéndome entender que el asunto no le interesa.

—¿Es qué tú no sabes nada?

—¿Te recomiendo algo? Deja de estar pendiente del tiempo que transcurre, porque para lo que tenemos aquí, tendrás tiempo de sobra para hacer lo que quieras.— muy buen consejo. Lo tendré en cuenta.

—Bien.— sonrío y me levanto de la cama para ponerme el traje que por alguna razón, no traigo puesto. Raro.

—¿Recuerdas algo de lo de ayer?— toma mi mano y la entrelaza con la de él para caminar por el pasillo rumbo a la cafetería.

—No, y tampoco quiero recordar. Así estoy bien.— le doy un suave apretón a su mano.

—Como sea, has dormido un día entero, imagino que tienes hambre nena.— dice mientras que con su dedo índice toca el punte de mi nariz.

La Sonrisa Del Demonio |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora