Capítulo 31

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Dedicado a: @PaulaCimenter.

Disfruten...

Mi pulso se acelera y mi vista se nubla. Siento el tiempo detenerse a mi alrededor mientras el cuerpo de Ian cae flácido al sucio y riguroso suelo de la bodega.

Comienzo una regadera de disparos, tan solo veo cómo caen los cartuchos vacíos al piso y el momento en el que recargo mi pistola a velocidad de vértigo.

Pensé en la posibilidad de que esto llegase a pasar, pero me bloqueé ante tal pensamiento. Creí que éramos algo así como súper héroes indestructibles que lograban sus cometidos sin siquiera un rasguño... lástima que olvidé que tan solo somos humanos. Simples y ordinarios humanos.

Me oculto tras un gran contenedor metálico de color verde, probablemente, lleno de algún tipo de droga.

La bodega consta de un gran espacio, todas la paredes son grises, del color del hormigón, lleno de mesas también de metal con lámparas cada dos o tres metros y todo tipo de herramientas ocupan las gruesas láminas con patas donde la droga descansa esperando a que la separen y empaquen.

Me despego del contenedor con una ametralladora en mano dispuesta a defender a mi amigo y limpiar el nombre de mi familia. Hago presión sobre el gatillo recibiendo como respuesta el constate vaivén del arma sobre mi hombro quien ya comienza a encontrarse a dolorido.

—¿Dónde estás?— pregunto impaciente a través del comunicador.

—A fuera, han llegado tres camionetas y comenzaron a dispararnos.

¡Me cago en la puta!

—Bien, ¿hay alguien que les sobre?

—Los pequeños. Ellos están liberando el paso desde los árboles. ¿Te los mando?

Lo lamento chicos, en serio, pero los míos están y estarán siempre delante de todo y de todos.

—Hecho. Y, ¿Jaiden? Cuídate, por favor.— siento un maldito nudo formarse en mi garganta y siquiera pasando saliva desaparece la jodida sensación.

—No te preocupes por mi, bonita. Desde donde sea, siempre te cuidaré.— responde él con la voz ronca.

—Te quiero, primo.

—Y yo igual, prima.

Corto la comunicación con Jaiden y me dispongo a hacerle una seña a el chico problemas para que mire a su izquierda debido a que un tipo con navaja suiza se acercaba por la espalda. Cobarde.

Cierro los ojos e inspiro profundamente dejando que mis pulmones se llenen de este aire contaminado que nos rodea y al abrirlos, puedo ver con tanta nitidez todo, que me veo obligada a parpadear repetidas veces para asumir toda la mierda que me ha estado rodeando desde el momento en el que mis ojos se abrieron por primera vez y el aire comenzó a circular por mi sistema a penas mi madre me dio a luz. Ahora comprendo el lema de mi padre: el lobo siempre será el malo del cuento si sólo es a Caperucita a la que escuchamos.

Marcus Douglas era un colega bien allegado de mi progenitor, él fue el primero en revelarse de la mafia cuando mi padre decidió continuar con el legado familiar, cuando mi abuelo eligió a su hijo menor y no al mayor quien era el que debió continuar con la tradición y heredar la mayoría de su acciones. Pero la codicia fue tan grande que llegó a matar a su propio hermano y familia por poder. Maldito bastardo infeliz.

¿No entienden? Pues, Marcus Douglas es hijo de Richard Douglas, hermano de Zachary Douglas, mi padre. ¿Por qué yo no tengo también se apellido? Porque yo tengo el de mi madre, Raquel Kingsman.

La Sonrisa Del Demonio |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora