CAPITULO 11 "Cigarrillos y vino"

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ASIA

Habían transcurrido varias semanas desde ese día, mi padre había venido hoy por la mañana, se notaba más relajado y tranquilo, me había confesado lo gratificante que le había resultado hablar con alguien más y que no fuese de trabajo.

Jones se mostraba más segura y cómoda, nos cruzábamos en los pasillos y vaya que me miraba, hasta me sonreía y a veces pronunciaba mi nombre en forma de saludo. Tenía más pacientes en la clínica así que solía pasar mucho tiempo deambulando por el instituto y yo no paraba de verla desde la mesa del comedor, la piscina, mi ventana, los talleres o donde fuera que estuviera...cada vez notaba algo nuevo en su rostro o cuerpo, una peca, una mueca, un rasgo... se había convertido en una obra de arte para mí, casi una obsesión, cada día se volvía un poco más bella, o al menos a mí me lo parecía, así eran mis días...En mis noches... cuando la oscuridad cubría mis dudas, inquietudes, tabúes e incluso inhibiciones la recordaba, su sonrisa, su caminar estilizado, el sutil movimiento de sus caderas, su intensa mirada y la forma en que me hacía sentir cuando me miraba...el perfecto conjunto de ropa que había usado en el día, la forma en que resaltaba su figura y su escote...aun en mis recuerdos seguía intentando ver un poco más... Me gustaba pensar que también me miraba por el día y me pensaba por la noche, sabía que eso solo era parte de mi tonta fantasía pero aun así llevaba vestidos bonitos y faldas cortas a su sesión.

Ferni y Joseph eran únicos, jamás habría conocido a nadie así, nos escapábamos mínimo Tres o cuatro veces por semana, hacíamos pijamadas, bebíamos, comíamos, jugábamos, bailábamos con música imaginaria y mirábamos películas sin audio... podíamos hacerlo en el día y con todo el volumen, pero a Joseph no lo dejarían entrar a la habitación de ninguna chica, además el que fuera clandestino lo hacía más divertido.

Me apunte y asistí a varios talleres, pero finalmente la pintura me atrapó, el poder que te daba un pincel de plasmar tus deseos, sueños, miedos era una forma de despejar mi mente, de hacerla volar y poder llegar hasta donde yo quisiera.

Esta noche mi terapia había sido cancelada, era raro, pero no le tome más importancia, ella pasaba más tiempo aquí que de costumbre debido a la enorme cantidad de pacientes que tenía internados, posiblemente había algún paciente que necesitara más la terapia, consciente de que me estaba perdiendo de observar 45 minutos del cuadro más hermoso del mundo, decidí quedarme a pintar en el taller un poco más, había quedado de verme con los chicos a las 12:15 de la madrugada en la habitación de Ferni, así que me di un baño y faltando 5 minutos para la hora salí de mi habitación. La Habitación de Ferni está en el edificio de enfrente, mi edificio y el de ella están conectados por una especie de puente, con vista a la hermosa fuente de luces, me encanta pasar por ahí y mirar por unos segundos, esa noche la doctora Jones estaba sentada ahí, segura de que no podía verme me quedé por unos minutos solo observándola, estaba fumando y parecía triste.

Ella hacía de esa fuente y de esa noche... un paisaje aún más hermoso, algo digno de pintar... daría todo por poderla plasmar, pero ni el mejor artista podría duplicar de manera exacta tanta belleza, no había una sonrisa en su rostro, no había esa ardiente intensidad en su mirar, pero me atraía como imán, me quería acercar más que nunca, la quería abrazar y hacer sentir segura, suprimir cualquier cosa que le haya borrado la sonrisa, tal y como ella lo había hecho aquel día. Fue una decisión difícil. Bajaba y me arriesgaba a un castigo exponiendo a mis amigos, las visitas de mi padre o simplemente seguía mi camino, pero como era ya un clásico en mí, no tome la mejor decisión, regrese a mi habitación y me puse una gabardina encima de mi sudadera, deje los dulces que había robado de la sala de adicciones bajo la cama y me encamine a lo que posiblemente era un error. Encontré una salida por la cafetería directa a la fuente, desde allí podía verla dándome la espalda, estaba haciendo bastante frío, había brisa y un sutil viento frío deambulando, llevando y trayendo su aroma hasta mi nariz, claro sin dejar de lado el olor a tabaco, ella no paraba de fumar. Respire profundo esperando lo mejor y me acerque a ella.

PETRICORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora