*CAPÍTULO FINAL*

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911: " Por favor, ayúdeme mi madrastra...ella acaba de matar a mi madre y viene por mí, ella quiere matarme"

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Señorita Echeverri - el oficial me trajo del limbo a la realidad - Necesito que me diga que lo que pasó

-Yo solo quería que me dijera la verdad...le pregunté si había matado a mi padre y ella... - intentaba seguir narrando al oficial lo ocurrido sin tartamudear, pero mi cuerpo temblaba sin parar- Me lo negó por completo y yo pretendí creerle, pero ya no quería estar más a su lado, ya no quería verla más, yo quería irme con mi madre, pero cuando ella llego por mi...Rebeca se volvió loca, yo solo quería defenderme- la histeria se apodero nuevamente de mí y comencé a llorar, ya no pude decir más, los nervios se habían disparado con los recuerdos.

Tras una tragedia como aquella no había dinero que pudiera mantener las apariencias, nada fue suficiente para cubrir los pecados de la familia Echeverri...

El juicio fue revelando cada uno de nuestros secretos... yo narre paso a paso cómo Rebeca había llegado a mi vida para consumirlo todo. Una falsa profeta que envolvió a mi padre con la única intención de seguirme seduciendo, una mujer que me manipuló con la promesa del amor que yo tanto necesitaba, pero que para ella ya se había convertido en una insana obsesión.

"La heredera Echeverri mantenía un romance con la esposa de su fallecido padre" "Peligrosa y apasionada relación entre madre e hijastra sería el móvil de los asesinatos Echeverri" Los diarios no dejaban de publicar y disparar cada palabra que se decía o se callaba en el juicio, podía sentir todas las miradas sobre mí, juzgándome.

El señor Guz cumplió su promesa y se mantuvo a mi lado hasta que el juicio terminó, salí de aquel juzgado 6 meses después, exonerada de cualquier delito, pero aún con dos muertes sobre mis hombros, sintiéndome tan culpable como si hubiera sido condenada.

- Contraté a un asistente financiero para que te ayude a tomar las mejores decisiones respecto a las empresas de tu padre.

-No tengo como agradecerte.

-Me ayudarías mucho manteniéndote alejada de Fernanda y mi familia. - sentenció dejándome fría.

- Pero...

- Tú padre era un buen hombre, pero tú...

- Entiendo. - solté sin decir más, el hombre tenía razón.

- Buena suerte Asia, espero tengas una buena vida. - dijo y se marchó.

Volví a la casa donde todo había comenzado, aquella completamente hecha de madera, con un porche sencillo desde donde se podía escuchar el río, donde vivía mis días y mis noches con una eterna melancolía, con el pesar de una ausencia que ahora se había multiplicado, aquella desde donde se alcanzaba a ver el viejo árbol que siempre me había prometido la paz eterna y al que mire por días tratando de decidir lo que haría.

Elegí un día soleado, no me podía permitir resbalar nuevamente, conseguí una cuerda lo suficientemente fuerte como para sostenerme y salí al porche, coloque mis sandalias junto a la puerta y camine descalza hasta el árbol sintiendo está vez el verde pasto, inhalando con ganas el fresco aire de verano. Trepé el árbol y me senté en la rama más fuerte de este, está vez no había lágrimas, ni miedo, está vez no tenía nada que perder.

PETRICORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora