CAPITULO 1 Principio del fin

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Era una mañana gris y lluviosa la que le dio inicio a mi camino a la verdadera muerte, sería injusta si me deslindó de mis responsabilidades, pero todo hubiera sido tan fácil si mi padre solo me hubiera dejado elegir por mí misma, si tan solo no se hubiera regresado del trabajo y llevado al hospital, quizás el también seguiría vivo.

Pero él hubiera no existe, y cada acción en tu vida, provoca una decisión en otra persona y esa persona con su decisión modifica otra, así vamos tejiendo nuestros destinos que finalmente nos conducirán a lugares que jamás deseamos visitar, a experiencias que jamás creímos vivir y a muertes que nunca llegamos a sospechar.

Mi madre por ejemplo, decidió marcharse una mañana igual de lluviosa que esta, nos dejó a mi padre y a mí llorando en el porche, su felicidad estaba con otro hombre.

Esa decisión fue la que me hizo levantarme 8 años después con depresión. El día me ofreció un cielo que no ayudaba, igual de sombrío que mi alma, había soñado con ella toda la noche, podía sentir aún su aroma... su perfume se quedó en mi mente como el intenso dolor de esa mañana, la mezcla de su perfume con el olor a tierra mojada, era el latente recuerdo de su abandono.

Cuando desperté fue lo primero que inhale, la ventana estaba empapada, caían las gotas de lluvia sobre ella con fuerza, me acerque y observe como el viento meneaba con violencia las copas de los árboles, el auto de mi padre salía del porche con demasiada lentitud y precaución, estuve ahí parada, observando hasta verlo desaparecer por completo.

Salí de mi habitación buscando un lugar libre de ventanas, libre de sonidos y libre de recuerdos.

Las mismas gotas chocando contra cualquier cosa me ponían nerviosa, mi padre había dejado una nota sobre el comedor "Desayuna por favor" instintivamente abrí el hornillo, porque sabía que él había dejado algo para evitar que muriera de hambre, había dejado una taza de chocolate y una pieza de pan dulce, supongo que sabía que sería una mañana difícil.

Cerré la puerta del horno sin intención de comer nada y me refugie en el sótano donde creí que no escucharía nada, apenas baje algunas escaleras pude sentir el silencio, una absoluta y real tranquilidad, fue ahí donde me comencé a preguntar porque no paraban mis ganas de llorar, porque mis recuerdos no dejaban de llegar, era mi cerebro el que estaba dañado y no el cielo o los truenos. Era mi cerebro el culpable de tanto ruido.

Me perdí en las cajas que mi padre guardaba celosamente en la oscuridad, todo era sobre ella, las pocas cosas que mi madre dejó en casa, mi padre se atormentaba día a día leyendo las cartas que mi madre y su amante se escribían, las he leído tantas veces imaginando que todo ese amor iba dirigido a mí, pero jamás me habló con tanta dulzura.

Me he preguntado cada día de mi vida, que fue de la suya, cuánto tiempo le tomó formar otra familia, si algún día pensaba en mí o extrañaba al pobre hombre que se volvió viejo esperando su regreso. Nos mudamos de la ciudad a la casa de campo, donde solíamos venir de vacaciones, nos instalamos para comenzar de nuevo, pero ambos quedamos anclados en ese momento.

Guarde todo de nuevo en la caja y robe un vestido que usaba mi madre de pijama, ni siquiera olía a ella, estornude un par de veces por el polvo y subí.

Busque entre mis libros un cuaderno y comencé a escribir, no me atrevería jamás a decirle porque, no le rompería el corazón de ese modo, él no podía saber al grado en que yo estaba destruida, me limite a agradecerle todo, los besos y caricias por la noches amortiguando mi dolor, los consejos femeninos que descargaba de Internet sin que siquiera el pobre los llegara a entender, los malos peinados que me hacía por las mañanas presumiendo ser tendencia en Francia, pero sobre todo sus asistencias a los festivales para madres en el instituto, de inmediato se me formo una sonrisa en mi boca, el recuerdo de eso siempre era algo bueno, solía ir con entusiasmo, suponiendo que peor era nada, pero solo aumentaban las constantes preguntas sobre mi madre y las burlas incesantes, siempre éramos los peores en las manualidades y en los concursos de bailes, pero me agradaba no sentirme sola ese día.

PETRICORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora