010.

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Hanae bajó del autobús con el corazón en la garganta. Sentía que sus lágrimas estaban a punto de salir, sin embargo, decidió aguantar las ganas de romperse a llorar ahí mismo. Estaba tan distraída que ni siquiera le agradeció al conductor del autobús o le deseó un buen día, como siempre solía hacer. Apresuró sus pasos, caminando por la larga acera repleta de personas. Era pleno mediodía, el sol estaba en su punto y ella sólo quería llegar de una vez por todas al local de comida japonesa que había a unas cuadras.

Dejó escapar un gran suspiro, tratando de contener sus sentimientos. Y sus ojos se cristalizaron un poco.

Era domingo. Todos los domingos solía verse con Jimin. Sin embargo, justo ese día no estuvieron juntos por mucho tiempo. Y todo era culpa de lo que había pasado.

Al día anterior, después de asistir a la tan dichosa cita doble que quería Jimin, estuvo casi la mitad de la cita con Hanbyul. Y todo habría estado excelente si las cosas no hubiesen pasado de la molesta incomodidad y de ese pequeño comentario hiriente sobre el cuerpo de Hanae. Pero sólo fue el comienzo de los verdaderos comentarios. Habría preferido que Hanbyul se hubiese quedado callada durante toda la caminata, sin embargo, no paró de soltar comentarios en doble sentido. Comentarios que no tenían nada que ver y que Hanae tenía que aguantar.

Mas uno no pudo ignorarlo. Fue como la gota que derramó completamente el vaso.

—Supongo que debe ser triste el ser siempre la tercera rueda en las relaciones ajenas—había dicho mientras caminaban—. Me siento mal por esas personas, me dan incluso lástima...

No pudo evitar el enojarse, mucho menos quejarse. Le había preguntado si acaso lo había dicho por ella. Incluso cuando Hanbyul lo negó, sabía que lo había dicho con las peores intenciones. Le había dolido eso, no porque fuese verdad, porque sabía que no lo era. Sino porque no podía comprender por qué se empeñaba en ser tan cruel.

—No lo sé, ya verás tú si te identificas con el comentario—le respondió Hanbyul.

—Yo supongo que debe ser triste ser tan bonita pero tener la cabeza tan hueca y el corazón tan horrible—replicó Hanae—. Y yo sí acepto que eso lo digo por ti.

Y es que Hanae nunca tenía suerte. Nunca podía hacer las cosas cuando debía, porque, justo cuando dijo eso, Jimin y Seung apenas llegaban por detrás de ellas para avisarles que quizás era un buen momento para ir a cenar. Y Hanbyul comenzó a llorar al verlos a los dos. Todo quedó completamente malinterpretado. Jimin se enojó con Hanae, Hanbyul había dicho que llevaba todo el rato diciéndole cosas horribles. Y Seung supo que eso no era cierto, pues Hanae no era así, y la defendió.

Esa noche fue un desastre. Todos tuvieron que irse antes de lo previsto. Y Hanae trató de hablar con Jimin al día siguiente. Pero él estaba aún furioso, incluso le gritó. Y él nunca antes le había gritado. Ni siquiera cuando estaban pequeños y eran completamente inmaduros. Era la primera vez que pasaba, y eso le rompió el corazón por completo.

Sin embargo, no contaba con muchas personas para desahogarse. Esa era la gran desventaja que tenía al haber tenido a Jimin como único amigo de fiar por toda su vida. Porque se suponía que con él era suficiente. Mas las cosas estaban mal. Y a Hanae sólo le quedaba ir con las únicas personas que tenía aparte de Jimin.

Entró en el lugar de comida japonesa. Y pronto se sintió segura, porque el lugar era acogedor, y también familiar. Las mesas estaban repletas, pues era la hora de comer. Y el local era algo famoso por su buena comida. Mas eso no le importó. Ella no estaba ahí para almorzar.

Comenzó a caminar entre las mesas hasta llegar a una chica de cabello corto. Esta la miró, sorprendida, y sostuvo mejor la bandeja llena de platos sucios—que seguro llevaba a la cocina—.

— ¿Hanae? ¿Qué sucede?

—Hola, Eujin—sonrió con desgano. Y miró a los lados—. Nada realmente importante. ¿Puedes decirme dónde está mi abuela, por favor?

— ¿La señora Tamiko? Se encuentra en su despacho, supongo que haciendo cuentas. ¿Por qu...?

Hanae sólo se apresuró a hacerle una reverencia rápida, y no la dejó terminar de hablar. Eujin cerró la boca de golpe y observó cómo la chica caminaba al lugar indicado. Decidió ni siquiera preguntar, puesto a que era obvio que algo le pasaba a la muchacha. Sólo siguió en lo suyo, sin evitar echarle una última mirada.

La señora Tamiko se sorprendió un poco al sentir cómo la puerta fue abierta con tanto desespero. De inmediato supo que se trataba de Hanae, pues era la única que pasaba con tanta confianza y que tenía el derecho de hacerlo. Tan sólo mirarle a la cara y notar sus rosáceas mejillas le dejaron saber que algo andaba mal.

No era muy necesario entrar en detalles con lo que sucedio en el momento. La chica sólo se acercó y, sin previo aviso, comenzó a llorar en los brazos de su abuela. No se sentía avergonzada, en lo absoluto. Su abuela era la única persona que tenía además de Jimin, era la única con la que sentía que podía contar realmente.

—Pequeña—habló después de unos largos minutos, observándola. Y limpió sus lágrimas—. ¿Quieres hablar de lo que te está afligiendo tanto?

Hanae suspiró. Y finalmente, se permitió calmarse un poco mientras se acomodaba en el suelo, justo al frente de su abuela, la cual la observaba pacientemente desde la silla de madera.

—Es que...

No tardó demasiado en contarle, pues no quiso entrar en demasiado detalles. Para no recordar, y para que su abuela no se enfadase tanto. Pudo ver que no le sorprendió nada el saber que Hanbyul estaba involucrada, pues hasta la señora misma la había conocido en una celebración—cuando Jimin la llevo sin consultar— y aseguró al instante que no era una buena chica. Sin embargo, el asombro sí se reflejó en su cara cuando escuchó el conflicto con Jimin.

—Me gritó...—arrugó su nariz. Y la sorbió—. ¡Nunca me había gritado! Y... Y sé que puedo sonar tonta al enojarme por tal cosa, pero... Me gritó...

—No, mi pequeña, no eres tonta—le murmuró, sonriendo levemente—. Si te hizo sentir mal, es lo suficientemente importante como para considerarlo grave.

La señora Tamiko conocía a Hanae, y sabía de sobra que ella no se sentía mal por algo que realmente no le afectase.

Así que ese día, con toda la paciencia y amor del mundo, el despacho del lugar se convirtió en una sala de consejos sábios y abrazos reconfortantes. Hanae siempre podría contar con su abuela, y se alegraba de aquello.

Love Maze↠p.jiminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora